Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 15 de abril de 2011

340.- AMELINA CORREA



AMELINA CORREA


Amelina Correa Ramón, catedrática de la Universidad de Granada y miembro de la Academia de Buenas Letras de dicha ciudad, ha ejercido como docente en las universidades de Almería y Sevilla y ha impartido conferencias en más de cincuenta congresos en diversas ciudades de España, Reino Unido, Estados Unidos o Francia.

Como investigadora literaria se ha dedicado de manera preferente al rescate de autores hispanos raros y olvidados, con más de veinte libros publicados sobre escritores de origen granadino como Isaac Muñoz, Melchor Almagro San Martín, Antonio de Zayas o Francisco Ayala, y andaluces como Alejandro Sawa, por cuya semblanza obtuvo el prestigioso “Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías” en 2008.

También ha dado a conocer a otros muchos autores de la literatura española de finales del siglo XIX y principios del XX, a través de varios diccionarios y colecciones de textos, prestando especial atención a la literatura escrita por mujeres.

En el terreno de la creación, varios de sus poemas han sido incluidos, desde 1986, en diversas antologías, habiendo publicado igualmente tres poemarios: Seré flor nueva, en 1987; Rigel, en 1989; y Una palabra tuya. Poesía, en 2005; encontrándose pendiente de publicación La luz inaugurada, “Premio Nacional de Poesía de Mancha Real” en 2004.




I



«¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dexaste con gemido?»
San Juan de la Cruz


Con gemido llegó
la luz del alba.


Con gemido, rozándome
el costado.


Un rumor como huida por el bosque,
hermoso ciervo que se oculta
en la espesura
se ha llevado mi amor.


Y me cantan azucenas
en la piel
donde rocé al Amado.


(La luz inaugurada)








IV



(Ante unos lirios que yacieron bajo los pies
del Cristo de la Misericordia)


«... el rostro recliné sobre el Amado ...»
San Juan de la Cruz


Oscuros lirios.


Sus pétalos de seda
rozan mis labios
tenuemente.


Mi cuerpo todo
se estremece
en un sollozo:


la tibia calidez
de tus pies desnudos
ha acariciado antes
estos lirios
y has dejado,

prendida en ellos,
tu hermosura.


(La luz inaugurada)





XVII


(Juan de la Cruz se complace en introducir
a unos novicios en el éxtasis divino)


Fray Juan contempla
a los novicios.


Entran azorados en el recinto
oscuro,
con la luz de una vela dorando su tez pálida...
Muchachos
apenas
con el furor bullendo
dentro de las venas,
prendiéndose en sus cuerpos
como una mariposa enfebrecida.
La inocente claridad de su mirada
perpleja.


Nunca sintieron antes
nada parecido.
El fulgor de una llama,
apenas.
Un relámpago brillante
apenas.
Un amado entrevisto en la espesura apenas.
Un deseo punzante.


Y ellos no comprenden
sino su cuerpo pleno
y señalado.
Sino la extática visión
arrebatada.
Sino el amor dormido.


Y extrañados, perplejos,
duermen arrebolados esa noche.


Fray Juan sonríe.


(La luz inaugurada)




ADELFAS V

En la noche al espeso perfume de las rosas…
Pablo Neruda


Tomo tu mano.

Extiendo
una fragante selva
de alhelíes.

Sangre.
Vertida en la tibieza
de la noche.

Dulcemente restañando
tus heridas,
muero entre tus labios.





LA LUZ INAUGURADA, XIV

Algo en la blanca forma resplandece
y brilla con concéntrica figura,
amado círculo de perfección segura
se alza en la mano y mudo te estremece.

Afuera de la iglesia ya anochece
y cabalgando está la noche oscura
pero a tus ojos, fijos con premura
en blanca forma, sientes que amanece.

Y algo se deslíe por tus venas,
y notas por tu sangre algún delirio,
y pronto está tu cuerpo en luz bañado.

Atrás dejado el mundo, atrás las penas,
quemándote el fervor con voz de lirio,
pues que así nombras tú a tu bienamado.





LA LUZ INAUGURADA, XVI

(Juan de la Cruz se complace en introducir a unos novicios en el éxtasis divino)


Fray Juan contempla
a los novicios.


Entran azorados en el recinto
oscuro,
con la luz de una vela dorando su tez pálida...
Muchachos
apenas
con el furor bullendo
dentro de las venas,
prendiéndose en sus cuerpos
como una mariposa enfebrecida.
La inocente claridad de su mirada
perpleja.

Nunca sintieron antes
nada parecido.
El fulgor de una llama,
apenas.
Un relámpago brillante
apenas.
Un amado entrevisto en la espesura
apenas. Un deseo punzante.

Y ellos no comprenden
sino su cuerpo pleno
y señalado.
Sino la extática visión
arrebatada.
Sino el amor dormido.

Y extrañados, perplejos,
duermen arrebolados esa noche.










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