Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 3 de septiembre de 2011

827.- PABLO DEL ÁGUILA


Pablo del Águila (Granada 1946-1968)
La breve vida de Pablo del Águila está envuelta de un halo de
malditismo al que han contribuido, además de su suicidio a los
veintidós años de edad, las escasas noticias biográficas, que resultan a
menudo anecdóticas, cuando no ficcionalizadas tout court. De hecho,
las publicaciones que más informaciones proporcionan sobre la
biografía de Pablo del Águila son las novelas de Felipe Alcaraz
(Alcaraz Masats, 1975), de Álvaro Salvador (Salvador, 2005: 61-75),
y la biografía-entrevista de Joaquín Sabina (Menéndez Flores, Sabina,
2006: 256-259). Lo que es cierto es que Pablo del Águila Martínez
nació en Granada el 4 de diciembre de 1946, hijo de Pablo y Amparo
(María Teresa según una de las fichas policiales que pudimos
consultar).

Cursó estudios de Filosofía en Madrid y en Granada. Fue
detenido en Sevilla el 3 de mayo de 1968 por participar en
manifestaciones ilegales de Comisiones Obreras. Se quitó la vida el 23
de diciembre de 1968.
Sus poemas de 1968 aparecieron póstumamente en una edición
de Poesía 70 bajo el título de Desde estas altas rocas pudiera verse el
mar (Águila, 1973) y, más tarde, todos sus poemas se recogieron en el
volumen Poesía reunida (1964-1968) (Águila, 1989), con prólogo de
Justo Navarro y epílogo de Carmelo Sánchez Muros. Poemas sueltos
fueron publicados en la revistas Poesía 70 (Águila, 1968: 20-21),
Tragaluz (Águila, 1969) y El Despeñaperro Andaluz (Águila, 1978)





Hablando En Torno A No Sé Qué Palabras
Pablo del Águila
Hablando en torno a no sé qué palabras,
a preguntas sin tiempo a pedazos, a marchar porque sí,
porque no quiero y quieres sin embargo.
Preguntando si el cielo y si la tierra
y no sé qué de un mundo que crearon para la muerte nuestra.
Así pasan mis días
y mis noches.
Pronunciando palabras sin sentido –hombre, vivir, naciendo-.
Recordando que tengo entre las manos aire
y que no puedo ser aire yo mismo.
¡Ay mis noches!
Nocturnas noches mías en silencio. Desvelado ante un libro
y una estufa manchada.
Sin pensar en mañana que es viernes, ni en ayer, que era viernes. Me siento ante la mesa
y recuerdo otros tiempos en que todo era nuevo
y encontrar a otras gentes para hablar de lo mismo
que si el hombre, que el mundo…





Hablando de nostalgias y deberes
y de estar harto y de querer venirme
a mi rincón más triste
para soñar un poco en los ecos dormidos de alguna voz sin nombre.
Creyéndome en las noches
que mi ventana es mía y conversar con ella
y con el viento oscuro.
¡Ay mis noches que pasan!
Si fuera siempre noche y la vida se fuese…,
pienso a veces, para volver más tarde a hablar de que si el hombre,
o el mundo, o algunas otras cosas, no son como debieran.
Si alguna vez me siento
o simplemente me fumo un cigarrillo o leo a Jenofonte o el periódico
y escucho luego música
volteando la cabeza para evitar que el humo me penetre en los ojos
y así lograr que el humo no me venga a los ojos
y de este modo hacer como que lloro gracias al humo denso
que me vino a los ojos.
Así. Cuando me quedo volteando la cabeza
para saber de dónde ya no vendrán más tiros
o para ver si puedo impedir los tiros, me matan más personas
porque es el caso que ya no tengo amigos de tantos como matan.
Así. Cuando reposo en pie
o adustamente salgo para buscar náufragos
y mirar de camino la cartelera del cine.
Así también, en fin, cuando me clavo
la mano izquierda sobre el pie derecho para ver
qué impresiones soy capaz de sentir y, como al paso,
limpiar de mi conciencia los terribles pecados de la carne.
Entonces, lentamente, mirando bien de no matar hormigas
ni destrozar el césped,
me enrosco, lentamente, como digo,
y me voy enroscando lentamente
y espero así, cerrando bien la boca para tapar la risa,
a ver si exploto un tanto
o si reviento un poco y así, desesperadamente,
llevarme yo conmigo muchos clavos, tuercas, tornillos,
teclas lubrificadas pulcramente,
magníficos botones de chaqueta, todos ellos con cara,
piernas, brazos, licencia de pistolas, pasaporte
y hasta esposas rellenas de merluza
que les limpian la mugre de los años pidiendo libertad
para ser un poco más idiotas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario