Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 24 de octubre de 2011

879.- JOSÉ G. LADRÓN DE GUEVARA


José G. Ladrón de Guevara nace en Granada el día 5 de junio de 1929. Funda y dirige, con Rafael Guillén, la colección “Veleta al Sur”. Pertenece al grupo “Versos al aire libre”. Colaborador de los periódicos granadinos Ideal, Patria y Hoja del lunes. Participa en las Jornadas granadinas en la UNESCO, París. Organizador, con otros escritores, artistas e intelectuales granadinos, del primer homenaje público a Federico García Lorca en Fuente Vaqueros. Colabora en la redacción de la “Enciclopedia de Andalucía”. En 1979 es elegido senador del PSOE por Granada, y reelegido en dos legislaturas posteriores; integrándose en las Comisiones de Educación, Cultura y Asuntos Iberoamericanos.

Libros de poesía publicados: Tránsito al mar, Mi corazón y el mar, Solo de hombre, Romancero de la muerte del Che Guevara, Cancionero / Sur, El corazón en la mano, A tus manos me entrego y Fuego graneado. Ensayo: La malafollá granaína. Relatos inéditos: Los fantasmas de Granada y La que me salió rana.






SOY UN HOMBRE DE SECANO

Soy un hombre de secano.
Muchos años de sequía,
veintitantos, día por día,
me encadenaron la mano
a esta vida de barbecho.
Miro al mundo; ya está hecho.
¿Yo que le puedo añadir?
Por algo soy español:
buscaré un rincón al sol
para ponerme a morir.








SI YO DIGO

Si yo digo: me duele la cabeza.
Si yo digo: me gusta esta muchacha.
Si yo digo: me acuerdo de mi padre.
Lo he dicho todo y nadie me conoce.

Me pongo por delante de los otros.
Me retrato de cuerpo muy por dentro.
Me entrego desde el acto de mi origen.
Pero nadie me entiende lo que digo.

Nadie accede a mirar por mi agujero.
Nadie acude a mudarme la tristeza.
Nadie asume mi gesto cuando sufro.
Nadie advierte mi amor por las hormigas.

Vivo sólo de apenas mi presencia.
Mi descuido. Mi error. Mi aburrimiento.


















DONDE ESTUVO TU CUERPO

Donde estuvo tu cuerpo queda un rastro;
una especie de música, fluyendo
como canta la lluvia sobre el mundo,
se adormece la luz bajo la tarde,
se pronuncia el dolor contra la vida.

Donde estuvo tu cuerpo se amontona
una altura de nieve inaccesible;
una forma de estatua transparente;
un estruendo de sol a quemarropa,
y algo así como un viento fusilado.

Donde estuvo tu cuerpo yace un hombre.
Brotan hierbas lo mismo que recuerdos.
Se congrega un silencio repentino.
Prolifera un ciprés hacia la noche.
Se propaga un color melancolía.

Donde estuvo tu cuerpo yo me quedo
como un resto de sobra para todos.
Mastico soledad. Fumo tristeza.
Bebo llanto. Me asomo a tu memoria.
Y hace falta valor para estar vivo.

Donde estuvo tu cuerpo permanece
para siempre la causa de mi vida.
Cuaja un golpe de sangre a borbotones.
Petrifican su historia los minutos.
Se derrumba mi voz. Me quedo ciego.





EL AGUA Y LA PALABRA





LA lluvia se ha volcado sobre un grupo de niños.
Los niños se apretaron donde no alcanza el viento.
El viento empuña un palo persiguiendo a los gatos.
Los gatos se defienden subiéndose a la luna.
La luna se entretiene charlando con un guardia.
El guardia considera que le aprieta un zapato.
El zapato solloza cuando mata una hormiga.
La hormiga regresaba de la copa de un árbol.
El árbol se ilumina colgándose de un trueno.
El trueno cierra el ojo perpetuo de los peces.
Los peces desgraciados se arrojan a la arena.
La arena, desde lejos, recuerda a una muchacha.
La muchacha se duerme de espaldas al espejo.
El espejo se muere, convirtiéndose en lluvia.
La lluvia se ha volcado sobre un grupo de niños.








SUBO al aire dorado que te envuelve,
lo respiro y obtengo tu alegría.

Bajo al pozo de aroma donde duermes
y en tu espeso calor me deshabito.

Subo al modo de hablarme, cuando afirmas
que amarnos se deduce de un milagro.

Bajo al agua celeste de la tarde,
donde acodas tu risa anaranjada.

Subo al nublo que obtura tu horizonte,
tú prosigues después de la marea.

Bajo al pie de la arena: tus palabras
son los peces perdidos y olvidados.

Subo al humo de un barco que se aleja.
Tú viajabas y, acaso, yo muriendo.

Y bajo al corazón del oleaje.
(El mar sube dos dedos de amargura).







HASTA mi llega el brazo
de la nieve más alta.
(Mi corazón se enfría
bajo un cielo que abrasa.)
Hasta mi sube el grito
más profundo del agua.
(Mi corazón se quema
sobre un vidrio de escarcha.)
Corazón mío.
De sol y nieve.
Caliente y frío.








YO planté mi corazón
sobre tierra de secano,
y el calor me lo secó
a la mitad del verano.
La culpa la tuve yo.







(Alfonsina y el mar)

CERRÓ el libro, los ojos, la cortina,
la lámpara, el armario, una carpeta,
el álbum de la infancia. Y la maleta
con el nombre borroso de Alfonsina.

SE miró en el espejo de su mano.
Sonrió de tal modo que alumbraba
lo oscuro de su casa. Resonaba
por la noche el rumor del océano.

Dejó dicho que nunca volvería.
— Si llama quien tú sabes, que me he ido.
Y se fue, paso a paso, hacia el olvido
por el largo arenal de su poesía.

(Como un libro de lluvia, sobre el mar,
Alfonsina se abrió, de par en par.)







(Certidumbre del mar)

LA evidencia del mar no es la marea
ni el asalto contínuo de las olas.
Fue la nave de Ulises, navegante,
trazando el horizonte, reduciendo
las distancias del mundo a singladuras,
arribadas, anclajes, cabotajes.
Fue Alfonsina, flotando a la deriva
como un buque fantasma entre la niebla.
Magallanes, que zarpa y no regresa.
El terco y valeroso violinista
del “Titanic”, tocando hasta el acceso
del agua al interior de su instrumento.
Porque el mar se inaugura con la muerte
del primer marinero que naufraga,
y aparece en la orilla, ya sin barco,
a bordo de la espuma que lo lleva.
El mar no existiría sin los hombres
que surcaron su anchura, prolongando
los caminos más largos de la Tierra.







(El origen de la vida)

DESDE el mar viene la vida,
y al vaivén de su oleaje
desemboca en el paisaje
de la Tierra Prometida.
Gota a gota, conducida
por el viento, se derrama
sobre el silencio, y proclama
la primera primavera.
Cuando se enciende, y prospera,
la vida. Como una llama.

Como un fuego forestal
la vida se multiplica.
Se propaga y edifica,
sobre el suelo vegetal,
la historia del animal
que con el hombre culmina.
Y con el hombre camina,
día a día, paso a paso,
hasta el penúltimo vaso
de agua fresca y cristalina

Mientras transcurre el viaje,
y pues el agua es la vida,
no la demos por perdida,
defendedla, con coraje.
Yo siempre, por equipaje,
llevo un sorbo de agua clara
por si no lloviera. Para
calmar la sed. Por si acaso
me equivoco, pierdo el paso
y el amor me desampara.






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