Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 28 de diciembre de 2010

109.- ROSAURA ÁLVAREZ


ROSAURA ÁLVAREZ

Rosaura Álvarez, nace en Granada (otoño de 1935). Es licenciada en  Historia por la Universidad de Granada y en Ciencias de la Educación. Realiza estudios de Música, Pintura y Grabado. Exposiciones hasta 1982. En 2012 vuelve a la pintura. Ha ejercido como profesora de Hª del Arte.  Tiene publicada obra de ensayo y poesía,  ésta  ha sido traducida al francés, inglés  chino y  polaco,  siendo estudiada por  especialistas en poesía de mujer  como Biruté Ciplijauskaité y Sharon Keefe Ugalde, así como por prestigiosos profesores nacionales y extranjeros. Su obra figura en numerosas antologías. Es premio internacional de poesía “Antonio Machado en Baeza”. Ha prologado Olvidos de Granada de JRJ. Es miembro fundador de la Academia de Buenas Letras de Granada.  Figura en revistas extranjeras y españolas. Ha sido jurado en diversos premios de poesía y es colaboradora con la Cátedra García Lorca de la Universidad de Granada, el Centro Andaluz de las Letras,  el Ministerio de Cultura y el de Educación y Ciencia.
Obra poética: Hablo y anochece (1986). De aquellos fuegos sagrados (1988), (2ª edición 2008) Diálogo de Afrodita (en tres tiempos) (1994).El vino de las horas (1998).Intimidades. ( 2001).Alrededor de la palabra ( 2005) .Cármenes, Charms, Charmes (2005).El áspid, la manzana (2006).  Alter ego (2008 ). Lumbres apagadas (2012).

                                              

                                               HORTUS CONCLUSUS

        -Homenaje a Velázquez-
                             
                                                                        Para José Manuel Pita Andrade


                                      
Paseaba muy lento.
Su fina mano acariciaba el mirto.
Era la despedida.
Una vez más sus ojos aprehendieron
fruición de legendaria tierra.
los jardines de Lúculo,
Villa del Pincio, Villa Ricci,
al fin, la Villa Médicis,
con aquella su luz de recatado huerto,
de hermosura cercana, de humano paraíso.

Miró de nuevo los árboles entre
la tibia sombra, los cipreses viejos,
columbrando suave lontananza,
parterres con diseño arquitectónico
y, en toque clasicista,
Ariadna, las Nióbides, Mercurio...

Luego, como presagio,
su ser quedó abatido al contemplar
la loggia palladiana.
Y semejante al moribundo
que en momentos fugaces vive pleno
su existir, Diego Rodríguez de Silva
recordó delirante su Sevilla opulenta,
la corte de Madrid, Italia, Roma.
Y supo que su vida, como aguja imantada,
ponía rumbo a Roma;
que todo lo vivido,
lo por vivir, no fueron, no serían,
sino exordio y epílogo
de aquel su único aspirar:
sazón de todo arte,
libertad, el amor.

El monarca católico, insistente,
pedía su regreso.
Rey culto, amigo fiel,
conocía el hondón de su pintor de cámara.
No bastaban los lienzos
ni los vaciados remitidos.
Y tuvo miedo, un miedo razonable,
pues sabía no ser la flema
la que sus pasos distanciaba,
sino el pulso vasto de Roma
tan ajustado a su latir.

Conocía el pintor
dones del alma regia.
Recordaba, en las noches,
sus charlas junto al fuego, los paseos
matinales, la íntima palabra,
la palabra jugosa, honda, real
defensa ante mediocres,
rüines palaciegos...

En su lealtad sabía
que España era su destino.
Italia, un sueño hermoso.

Desde el jardín miró
nostálgico la cúpula
de San Pedro, Roma esplendente.

Pausado atravesó la loggia
bajo serena luz de su serliana.

Fuera esperaban carruajes.
Dio la espalda a la Villa.
Casi dentro de sí, bajo su brazo,
dos pequeños paisajes de aquel cerrado huerto.
En la mano, el corazón roto.

(De Alter ego)








FINAL DE FIESTA

Para José Espada

De luz en luz crecían cenitales
las lámparas, los candelabros limpios,
argentados, los vidrios de Bohemia
por las esbeltas copas, los ardientes
labios en malvasía redimidos,
el esmalte en el seno, los zafiros;
y en rumores de melodía y agua,
ludir de brocateles, los encajes,
el aire de abanico, el apagado
pisar por las alfombras de Chaillot.

Seducido el latir iba y venía
-de placer abundado- a los perfumes
de Dior, a los Amati en divisi.

Qué gloria tan suave los sentidos
al desgaire, sumidos en destellos
de la carne, del fasto.

Mas al alba,
cuando los rayos primos penetraron
cortinajes: las rotas copas, fétidos
cigarros, sucias las alfombras... vi
mi faz lívida, descompuesta en mil
extraños trozos, ante un hermosísimo,
quebrado, espejo de Murano.

(De El vino de las horas,1998)






ORACIÓN

Juan de Yepes, otórgame la voz,
el nombre puro.
El nombre que me engendre
y a luz me dé en cada instante;
y sea yo, sin tiempo,


verbo recién nacido.
Aquel
que, balbuciente, sólo muestra
albada cinta de luz
-cordón umbilical -
para enlazarme con el cosmos.

(De El áspid, la manzana, 2006)






Resurrección

En mi carne sin tiempo: tacto, fuego,
brillos inmarcesibles.

Añafiles
desde mis altas torres lo pregonan,
Héspero lo pregona, más tus labios.

Aquí el instante, río de agua negra,
allí la mar, opalescente el mar.

¡Mi sangre, tu materia, la Materia!
Fue un sueño, invidencia, la ceniza.








Extática La Vida


Llegaste a mí adoleciente
de ternuras, la voz adelgazada
por plegarias de todos los albores.
Y no supe qué hacer con tu candor.

Había tanta luz,
tanto secreto río,
tanta fecunda hoguera,
que cegué de belleza.

Luego, a tientas,
posé mi mano en tu costado,
recliné mis efigies por tu frente
y quedé, en claridad,
extática la vida.






He Desandado El Corazón

He desandado el corazón. Benigna
lluvia: ceremonial ungido desde
un noviembre lejanamente siendo
¿¡insólita belleza viva!?.

Hoy una luz fugaz,
un rayo sacro, lo ilumina:
Dios te creó al ver en sus espejos
esta manera con que yo te amo.






Soñar


Soñar en ti para crearte,
alzarte puro.

Ignoran las odas, las danzas,
el alto fuego de mi lengua honda,
las brasas tiernas del lujoso anhelo.
Ignora Eros mi fulgor:
amar como rocío en rosa
para esplender, brizar tus ecos
con gestos nuevos: mansedumbre;
otorgarte tu esencia, tu dosel.

Soñar, para exultar. Amar,
para morirnos bellos.



 





JARDÍN DE LA MEMORIA

Vasta la calma: sonreír
del agua -taracea
de luces alhambreñas-.

En mi alberca me quedo,
voy, vengo.
Y ni cieno ni flor
mutar pudieran
un ápice del lujo
en el recuerdo.

Quiero ya, perfectísimo
jardín de la memoria.




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