Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 10 de diciembre de 2011

1083.- MANUEL MUÑOZ JURADO


MANUEL MUÑOZ JURADO. (1906-1975).

El más popular de los poetas prieguenses, con un fino sentido de la crítica, el humor y la ironía.


© Enrique Alcalá Ortiz

Nació Manuel de Santa Áurea Muñoz Jurado[1] en Priego de Córdoba el 18 de agosto de 1906 con una deformación de la columna vertebral, enfermedad que condicionaría su vida y personalidad, no llegando a alcanzar 1.50 metros de estatura, por lo que logró librarse de servicio militar. En su infancia recibe sólo instrucción elemental que completó con lecturas de algunos clásicos y de periódicos en sus largas estancias en el Casino de Priego. Ya joven, logra emplearse como jubilado en una sucursal del Banco Central. Cuando tenía 42 años contrae matrimonio con Lucía Aguilera Ávalos. Consigue la jubilación con 46 años debido a la escoliosis convexa progresiva que padecía. Para ayudarse en la exigua pensión se hace representante de comercio en el sector de comestibles ingresando en el Colegio Oficial de Agentes Comerciales de la provincia de Córdoba, actuando siempre con una honradez intachable.

De soltero, y ya casado, vive en la casa familiar de la calle Acequia y por los años sesenta se traslada a la calle Horno Acequia. Viaja por estos años frecuentemente a Sevilla a casa de una hermana de su mujer y finalmente compra un pequeño piso en la capital hispalense adonde se traslada en 1973. Los últimos años de su vida transcurren sin sobresaltos en esta ciudad, cuidado por su esposa, y sus cuñados, José María y Carmen, hasta que fallece el día 22 de enero de 1975, siendo enterrado en el cementerio sevillano de San Fernando.

A pesar de su figura deformada y poco agraciada a primera vista, con su inteligencia, sus bromas, dichos y natural simpatía lograba atraerse a todos los que le rodeaban logrando muy frecuentemente ser centro de la reunión. Era normal en él hacer bromas sobre su persona, lo que indudablemente tenía que producirle efectos beneficiosos a su estado de ánimo. En vez de echarse para atrás dio un paso adelante para que su carácter y personalidad no fueran parejos con su tara física.

Por las corridas de toros sentía verdadero apasionamiento y en el torero Manuel Benítez “El Cordobés” encontraría un ídolo al que seguiría con verdadera adoración durante toda su carrera. Le dedica artículos, mantiene polémicas, escribe poesías y funda una peña con su nombre. Otra de sus aficiones favoritas fue la música. Aunque sin profundos conocimientos musicales llegó a tocar la guitarra, bandurria, violín y el piano. Referente a esta afición solía decir:"(...) estas cosas de la música y el cante me agradan muchísimo porque todo viene a unirse a la poesía.” Fue fervoroso hermano de la Virgen de la Aurora (llegó a dirigir la rondalla) saliendo tocando durante muchos años la noche de los sábados por las calles del pueblo. Para esta hermandad compuso varias coplas. Igualmente formaba parte del grupo de la Vía Sacra y tocaba en las funciones solemnes de mayo. Era miembro de muchas cofradías prieguenses y asociaciones benéficas por lo que consiguió una gran cantidad de amigos que siempre gozaban con su presencia.

Desde joven empezó a aficionarse a la poesía. Sus primeras obras conocidas son letras para las murgas de los carnavales que se celebraban antes de ser prohibidos por Franco y letrillas romanceadas al estilo de los cantares de ciego siempre con temas de sucesos locales, bien políticos, amorosos o sangrientos. La radio recibió igualmente muestras de su creatividad. Colabora con guiones, textos para anuncios publicitarios, contando chistes recitando sus propias obras con las que consigue mucha popularidad.

Su afición al teatro le hace escribir y ser representada por sus paisanos en 1941 la obra en prosa “Vicentillo el carbonero”: Animado por el éxito, al año siguiente vuelve a los escenarios con la titulada “Tres desgracias con suerte” donde el éxito local vuelve a sonreírle. Su última obra dramática la representará en 1947 con el título de “Trece y martes”. En estas obras de gran sabor costumbrista, al estilo de los hermanos Álvarez Quintero, presenta sencillos temas amorosos, el hambre de la posguerra, retratando el ambiente de la época con fuertes contrastes sociales.

La fama conseguida en la localidad se acrecienta cuando empieza a publicarse en 1952 la revista semanal “Adarve”. En los dieciséis años de existencia de la primera época, animado por su director José Luis Gámiz Valverde con el que mantenía una gran amistad, publica más de cien obras, en verso casi todas, pero también en prosa. Sus escritos conectaban de una forma admirable con el público, y muchas de sus poesías se publicaron varias veces, lo que animó a editarlas en hojas sueltas que solía vender. Se hicieron famosas y populares muchas de ellas como “La feria y el cortijero”, “La Semana Santa y el cortijero”, “Las calles de Priego”. “La matancica”, etc. que presentamos en esta antología. Consiguió ser corresponsal de la revista “Semana” y recibió un premio en un concurso literario celebrado en la localidad de Pasajes (Guipúzcoa.)

En la obra de Manuel Muñoz Jurado podemos destacar la simplicidad de sus estructuras, casi siempre coplas. Sus poemas son coplas con rima diferente dentro de la misma unidad temática. Excepcionalmente usa la quintilla, la cuarteta o la redondilla. Sólo le conocemos un soneto y alguna otra composición de arte mayor, no usando jamás el verso libre.

Sus poesías son las íntimas palpitaciones de un alma del pueblo, que se ríe de lo sencillo, siendo testimonio de una época de una cultura, con un estilo fácil, sin pretensiones literarias, con un lenguaje coloquial. Su objetivo no es hacer la obra maestra, sino hacer reír. Busca la antítesis, el contraste para que con la sorpresa, brote la risa y la carcajada más sana. Llega al lector haciéndole pasar un rato agradable con un humor ingenuo, lleno de anécdotas, disparates y paradojas.

En el conjunto de sus temas sobresalen los dedicados a la localidad. Las calles de Priego y sus monumentos destacados como la Villa y Fuente del Rey son objeto de su atención aunque sus cotas más altas la consiguió con las dedicadas a la feria y a las fiestas, siendo en 1954 cuando publica La feria y el cortijero, una estampa fotográfica de las atracciones feriales de entonces que va contando a su padre un asombrado joven cortijero, usando recursos dialectales que ya hiciera famosos José María Gabriel y Galán y que en Priego fueron empleados con maestría por José Serrano Aguilera, presbítero. Debido al éxito, el mismo esquema lo usa en La Semana Santa el cortijero que completa con títulos como Historias de un romano y Los romanos de Priego. Historia en sus poesías los sucesos locales más sobresalientes como el derribo de la Cruz de la Aurora, el traslado del busto del Obispo Caballero, la crisis de nuestra industria textil, las corridas de toros, la farola de la plaza, apertura de nuevos de bares, los tesoros árabes encontrados en la Cava, entre otros, así como de la vida ordinaria como el coste de la vida, filosofía y moral, de contenido político, como las que dedica a la recuperación del Peñón de Gibraltar. Otro apartado lo forma las dedicadas a una persona como homenaje, las religiosas, chistes en prosas y su crítica literaria. Destaca con sus historietas que suele subtitular con cuentos. En Antoñillo y Bartolo, imprime una ternura suprema con el habla y hazañas de dos párvulos, mientras que en el titulado La matanza una abuela va contando a su nieto las excelencias de sacrificio del cerdo, empleando reiteradamente el sufijo “ico”, para provocar la risa.

Sobresale por la facilidad con la que conectó con su pueblo, por lo que sin ser un poeta culto consiguió que sus poemas corrieran de boca en boca y esto era fue así por el carácter popular de sus temas impregnados del entonces rico cancionero popular.

Él mismo conocía el impacto que producían sus apariciones en la prensa local como se refleja en esta estrofa en la que se compara con uno de sus ídolos:

No soy hombre de ciencias y letras,
que soy de poco saber,
pero cuando escribo algo
formo la del “Cordobés”.

Algo que ningún otro compositor prieguense ha conseguido hasta ahora.


[1] Comentario y poemas tomados del libro “Manuel Muñoz Jurado. Poesía, artículos, teatro”. Edición de Enrique Alcalá Ortiz y Miguel Forcada Serrano. Asociación Cultural “Adarve”. Priego de Córdoba. Año 1990.











LA FERIA Y EL CORTIJERO (y otros poemas)

Composiciones famosas de Manuel Muñoz Jurado: "La Feria y el cortijero",
"La Semana Santa y el cortijero", "El pavo de Navidad" y "La Fuente del Rey".
MANUEL MUÑOZ JURADO

LA FERIA Y EL CORTIJERO

Un cortijero muy joven
tunillo y modernizado
vino a la feria este año
quedando de ella asombrado.

Loco de contento vuelve
al cortijo emocionado
a contárselo a sus padres,
lo que había disfrutado.

¡Jozú, papa, qué bullicio!,
con to aquello funcionando:
las calles llenas de gente
con artavoces zumbando.

Unos comen papas fritas,
otros el helao chupando,
otros vendiendo corbatas
y to el mundo trajinando.

Llenito to de cachuchos
que no cabía un garbanzo;
y de turrón más que nunca
tos los puestos rebosando.

Me jarté de tejeringos
con chocolate pelando.
Me monté en los caballicos,
y me subí en el látigo.

Nunca lo hubiera yo jecho
meterme en aquel trajín;
el estógamo se puso,
inframao como un cojín.

Degorví toa la comía
con el látigo infernal;
los tejeringos llegaron
al tejao del sacristán.

Cuando ya me serené
de aquel terrible mareo
me curé con un TAN TAN
y me jui hacia el Paseo.

Allí se estaba en la gloria
con aquellos riflertores
cuajaíco de muchachas
más bonicas que las flores.

Había un jardín por dentro
con muchas flores y prantas;
en el techo farolicos
con luces verdes y brancas.

Bailaban allí toiticos
sobre una juente mu larga;
¡qué bonico estaba aquello
con los chorricos del agua!

De momento me acordé
de la estauta del Obispo[1].
El probe, qué malos ratos
le dan estos zeñoricos.

Este año lo han tapao
con un techo de cañizo;
con la zayuela liao,
y dos orzas de chorizo.…

Vide unos forasteros
que me dio mucha risica;
las mujeres con carzones,
y los jombres con rajica.

Las gentes visten acina
porque acina sopra el aire;
y está el mundo ajemellao,
que no lo conoce naide.

Er dinero hay que gastallo
y no ser ya tan mojino;
porque no se sabe papa,
lo que viene por camino.

Aluego me jui volando
por el Llano a ver el circo;
aquello tiene mandanga
¡jozú, papa, qué bonico!

Unas mujeres había
por lo menos veinticinco;
corrían sobre la nieve,
sin menear el jocico.

Llevaban unos carricos
ataícos a las patas
y corrían sin caerse,
que iban como las balas.

Otra mujer casi esnúa
andando por el alambre
con mu poquitilla ropa,
como si juera acostarse.

Un saltarín dando trechas
jugando con un payaso,
era reventar de risa
¿jozú, papa, qué feriazo!

Te cuento papa y no acabo
estamos perdiendo el tiempo;
encerraos en el cortijo,
con lo que hay en el pueblo.

Semos unos desgraciaos
y mus tratan como payos;
y acá teniendo jineros,
debemos e disfrutallos.

Papa, ¿no te gusta el cini,
y tomarte una Citrania
en ese bar tan bonico
que le llaman bar el Xania?

Papa, vende la yunta
la cochina y el borrico
y compra una casa en Priego,
que quiero ser zeñorico[2].










LA SEMANA SANTA Y EL CORTIJERO

Papa, te voy a contar
lo que es la Semana Santa
porque esta fiesta de Dios,
la llevo dentro del alma.

La tarde del Jueves Santo
que es tarde de sentimiento,
se celebra en la Carrera,
el hermoso Prendimiento.

Los apóstoles asoman
los doce con el Señor
el uno detrás del otro,
con dulzura y con amor.

Sube el Señor despacico
sobre un tablao de maera,
y empieza allí mesmico
lo de la parte primera.

Los apóstoles se parten
de seis en seis en ca lao;
con una humildad tan grande
que te queas escuajao.

El Señor se pone en medio
y con mucha devoción,
va repartiendo a peazos,
la torta del mojicón.

Van cogiendo callaícos
uno a uno, su ración;
menos uno con mal genio,
que la coge al rebatón.

Este robón que jacía
estas cosas al Señor,
si no me equivoco, papa,
era Judas, el Traidor.

¡Dicho y jecho, papa mío!
En aquella hora tierna
en que naide lo esperaba,
llegó con una linterna.

Busca que busca, temblaba.
La noche se vino encima;
cuando lo encontró les dijo
a los sayones asina.

«A ése que le dé yo el beso
que tiene ese largo sayo,
ése es Jesús Nazareno.
Aprendello y amarrallo».

El cuerpo se me escompuso
de ver a tanto sayón;
porque aunque fuera de broma,
me dio pena y compasión.

Qué sentimental y triste
es la historia del Señor;
para salvar a las criaturas,
hay que ver lo que sufrió.

En Jesús en la Columna
se refleja el sufrimiento
cuando sale en procesión
la noche del Prendimiento.

Se le ven hasta las venas
los huesos, los cardenales,
qué escultura más divina
qué propia estaba su imagen.

Y forman su procesión
dos filas muy serenicas,
de blanquitos penitentes,
que paecen palomicas.

Y vamos al otro día
que es día de Viernes Santo;
lo más grande de este pueblo,
la procesión del Calvario.

To er mundo vestío de nuevo
con el mejor atavío;
ricos y probes gozando
en medio de aquel gentío.

El pueblo jecho una masa
llenico de forasteros;
y del campo se veían,
toitícos los cortijeros.

Se oyen con su tambor
más de treinta bacalaos;
van pegando trompetazos,
en busca de los armaos.

La Cruz de la Iglesia
viene seguía del escuadrón;
camino de San Francisco,
en busca la procesión.

Como un sol de primavera
Jesús por la puerta sale;
¡Dios mío de mi corazón
Ya está Jesús en la calle!

Si vieras, papa, qué hermoso
aunque tú lo tienes visto;
a Jesús el Nazareno,
en sus andas tan bonico.

Con esa Cruz y ese pelo
y ese mirar tan airoso:
con ese manto bordao,
tan morao y tan garboso.

Mira, qué causa respeto.
Mira qué causa fervor;
da gana de dalle un beso,
porque es el propio Señor.

Yo no sé que es lo que tengo.
Yo no sé lo que me pasa;
estas cosicas de Priego,
me traen de cabeza, papa.

A mí me gusta to esto
más que la feria un peazo
tengo, papa, una alegría,
¡Ay, qué Semanansantazo!

Al llegar casi al Palenque
el capitán del plumero,
dice mandando a la gente:
«¡Escuadrón, paso ligero!».

Unos corren por allí
otros por el Caminillo;
el pueblo detrás de Él,
hombres, mujeres, chiquillos.

Las criaturas enloquecen
con vivas de corazón;
al verlo allí en el Calvario,
echando la bendición.

Era pa verle su mano
girando como un lucero;
que parece la movían,
los angelitos del cielo.

Con Jesús están presentes
junto a su mismo laíco,
la Virgen de los Dolores,
y el probe de San Juanico.

La Virgen mira a Jesús
sin mover una pestaña;
¡esto del Calvario, papa,
es lo más grande de España!

Y ya está to bendecío
pa que florezcan los campos;
y también ha bendecío,
a los niños los jornazos.

Aquí termina su obra
y lo bajan tan sereno;
¡Papa, qué me vuelvo loco!
¡Viva Jesús Nazareno!

Aluego en la calle Río
rejunta la formación;
se ponen tos en su sitio,
penitentes y escuadrón.

Empieza la campanica
y el hombre que da el pregón,
dice cosas mu bonicas,
del libro de la pasión.

Al poquillo una saeta
que sale del corazón,
acaba en vivas y gozos,
a nuestro padre Jesús.

Al pronto sale una orquesta
tocando con suavidad,
una cosa mu melosa,
que ya me acuerdo. ¡Verás!
Tu ru ru ru, tu ru ru...

¡Papa, ¿no ves qué milagro?
Esta música lo canta.
Compra una casica en Priego,
pa ver la Semana Santa.

¿No te conmueve Jesús
con esa cruz y ese pelo
que te da aceite to el año,
y te llena los graneros?

Papa de mi alma, ¿qué esperas?
¡Ezapata ya el talego!
Dile a mama que se arranque,
y vamunos tos pa Priego[3].















EL PAVO DE NAVIDAD

¡Nochebuena qué delicia!,
noche de amor familiar,
con cante de villancicos
que anuncian la Navidad.

Todo es placer y alegría,
todo es dicha en el hogar:
se celebra con manjares
en toda la cristiandad.

Pero no es todo alegría,
os lo voy a demostrar:
pues mientras unos disfrutan
otros tienen que diñar.

La víctima ¡pobrecilla!
ya saben la qué será,
igual que todos los años:
el pavo de Navidad.

La muerte la tiene encima,
pobre pavo, ¡ay qué ver!,
que corre la misma suerte
del cerdo de San Andrés.

El garullo con nobleza,
resignado sin igual,
se entrega con entereza
al festín de Navidad.

Antes, por calles y plazas
ha tenido que cantar;
guiado con una caña,
por si lo quieren comprar.

Los chiquillos le han silbado
y con prueba de amistad,
se puja, muy colorado,
y les dice con bondad:

«Guru, guru, guru, guru.
Soy de vosotros manjar;
con estos muslos y alones,
los dedos vais a chupar.

Que viene de tradición
el morir con desconsuelo;
¡sino de generación,
empezando por mi abuelo!

Si hubiera nacido hombre
bien me pudiera salvar;
pero nací de otro pavo,
y me tengo que aguantar.

Me degüellan sin razón
sin esperanza ninguna;
me pelan como un cazón,
que no me dejan ni pluma.

Mientras tocan la zambomba
mi cuerpo no existe ya;
pues siempre que nace el Niño
nos liquidan de verdad.

Cuando guisen mi pechuga
salpicada con licor,
dirán todos sonriendo,
¡qué bueno está con arroz!

Y luego hablan de Herodes
aquel rey tan criminal...,
y nosotros, pobres pavos,
nos escabechan igual.

Esto es peor que la guerra,
es morir sin caridad.
¡No dejar un pavo vivo
el día de Navidad![4]».












LA FUENTE DEL REY

Hermosa Fuente del Rey
tesoro de Andalucía;
manantial inagotable,
espejo claro del día.

Por tus caños soberanos
salpicados de armonía
sale tu sangre a torrentes,
llenos de amor y poesía.

Al sentir los surtidores
las alegres golondrinas
bajan a llenar el pico,
en tus aguas cristalinas.

Tu conjunto tripartito
es de parecido igual,
al cuerpo de una guitarra,
con las notas de cristal.

Eres la gloria del pueblo,
su vida y su corazón;
no hay en el mundo venero,
de gemela proporción.

Los campos se ponen bellos
al recibir tu frescura.
Los árboles y las plantas
se revisten de hermosura.

Pero ha surgido una cosa
que no te quiero contar.
El agua que tú produces,
se está poniendo fatal.

Tu caudal es una joya,
con un valor imponente:
pero el agua cristalina,
vale más de lo corriente.

Los pájaros y las flores
que anidan en tu morada,
qué saben ellos siquiera,
lo que vale ya una paja[5].

¿De qué sirve el escuchar
el murmullo de la fuente
si lo que hay que pagar
es de verdad sorprendente?

¿De qué sirve en el verano
ir el fresquito a tomar
si cuando llega el trimestre
tienes que echarte a sudar?

El mismo Neptuno dice,
«tal medida no me place»;
y le pincha a los caballos,
como queriendo combate.

La esposa Anfitrite bella
con la serpiente enroscada
en su carroza suspira,
por la subida del agua.

El León ruge enojado
abnegado de recelos,
porque la suba del agua,
le llega hasta los pelos.

¿Y a dónde me deja usted
a los pobres los lecheros?
Con lo costoso del agua,
salen perdiendo dineros.

Por eso han acordado
el aguar de otra manera;
pues les sale más barato,
echarle de la Casera.

Es la fuente un monumento
y una belleza sin par;
pero tiene ya un impuesto,
que lo vamos a soñar.

Grita la cascada inquieta
en su loco caminar,
como ola embravecida,
en noche de tempestad.

¡Grita, cascada querida,
canta el Porón pon pero.
que nos han subido el agua,
la cosa que yo más quiero!

Y canta el Rey de las aguas,
y también canta el León.
Porque vale más el agua,
que el agua de Lanjarón[6].

[1] La caseta de baile se instalaba en el Paseo de Colombia. En esta estrofa hace referencia a dos de sus poemas más populares, ambos titulados «La estatua del Obispo» y que habían sido publicados en 1957 y 1958.
[2] Adarve, 20 de septiembre de 1959, página 5. Y Adarve, 24-8-1976. II Época. Números 7 y 8.
[3] Adarve, 26 de marzo de 1961, página 15.
[4] Adarve, 21 de diciembre de 1958. Número 326-6, página 11.
[5] Una paja era un tubito de aproximadamente un centímetro de diámetro con el que se controlaba la entrada de agua en las casas y que desapareció con la llegada de los contadores.
[6] Adarve, 5 de mayo de 1963. Año XII. Número 553, página 5.









LAS CALLES DE PRIEGO

Composición poética donde se incluyen numerosos nombres
de las calles de Priego, por Manuel Muñoz Jurado.



(Historieta)


Entró Isabel la Católica
por la Puerta de Granada,
después de pasar por Loja
y haber visitado Málaga.

Tres obispos la acompañan
Pérez, Caballero, Albino,
el gran Magistral Romero
y el gran Abad Palomino.

Una banda de Batanes
con un toque nunca visto
alegraban al cortejo
al Compás de San Francisco.

Entre Cana y Montenegro,
Barrera, Polo y Solana
hicieron una tribuna
en el Arco de Santa Ana.

Pedro Ramírez y Estrada,
Lozano Sidro y Morales
cumplimentan a la Reina
con sus cartas credenciales.

El Conde de Superunda
y el gentil Marqués de Priego
se pusieron en contacto
con el Cardenal Cisneros.

Mercedes, Carmen y Angustias
las tres damas querubines
adornan todo el Palenque
entre Flores y Jazmines.

La Reina se recorrió
toda la Huerta Palacio
para subir al Castillo
donde estaba San Nicasio.

Isabel concede Gracia
con poderes que atesora
pues a Álvarez Cubero
le dio la Cruz de la Aurora.

A Ubaldo Calvo le dio
porque le daba penica
un sitio donde vivir:
la Casería Lucenica.

Se les dio pan a los pobres
del Horno Viejo, que alivia,
pero estaba muy Tostao[1]
y resultó de Valdivia.

La Reina se desprendió
de collares y de alhajas
al ver por el Mirador
aquellos pobres de Iznájar.

Les habló de la Argentina
de su paso por Colombia
y al Santo Cristo pidió,
que no se pare la Noria.

Se hizo una calle Nueva
y les dijo a sus alcaides
que le dieran de beber
en el Caño de los Frailes.

Al saber el Buen Suceso
de la llegada Real
los Gitanos y los Locos[2] '
se pusieron a bailar.

Sonaban las Caracolas,
Bailaban hasta los Jarros[3],
y Enmedio de aquel Belén
despertaron a San Marcos.

Esperanza Casalilla
la mujer de Piloncillo
le dio un abrazo a la Reina,
en el mismo Paseíllo.

Y Piloncillo le dice
a su mujer con templanza:
«No te metas en la bulla
Salsipuedes, Esperanza[4]».

La Reina les dijo: «Quiero
a los Molinos bajar
y de paso despedirme
de aquel Ramón y Cajal.

Quiero subir al Calvario
por la promesa que debo
a rezar una oración
por los Héroes de Toledo».

En busca de la Estación
atravesando un Pasillo
su majestad se marchó
por el mismo Caminillo.

Villalta nunca creyó
que la Reina se había ido
y Cañada contestó:
«Con ella todos San Guido».

Virgen de la Cabeza,
Santiago y San Fernando
yo quiero ver a la Reina
porque si no me da algo.

Corre por el Huerto Almarcha
y a las Parras se subió
a ver si la divisaba
y tampoco allí la vio.

Atraviesa el Torrejón,
la Cañada del Pradillo
y los vio que se perdían
por el mismo Bajondillo.

Con qué pena y Amargura
vio a la Reina trasponer,
gritando desde el Adarve:
«¡Viva la Reina Isabel![5]»

[1] La calle «Tostao» se llama hoy «Tucumán».
[2] La calle «Gitanos» se llama actualmente «San Esteban» y la calle «Los Locos» es la del «Marqués de Priego».
[3] La calle «Alonso de Carmona» era la llamada calle «Bailajarros».
[4] «Salsipuedes»» se llamaba a la calle «Alfonso XI».
[5] Adarve, 7 de marzo de 1954. Año III. Número 75, página 7.










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