Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 3 de septiembre de 2011

831.- ROSARIO ALONSO


Rosario Alonso nació en Granada (España). Es Licenciada en Psicología por la Universidad de su ciudad natal. Cuenta además con estudios de Criminología por la misma Universidad.

Pertenece al Colectivo “Puntos Subversivos” de Gijón, y es colaboradora de la revista literaria “Kalepesia”, editada por la Sociedad Cultural Gijonesa.
Colabora con la revista multitemática, de las ciencias, las artes y las letras, “Alkaid”, editada por la editorial del mismo nombre (todos los artículos están escritos por catedráticos universitarios y expertos de reconocido prestigio). Dirige y presenta el programa de radio “Versos al Aire” en “Onda Maracena Radio” (Granada) y colabora en los espacios culturales de la emisora.
Es Coautora del libro “Mujerarte” (2008), editado por el Ayuntamiento de Lucena (Córdoba) y Coautora del libro “Premios Ateneo” (2008), editado por el Ateneo de Sanlúcar (Cádiz)
Ha obtenido diversos galardones, resultando:
- Ganadora del “XI Certamen de Poesía y Narrativa” del Ayuntamiento de Ciudad Real (2007), en la modalidad de Poesía.
- Primer premio del “VIII Certamen de Poesía José Mª Campos Giles” (2007), del Ayuntamiento de Campillos (Málaga)
- Ganadora del “VI Certamen de Poesía Victoria Kent “( 2007), de Rincón de la Victoria (Málaga)
- Accésit en el “XI Certamen Poético Pepa Cantarero” (2007) del Ayuntamiento de Baños de la Encina (Jaén).
- Mención Especial en el “II Concurso Internacional Literario Jirones de Azul” (2007), de la Editorial del mismo nombre.
- Ganadora del “XI Premio de Poesía Ateneo de Sanlúcar” (2007) de Sanlúcar de Barrameda” (Cádiz).
- Primer premio en el “XV Premio Literario MujerArte” (2007) del Ayuntamiento de Lucena (Córdoba)




Ojos de perro azul

(Inspirado en un relato de Gabriel
García Márquez de título homónimo)

Llega a hurtadillas el sueño que emboza mis instintos,
en el manto tibio de la noche, que irremediablemente nos acerca.
Es en este segundo donde me pierdo abriendo una ventana,
para que entre por mi estancia todo tu ser de golpe.

Y así, irrumpiendo en tus confines
mi lengua cautiva abre la puerta a las palabras clave,
que alargan sus brazos rozándote la esencia.
Ojos de perro azul, le grito al viento.

Levito por el filo ardiente de todos los ocasos,
siguiendo la estela del sueño donde al final revives.
Y una vez aquí, en este hueco del tiempo que nos mece
donde se abre la piel amplificando sentidos,
quedan fuera de horario todos los relojes.
Ojos de perro azul, le grito al tiempo.

Ya sé que al despertar seré una mueca de niebla,
un borrón tachado en tu agenda matutina,
y como un rumor cristalino que intuyes levemente
volveré con cada luna a reencontrar latidos,
que alarguen su pulso por las horas en que más te necesito.

Ahora, te evaporas si me acerco hasta tocarte
y mis dedos se quedan encendidos,
ardiendo con la llama que calienta la estancia,
con la almohada revuelta en mi memoria
donde sangra el eco dormido de tu olvido.
Ojos de perro azul, grito al silencio.








Aprendiste

Aprendiste a cortar las alas a la víspera del sueño,
a encadenar pesados eslabones sobre tu almohada,
a esperar ajenas ilusiones que nunca tendrán nombre.
Y bailas, sobre el cadáver de tu miedo solitario,
una danza triste que deshace los compases.

Instruidos van tus pasos en los ritmos vagabundos
y miras por un cristal ahumado que empaña los colores,
y hablas sin saliva, como el clon de una lengua muerta.
Cantas a la luna nueva como un animal herido
en medio de la noche que te dona su ceguera.

Aprendiste a desaprender los brillos de los días
y a interpretar guiones escritos para otros.
Obediente te agazapas en las claraboyas del silencio
poniendo barrotes a cada intento de huida.

Olvidaste como se cortan las cuerdas de la marioneta.







El tiempo detenido

Se ha cambiado tu risa por esa mueca hierática
que invita al hielo a beber de tus labios.
Tu boca muerde el silencio de otra tarde agónica,
y el péndulo del alba detiene otro latido
para que tú lo recojas.

Se ha marchado el brillo de tus ojos lejanos
tras la estela negra de un perdido cometa
y ahora el turbio cielo se pinta de tu rastro.
Te quedan entre los párpados las ráfagas del llanto
nutridas de un sabor tan tristemente amargo
que se envenena a sí mismo.

Tu corazón dirige el eco de una música negra
y otro dolor que canta se siembra en tu pecho
germinando espinos que pinchan los latidos.
Huracanes de duelo florecen en los cielos.
La luna conmovida esconde la cabeza, para no herirse
de ese canto fúnebre que ahuyenta a las lechuzas.

Tu paso cansado como un luto de plomo,
va al ritmo del reloj que nunca avanza.
Se ha detenido el tiempo y todo es lento, muy lento,
y las noches son un pozo sin fondo que te llaman.
Noches con lenguas en todos los rincones
de una casa que grita silencios,
y escurren lágrimas por los percheros
que tienen colgadas las máscaras del frío.








La rutina

La rutina se interroga en las esferas minimalistas
con los acertijos colgando de los pies de los relojes
y se descuelgan sus hilos en las horas de araña.
Se rasga el aire a cada golpe de péndulo
y se abre una herida en los minuteros.

La noche se derrumba del peso del cansancio
y la luz mas liviana es una máscara oscura
que viene a disfrazar las horas venideras.
Un martillo aporta su golpe seco a los instantes
y se oye un rugido interno en las paredes.

Una taza de café eleva su aroma de tierra mojada
y salen arbustos por la nariz del aire.
Unos ojos soñadores se posan en el mar
y brota césped húmedo de la arena.
Una voz melosa quiebra con ritmo un poema
y divide el espacio en dos mitades.

Mientras, cae la tarde y se rompe una pierna






Se puede

Se puede descoser el filo de los días,
dibujarles otra forma con nuevos pespuntes.
Rescatar los trozos de piel que fueron indultados
y han quedado atrapados en los almanaques.

Se puede reeducar las manos, hacerlas tejedoras,
hoy se sienten huérfanas de acariciar lo inerte,
hacerlas ahuecadas y que atrapen lo intangible.
El rastro de los sueños viaja entre los dedos.

Se puede llenar la boca de caricias prohibidas
masticando segundos que crujirán entre los dientes
Nos viene todo el sabor condensado en alambiques.
y el paladar nos regala la pulpa de una fruta.

Se puede rescatar un sentido a la vida
que descuelga por los hilos de una araña
un sueño dormido que se despereza.








Con signos de puntuación

A veces camino lenta, nebulosa,
flotando dentro de mi historia, como una pausa,
y me vuelvo la coma en las páginas de la existencia.
Me calzo unas zapatillas de ballet con los pies del tiempo
y sobre los algodones de las horas levito de puntillas
sin mas designio que ser un descanso en la coreografía.

Otras veces subo a un columpio de riesgo
apostando la calma que me sobra,
y aparezco como una interrogación mareada en el carrusel de los años
con la adrenalina en marcha rugiendo por las venas del presente,
con las dudas latentes en los giros de vértigo de los calendarios
que dejan su pesadez hundida en las huellas de la vuelta de tuerca.

Algunas veces me desdibujo en las sombras
con las maletas difuminadas en todos los destinos,
y me convierto en una hilera de puntos suspensivos alargada en el tiempo,
con el peso de la espera que se vuelve compacta
para caerse de bruces sobre el tren del instante
que se escapa hacia otra estación sin nombre

Pero siempre,
soy el eco de un paréntesis que corre a destiempo detrás de las palabras,
soy un punto final que se prorroga.






Realidad del delirio

Se enfrenta a cada paso
con la duda que precede a su sandalia.
Le cae como lluvia de olvido
todo el tormento, hasta quedar calado.
Su piel se impregna de la frialdad
de una noche de invierno.
Y los recuerdos se derraman
en un césped de mármol.

Surgen formas que sólo él reconoce.
Su significado sujeto al delirio.
Interpretaciones que emigran con figuras etéreas.
Una campana invisible lanza su sonido hueco
sobre el dintel de la puerta.
Parece que anuncia la muerte.

Todo se impregna del eco metálico
que anuncia la llegada de alucinaciones.
Y sin poder evitarlo los agudos sones
rodean la estancia martirizando.
Una risa estática se inmortaliza en el rostro.

Se transmutan las horas
en atemporales dimensiones.
Nada es lo que es y todo tiene su sentido.
Pesadillas que venden sus manos
a un precio muy caro.
Todo se vuelve niebla y nebulosa.
Es el fin que nunca acaba.
Pero siempre queda un hueco
para ser un Quijote altivo.

Y lo veo engullirse la noche
con un resto de alegría entre los dientes.




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