Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 29 de marzo de 2012

1135.- MANUEL FERNÁNDEZ CALVO



MANUEL FERNÁNDEZ CALVO, nacido en la localidad leonesa de Valencia de Don Juan en 1927, residía en Sevilla desde 1969 y en esta ciudad ha desarrollado toda su labor poética.
Fundador de la Colección y del Premio Ángaro, que lleva editados 137 libros; del premio Nabí y de la Colección Brevior, Fernández Calvo fue autor de una veintena de obras, entre las que destacan «Están lejos los álamos» o «Dios escucha».
Su poesía, según su colega y amigo Francisco Mena Cantero «es honda, humana, pero siempre esperanzada en el Dios que se encontrará con él en el momento de su muerte».

MANUEL FERNÁNDEZ CALVO nació en la localidad leonesa de Valencia de don Juan en 1928, y falleció en Morón de la Frontera (Sevilla) en el año 2007. Sacerdote y capellán del Ejercito del Aire en las bases de El Copero y Morón, en el año 1969 fundó en Sevilla el Grupo y la Colección Ángaro, que tantísimos poetas ha sacado a la luz en sus importantes entregas, que aún siguen. Publicó más de dos docenas de libros de poesía, entre los que subrayamos: "Del corazón acelerado" (1969), "De las memorias del niño que yo era" (1972), "Elegía íntima" (1975), "El dedo en el cristal" (1978), "Parábola de las tentaciones" (1979), "Están lejos los álamos" (1978), "Bazar de la tragedia" (1982) -ya comentado en estas páginas-, "Églogas en el agua del regreso" (1981), "Mar sin orillas" (1980 y 1989), "Equidistante azogue" (1990), "Huellas" (1990), "Y Dios espera" (1991), "Como una mariposa aprisionada" (1996), "Glorieta del 98" (1999) y "Los rezagados" (2001), entre muchos otros.




LOS HERMANOS (1963)






DADME NOTICIA


¿Cómo es Dios? ¿A qué luz de ruiseñores
sabe la voz azul de su caricia?
¿Qué pleamar satisfecha de codicia
sacia en sus ojos plenitud de amores?


Decidme cómo es Dios, oh surtidores
de gracia eternamente vitalicia;
dadme vosotros su cabal noticia,
Generoso, Millán, María-Dolores.


Ya por siempre jamás, sin la angostura
del espacio y del tiempo -¡Generoso,
Millán, María-Dolores!- la hermosura


de Dios gozáis... Mientras solloza en vano
-¿cómo es Dios?- increpando al pavoroso
camino de la muerte, vuestro hermano.






DE LAS MEMORIAS DEL NIÑO QUE YO ERA (1972)






EL ABANDONO


Para mi torpe léxico, Dios era
una palabra fácil
que aprendí muy temprano.


Era la nota fuerte
de mi oración cantada.


Ya jugaba con Ángel cuando supe
que Dios estaba triste
porque tenía un hijo y lo mataron.
Y para consolarle, desde entonces,
los hombres le llamaron Padre Nuestro.


A Dios no le gustaron los paisajes
nacidos de mi cubo
y nunca vino a verlos. Ni a decirme
que jugara a otra cosa.


Yo inventaba alegrías siempre nuevas.
Pero Dios se quedaba
tiñéndoles las alas a los ángeles
para los niños negros,
o prendiendo en las nubes
fuegos artificiales.


Y pasaron los días.


-Dios vendrá por la noche
cuando estemos dormidos.
El balcón era un trozo
de noche recortada.
El viento de verano
se enroscaba en los hierros
como un suspiro loco,
mientras que allá, en la altura,
Dios iba reponiendo las estrellas fundidas.


El cielo se acercaba mansamente
hasta hacerse tan íntimo
como un latir de párpados
a la orilla del sueño.


Ángel y yo fingíamos
un dormir de ronquidos. Pero nunca
vino Dios a besarme con la noche.


Y pasaron los meses
deshojando esperanzas.


Yo era niño y no pude
soportar tanta ausencia.


...Dios era bueno todavía.


Pero estaba muy lejos, como un padre
que nunca regresara del trabajo.






EL SECRETO


Rosaura y Federico no tuvieron
manos para mis manos, aquel jueves,
al llegar al camino de las viñas.


Yo me quedé con Ángel en la yerba primera.
Ellos fueron andando, zarzamoras adentro.


La tarde estaba limpia
y el campo se doblaba
en dulce intimidad, como aguardando
nuestros juegos a solas.


Y abrimos la costumbre.


Medíamos a pies la suerte, pero
Ángel siempre perdía. Y se quedaba
con los ojos cerrados,
indefenso como una flor a oscuras.
Y en apagada búsqueda, extendía
su tantear el aire
como un sonámbulo del gozo huido,
dando vueltas y vueltas
en torno mío sin hallarme nunca.


Por fin yo me dejaba
coger, para fundirnos
en la viva algarada del hallazgo.
Y era total el gozo del encuentro,
trenzándonos los brazos por los hombros
para apoyar la risa.


...Ajenas alegrías desdoblaron
la intimidad del campo, aquella tarde.


Por un hueco sin nido,
nuestros ojos, abiertos al asombro,
se desnudaron de las zarzamoras.


Mi pensamiento habló: -Como nosotros,
están jugando a la gallina ciega.


Decidimos guardarles el secreto.


Un desbocado cascabel de grillo
retozó en nuestra sangre
con ansias de captura,
y rodamos, alegres, por la yerba empinada.
El viento enmarañaba nuestro rumbo
llevándonos a ciegas
donde no estaba el grillo, que seguía
cantando en otra parte.


Se renovaba el juego en contenido
gozo, por cada ruta inaugurada.
Se renovaba nuestra risa, oculta
en el silencio inflado de la boca.
Se renovaba el júbilo rodado
por el cielo y la yerba.
Y el mareo del sol en las pestañas.
Y el grillo en la campana de la tarde.
Y el viento brujulante. Y el alerta explosivo.
Y el índice en los labios.


A punto estuve de gritar "lo tengo",
cuando otras risas nuevas
-en escaso silencio estranguladas-
incendiaron la tarde
al otro lado de las zarzamoras.


Y fuimos presa fácil de curiosa ternura.


Lo comprendimos todo.


Qué alegría saber que los mayores
juegan juegos de niños.


Nos asaltó la noche, de regreso,
por el camino viejo de las viñas.
Nosotros, encogiendo la memoria
en un andar subido, como en sueños.
Ellos, iluminando la absoluta
ceguera de la noche con el leve
susurro de sus voces acercadas.


Cerró una luz -al campo y a la noche-
su puerta en una esquina.


Un íntimo misterio intransferible
nos arropó en la acera de la calle.


Federico y Rosaura se decían
adiós tras de la sombra.
Bajo la luz de los balcones, Ángel
estrechaba mi mano
con seriedad fingida, como un hombre,
bailándole en los ojos el guiño inteligente
de la complicidad en el secreto.


(Qué envidia nos tendrían si supieran
que llevamos un grillo
metido en una caja de cerillas.)






TRÁNSITO


Apareció Rosita
como un sueño intangible.


(Y me nació de pronto
una extraña afición incongruente
a caminar en solitario
y a dar patadas a los botes viejos
tirados en la calle.)


Apareció Rosita como un sueño.


(Y estrené los bolsillos
del pantalón para meter las manos.)


¿Qué misterio se abría en la redonda
serenidad alegre
de mis juegos perdidos?


Ya no me distraían
ridículos paisajes inventados.
Y mi pelota grande
se sintió avergonzada
de sus vivos colores.


Apareció Rosita.


(Y el arte del silbido
inauguró las notas mutiladas
de una canción, acorde
con mis labios sin beso.)


¿Por qué las niñas tienen
el pelo tan bonito?


Piedras catapultadas de mis manos
rompieron la tersura y el silencio
dorado de la alberca.


Ay, Dios, ¿por qué la vida
se riza de repente como un fuego?


Ángel me acompañaba solamente
como un recuerdo en transición de olvido,
desde el momento justo en que Rosita
llenó la plaza de tirabuzones.






EL DEDO EN EL CRISTAL (1978)






VÉRTIGO


En vano grito por saberte. Cruzo
los sedientos galopes del sentido
para apresar
figura,
luz,
orilla.


¿Dónde mis manos invisibles?
¿Dónde
mi límite acaricia tus fronteras?


Un laberinto existencial me acosa,
me enreda en vaciedades, me confunde.


No hilvano la salida.
No me acabo.


Ignoro el marco de mi propio espejo
donde afirmar el vaho de tu nombre.






BANDERA BLANCA


Con mi mano invisible
-la que deja
huella en el corazón
y no en la nieve-
he moldeado un sorbo de blancura
para apagar mi sien.
Acaso el frío
borre los surcos de mi fiebre; acaso
su bandera cobije mi derrota.


Mi corazón y mi cabeza
firman
protocolo de paz en tu silencio.






PAZ


Se me ha dormido tu silencio en esta
postura
de no estar,
de no decirte
por no sentir mi voz.
-En el oído
sólo una tensa oscuridad se escucha,
lijado el tacto en la memoria, vueltos
los ojos del revés
para más mudo,
amordazado el grito de las manos.-


Se me ha dormido tu silencio en este
gesto de ausencia
con que te esperaba.


Ignoro el despertar.


Hoy se confunden
mi silencio y tu voz en el abrazo.


El agua sosegada de tu orilla
rebasó los umbrales de mi espera.






V


Jamás tan íntimo refugio breve
pudiera imaginarte, punto vivo
en encendida plenitud,
surgiendo
de pronto
en la distancia más profunda
de mi propio sentir,
en la más honda
confusión del asombro.


Creces.


Trepas
por el ovillo de mi tiempo. Invades
el concepto oprimido del espacio.
Desdoblas continente y contenido
en la clave extasíada de lo inverso:
eres Tú
la burbuja omnipresente
y yo
la inmensa vaciedad de fuera.


Vacío estoy de mí, pero contigo:
circundando en mí mismo tu presencia
inequívocamente ajena y dentro.
Ni vivir ni morir me sirven para
cerrarme en Ti
desde mi fuera
ahora.
Sólo con tus palabras puedo hablarme.






PARÁBOLA DE LAS TENTACIONES






ME LLEVÓ A LA CIUDAD


La parada.


Todos los días, a las siete en prisa
de la costumbre, cuando el sueño apenas
desdobla el malhumor
y la voz viste
sonrisa urgente para dar los buenos
augurios de rigor y acera, vivo
la tristeza de ser hombre y aparte.


Porque es aquí, cuando el calor se mide
por bocanadas de humo
y los relojes
marcan el tiempo exacto del olvido,
donde la soledad se multiplica
por el convenio de diez mil hogares
abandonados colectivamente.


Aquí termina de pudrirse el beso,
sin salir, el adiós impronunciado
para no despertar, el impotente
grito truncado bajo la bufanda.
Y uno se sabe esquina en pie, tributo
del horario común, cortés rutina,
conocido perfil indiferente,
mientras un frío inaugural resume
nuestra razón de estar en la parada
del autobús, sin nadie:
aquí comienza
la urbana arquitectura del bostezo.
Después el autobús irá fijando
en el cliché de la conciencia, bajo
las frías ventanillas de los ojos,
el subir y bajar interminable
de las gentes que habitan la mañana.
Y sólo quedará (del autobús
en esperanza) un renovado olvido
al alcanzar la meta de salida.


Pero entre tanto, aquí, los minuteros
acechan su llegada con urgencia
desesperadamente antigua; el tiempo
se asoma en la mirada, y desde el pozo
del hastío se empina el horizonte.


Cuando amanece el autobús, comienza
la redención de la ciudad; la prisa
nos embalsama el corazón; se rompe
la mordaza del alma...
Y el asfalto
se bebe nuestras sombras, en un brindis
de masoquismo, cuando la cortante
hoja del freno afeita los oídos
y tala el bosque ingrato de la espera.






NO DE PAN SOLO VIVIRÁ EL HOMBRE




Cuando nada lo nunca ni
(En memoria de Juan Eduardo Cirlot)




Esta palabra mía que ahora digo,
que dije entonces, que diré más tarde:
cuerpo extraído de mi mente para
nivelar al espíritu mi carne,


esta palabra, mineral antiguo
cristalizado en las profundidades
del sueño, como un grito luminoso
que a través de los siglos incubase
calor de alma dolida, transparencia
de fe, talla de amor, brillo de sangre,


esta complejidad y esta concreta
precisión de latidos ancestrales
que dan acento múltiple, variado
matiz, diversa luz: vivo mensaje
del hombre alzado en soledad y alzado
al eco en vertical interrogante,


esta palabra que llegó a mi tiempo
para hallar nacimiento y vida y cauce
y salirse de mí -ya para siempre
mía- y seguir amamantando edades,


esta palabra mía que ahora digo,
que dije entonces, que diré más tarde,
esta palabra
cuando ya no quede
corazón virginal donde posarse
-soledad en demanda de un abrazo
en que fundir dos limpias soledades-
regresará conmigo al infinito
gozo de la palabra innumerable,
...cuando los matemáticos cerebros
electrónicos
dicten funerales
en cifra
por el último chispazo
de gracia intelectual, cuando la madre
tierra
no sienta la caricia alada
de un hogar en amor, cuando la clave
del tiempo
no descifre la alegría
de vivir, cuando el límite entrañable
del espacio
no albergue una esperanza
de transcender sus tridimensionales
premisas, cuando el alma lleve nombre
de producto industrial en el envase...






ÉGLOGAS EN EL AGUA DEL REGRESO (1981)






VIEJOS AL SOL




A Juan Delgado López




Pardos de pana y pardos
de vegetal silencio,
con la paz de las manos en el curvo
sopor de la garrota,
estáis al borde del camino
sentados,
sin espera
ni desesperación.
Estáis
como álamos
al borde
sencillamente.
Estáis.


Y en la sutura gris
de vuestros ojos
-vivo presente oscuro
que iluminan
sesentaimuchos años de horizontes-
se remansa la vida como un lago.


Camino atrás,
las horas
devengaron sus lágrimas, su río
desbordándose en fuga de alegrías.
Pero siempre el latido
de la ilusión
promete
la feliz arribada de otro tiempo
redentor de las penas.
Y seguimos andando
sin reposar la historia.


Ahora que las horas
ya no tienen poder sobre vosotros,
que no os flagelan sueños
las que siempre
ni os aceleran fiebres
las que nunca,
¿cómo miráis
a los que todavía
tenemos la costumbre en esperanza?


Pardos
como la tierra en vegetal silencio,
como la tierra en paz
y fruto antiguo
dejando que los años recuperen
su tiempo en vuestras venas,
como la tierra en donde los mastines
de vuestra sangre
duermen,
dueños ya de la vida,
miráis en el envés de vuestros ojos
el misterio del hombre
y acomodáis el alma para el sueño
definitivo, al borde del camino,
mientras el sol de mediodía os lame.






EXALTACIÓN




A Jesús Delgado Valhondo




Nunca
quizás
tan como ahora
tuve
la mirada por dentro
bebiéndome el asombro de la vida.


Está líquido el sol en el recuerdo:
solera de los años:
verano inagotable.
Me zambullo en el tiempo que he vivido;
me envuelve el gozo,
el fuego,
la alegría,
el espasmo.
Bebo de mi sustancia.


La tarde es un sonoro catavino
donde el jerez embriaga a la memoria.


El jerez y la tarde multiplican
sus quilates
por
fechas
y barajan los tiempos
en sólo una jugada
y un suspiro.
Está líquido el sueño en la solera
de los años, desnudo
el verano en mi espíritu.


La boca colosal del horizonte
bebe el último sorbo
de la tarde.


Se me ha subido el sol a las palabras.


Cantan en el rastrojo las perdices.






LLUVIA




A José María Requena




Está lloviendo Dios
sobre la tierra.


Llueve infinitamente,
como si para nunca
recuperara su perfil
el labio
de luz
del horizonte,
como si para siempre
la sed se nos quedara
saturada por dentro,
como si sólo fuera
nuestro gozo
tierra para el recibo
y agua para la firma
de futuras alondras.


Todo el paisaje está
colgado de la lluvia.
No hay otra relación en que apoyarlo.
Insistentes recuerdos
cuya emoción
a veces
se nos nubla en los bordes del olvido:
imágenes
que surgen de la lluvia
y de la lluvia penden
sobre el vacío de apagados soles.
Está lloviendo Dios
sobre la tierra.


A veces sopla el aire
y el paisaje se inclina
sobre el costado izquierdo.
Y hay un dolor
agudo
rezumando la hondura
-sin sed-
de nuestro pozo milenario.


Otras veces reposa
el aire
y recupera
su equilibrio el silencio.
Paz de melancolía.
Voz de dolor cansado.
Gris nostalgia
lloviéndonos el tiempo hacia algo antiguo
-quizás futuro-
que desconocemos.


Está lloviendo Dios
sobre la tierra.


Todavía vivimos.


Llueve.


Son de tierra mis ojos para el agua.
¿Es de tierra mi espíritu?
Llueve la vida y dejo
-bajo la lluvia
y en la lluvia y sobre
la lluvia-
abierto el corazón
y el campo
sin más pasión que el agua.


Está lloviendo Dios
sobre la tierra.






ESTÁN LEJOS LOS ÁLAMOS (1978)






OPTIMISMO


Ahora que en el suspiro se inaugura
mi corazón
y el abultado pecho
abraza en plenitud al aire,


ahora que el eco enciende en la memoria
un cielo azul para el oído
donde
las mariposas de tu risa vuelan,


ahora que la caricia me levanta
la piel del sueño
y en tu figura se me ahueca el tacto,


ahora que está tu imagen tan retina
de mis ojos
que tengo que cerrarlos
para que nadie te sorprenda
mía,


ahora,
repito,
que me vivo tan tú
que yo me quedo
fuera y torno como el horizonte
-eje tú de mí gloria amanecida-,
tiro con alegría los escombros
de mi niñez al pronunciar tu nombre.






ALGUIEN GRITÓ MI NOMBRE


Y me apoyé en el eco
para asomarme al sobresalto:
no era tuya la voz
que abrió en el aire
la flor del nombre con que acariciabas
mi próxima presencia en otro tiempo.
Y otros ojos alzaron la alegría
mientras se hundían, sin tu voz, los míos.


Otra vez el silencio
sin posible camino ni horizonte,
desesperando penas y esperando.
Pero el cartero ignora
el aldabón del pecho y tú no sabes
calcular la distancia del olvido.


Nunca verano oscuro tan en casa,
salobridad de sed tan en ausencia,
calentura tan fría.


Lejos aún la brisa del otoño
removiendo las hojas de los libros en clase,
desnudando cuadernos con apuntes,
agitando las ramas
de nuestro pensamiento siempre a pájaros:
Salir antes, llegar hasta la puerta
de tu colegio, verte
y encender la memoria para, luego,
en el recogimiento del estudio,
abrir tu rostro en cada asignatura.






LA HONDA


Ni siquiera en tus manos
el mineral saludo de una estatua.
Nada de nuestro ayer
a tu regreso.


Supe entonces del frío
de unos ojos amados que no miran;
no del frío en los ojos, de la espada
que congela el camino de la sangre.


Hablaste luego sin hablar conmigo
y restalló la honda
certera de tu voz
contra la frágil
plenitud de mi entrega.
Y en el papel de estraza de un lo siento
impersonal y oscuro
-no el delicado lazo que devuelve
con un recuerdo azul
antiguos dones-
me arrojaste de ti.
Cerró el portazo
de tu espalda la luz de los caminos.


Sobre tu alada nuca
-tan terremoto erguido de mi pulso
cuando otras despedidas hasta siempre-
no pudo alzar mi aliento
su vendaval de adioses
sin herirte:
Ya mi pecho apretaba
todo el cristal del aire
roto de una pedrada en los pulmones.






TÚNELES


Me hirió la luz en los ojos
a la salida de un túnel
y regresé, de las cosas
externas, a la costumbre
de ensimismarme: de nuevo
mi pensamiento en las nubes.


Las nubes del pensamiento,
desde arriba, me descubren
entre un abajo de vidas
ajenas que me circuyen.
Vidas que he dejado atrás
enloqueciendo baúles,
consejos, maletas, brazos,
alegrías, pesadumbres,
un tren que anda y no se mueve
y un andén anclado que huye.


Es curioso verme libre
de todo, ahora, en las nubes
de mi pensamiento, y darme
cuenta de cómo se funden
en una misma nostalgia
lo nuevo y lo que concluye.


Lo nuevo -el tren que me lleva
y el horizonte en que se hunde
como una lanza lanzada
contra los montes azules-
brinda a mis años vividos
perfectas similitudes.


(...Sé que la Universidad
no será más que otro túnel
enajenante
de horarios,
estudios, clases, apuntes...)


Pienso que mi vida es una
fría sucesión de túneles
a los que de vez en cuando
llega un relevo de luces
que me orientan el camino
del pensamiento a las nubes.


Acaso morirse un día
sea un golpe de costumbre:
la luz de pronto, en los ojos,
a la salida de un túnel.






BAZAR DE LA TRAGEDIA (1982)






LOS ÁRBOLES


Los árboles no alargan
su savia en otras vidas,
pero nos sobreviven sus rumores altísimos.


Multiplican simientes
que luego no amamantan:
desconocen la sangre de sus hijos.


Los árboles son sólo árboles si están solos.
Pero cuando uno ha visto
la furia calcinante
del sol
en el estío
y un hombre en polvo
y en sudor
curtido
que se toma el descanso
de una siesta, el respiro
de un cigarro a la sombra
de un árbol
-cualquier árbol-...
Os digo
que ese árbol se hace historia en la historia del hombre,
carne de carne humana
donde viven los siglos.






ARIDEZ


Cercado está mi huerto
en este sequedal
que el sol asola.
Cercado está mi huerto,
encarceladamente protegido.


Nada y nadie.


Respira fuego
-y echa
fuego cuando respira-
el dragón del verano.


Nadie.


Seca
la sombra, ciego el ojo
del estanque, mellado el verde filo
del gladiolo.


Nada.


Una lágrima roja
mana
-lenta-
del mascarón de piedra de la fuente.
Y nadie
y nada
y nadie.


Cercado está mi huerto
y es verano.


Cercado está mi corazón.


No llueve.






DEL TIEMPO IDO


Siempre queda una risa de muchacha
sobre la superficie del espejo:
no llueve el gozo suficiente azogue
para borrar su imagen.


Está el tiempo neutral
ahora
como
la luz de un lago al despuntar el día.
Está el tiempo neutral
y el alma puede
bañarse en la estación que más le cumpla.
Puede,
podría,
pero al fin se asoma
por los bordes del sueño
al agua de una risa de muchacha.


Y es primavera.
Digo
que si una risa de muchacha tiene
como las mariposas
el corazón latiéndole en las alas,
es primavera.
Y uno
se resume y renace en el origen
virginal del asombro adolescente.


Pétalos nones de las margaritas
nos inundan los ojos
adoquinando el aire de suspiros.


Y es mayor la emoción
en ansiedad de síes
que el deshojado entierro de la duda
en el soberbio panteón del labio.


Porque los años ponen
su telaraña gris sobre la vida.
Y uno regresa siempre al nacimiento
del mundo
en una risa de muchacha.


No me digáis que acaso
mañana me despierte en el invierno;
no me digáis
-repito-
que es mejor desprenderse
de los sueños
ahora
que está el tiempo neutral.


Os aseguro
que siempre será hermoso
morirse en primavera
con una risa de muchacha dentro.






EQUIDISTANTE AZOGUE






PUEBLO ABANDONADO


Aquí la vida fue, la vida tuvo
ecuaciones de herencia y de suceso.


Aquí la historia se licuó en redomas
de ancestrales consejas, y en invierno
se escanciaba, a la noche, como un vino
que se comparte alrededor del fuego.


Hoy jaramagos donde ayer macetas
dicen incurias, labran el imperio
reptil del abandono en las fachadas
donde se agrieta el tiempo.


Nadie progresará jamás. Ya no hay raíces
vivas en el recuerdo.
Los hijos de los hijos que emigraron
han perdido el ovillo del regreso
y en otros minotauros de esperanza
centran el laberinto de sus sueños.


Arrabales desnudos de ladrillos.
Desde el campo, las calles, hacia el hueco
visceral de la plaza, son como una
gélida cuchillada de silencio.


La sillería de la torre mella
con su sombra las horas sobre el pueblo.






METEMPSICOSIS


No me aguijó la prisa: no me cumple
los sueños ser caballo.
No serpiente, que aguza en huella ajena
la herida de sus labios.
No león o pantera: nunca zarpas
aprestadas al salto,
que aunque me dicen que la vida es lucha,
yo esquivo golpes, pero nunca ataco.
Águila real... Ah, no; no fueron reales
jamás los hitos de mis sueños altos.


Ni águila, ni felino,
ni reptil, ni caballo,
que siempre tuve en tierra las raíces
y la cabeza a pájaros.
De no ser hombre, habría
preferido ser árbol:


El olmo, en un camino, al que un poeta
visitara de vez en vez, allá, por mayo,
o en la ribera del amor, acorde
con el agua y el viento, el alto álamo:
una flecha gloriosa en la corteza
y un corazón tatuado.
Ni salvaje en la ciénaga tropical de la jungla
ni sumiso en la selva de hormigón y de asfalto.


Ser encina en el sur, humilde encina,
frondosamente encina abierta al campo
abierto y encendido de la gleba,
donde un bracero adusto y milenario,
ahíto de sudores, a mi sombra soñara
su siesta de verano.






HUELLAS (1990)






MUÑÓN DE ÁRBOL


Este claro en el bosque es sólo ausencia
de tu cúpula alzada, viejo tronco aserrado
a la altura del llanto del rocío en la yerba,
a la altura del llanto del rocío, a la altura del llanto.


Moneda abandonada sobre el suelo en que arraiga todavía
tu araña de raíces: contigo traficaron
y han dejado en el suelo la huella de tu altura,
moneda abandonada a sus raíces, ciega limosna del árbol.


Yo te he visto en las sombras de los pasmos oníricos,
fija pupila abierta contra el cielo estrellado,
ojo redondo de mochuelo cíclope
devolviéndole el miedo de la noche a los astros.


Hoy te miro en la lupa circular de la tarde
y en concéntricas ondas apretadas te palpo,
viejo tronco aserrado a la altura del llanto del rocío en la yerba,
líquido asombro fósil como el temblor de un agua que se helara en un vaso.
¿Qué beso de muchacha conmociona al espejo?
¿Qué ala de golondrina roza, ondula, despierta de su ataraxia al lago?
Sólo sé que estás muerto y aún tienes la moneda de tu firme cintura
abrazada a sí misma en sucesión de vegetales aros.
¿Quién te cercó en anillos, qué perjuro -sortija tras sortija-
se desposó contigo tantas veces, iris del ojo, corazón del árbol?
También aquí dejó su firma el tiempo:
Cada círculo un año.






Y DIOS ESPERA (1990)






ASEDIO


Como este otoño en su disfraz de octubre,
primavera en declive con regusto
de caricias que ardieron en verano,


jardín que despereza sus rosales
de la siesta de agosto,


árboles que disputan las monedas
de sus hojas al viento,


blanca colada de la luz que tiende
su lluvia al sol,
así mi tiempo ahora.


Nunca tanto caudal en mis recuerdos,
tanto esplendor para mis ojos, tanta
plenitud sosegada. Nada puede
sobrevenirme que no esté intuido.


¿Por qué la angustia atisba
por las rendijas de mi pensamiento,
si allegué mi cosecha de verano
y desciende a la tarde y Dios espera
y está el otoño en su disfraz de octubre
y vivo y sueño y hace sol y llueve?






ACASO


Como un ave
que hallara de repente
su pálpito final sobre las nubes,
ya medida en los ojos la campana
azul del cielo sobre el horizonte,


así puede que un día
en un sueño bellísimo
me quede
para
no despertar,
impreso en mi cerebro
el abrazo infinito de la vida.






GLORIETA DEL 98






UNA ROSA




(Homenaje a Juan Ramón)




Son millones de siglos
hasta el átomo justo. Son millones
de geológicos pasos minerales
abriéndose camino por el sueño
vegetal de la savia arriba. Son
millones de millones
de plantas sucediéndose en oscura
luz sin nadie, entregando ciegamente
su mensaje a la tierra
sólo
para
que en este claro día
de abril, ante mis ojos, una rosa
desnude su hermosura y en mi espíritu
se cumpla la belleza.
...¿Y me preguntas
si mereció la pena haber vivido?






LIBRO USADO


Aquí el amor estuvo.
¿Dónde el amor ahora?


Chirría la cancela
sobre los años rotos
y la cal de la luna
se ha oxidado en la fuente.


El banco aquél, ¿es esta piedra fría?


Aquí el amor estuvo.
¿Adónde, amor, ahora?


Se desangra la herida
del ruiseñor en esta enredadera.






LA MISERIA


Otra vez ha mordido
la loba del inverno a los naranjos.
Gangrena de la helada.
Todavía
la baba fría y seca
cuelga de los muñones
como colmillos de aire
fósil.
(Y hay unos ojos
niños
desorbitando el miedo
-cueva,
carámbano, garganta, dientes, fauces-.)


Otra vez el invierno
cae como un hachazo
cercenando la altura.


-Fueran menos crueles
los dioses si con sólo
la muerte se vengaran-.


(Y hay unas ansias niñas
de levantadas irredentas.)


Tántalo vegetal cada esperanza
de savia verde al aire,
Ícaro al lado inverso
del sol
cada naranjo
plantado y ya sin alas.


Otra vez la gangrena
del invierno, la loba
de la helada.
Maldita
Penélope del frío,
que con sólo una noche
destejes la hermosura.
Ay, naranjos pequeños:
cuando la primavera
-fueran menos crueles
los dioses si con sólo
la muerte se vengaran-,
en vuestras ramas pobres
anidarán avispas
y no pájaros.






EL TORO


El toro se ha bebido
ya del todo el crepúsculo
y ahora,
frente a un azul cansado
que apolillan estrellas,
destaca la negrura
del horizonte recortado en toro,
como un dios esculpido
en la mitología de los tiempos.


Se abre paso el vacío,
alma de luna muerta,
donde antes hubo sangre.
(La sangre del crepúsculo
que se ha bebido el toro.)


Pálida noche joven
despereza su sombra como un agua
empapando la tierra.
(La noche que parece
desprenderse del toro.)


Nada para la vida.


Sólo un vagar de estrellas por el cielo
y un toro sobre el mundo.


Me voy con los espíritus.


Ya no piso mi sombra.


Se me ha caído el tiempo de las manos.






LOS REZAGADOS (2001)






PRÓLOGO


Os dejo la ciudad para vosotros.


Os dejo el cuño de cambiar los nombres
por razones sociales y sus marcas:
etiquetado carnaval ambiguo:
sucedáneo lenguaje.


Sea para vosotros
la propiedad horizontal
del sueño
en camisón de apartamento alegre,
o en pijama de estudio confortable,
o en bata larga de lujoso piso.


Que yo renuncio a cultivar sonrisas
en la zalamería del halago;
quédese este comercio
con sus naves
en el cemento ancladas.


Aquí donde los vientos
aprenden el dominio
vertical de la casa y sus esquinas,
donde los hombres beben
el vino de sus voces masticando la tarde,
donde el hogar es leña en mansedumbre
lamiéndonos el frío de la noche
con su lengua de fuego,
he de vivir.
He de morir
-repito-
donde el campo.


Y tornaré a la gracia primitiva
que dio origen al gozo del idioma:
palabras que recobran su virginal pureza
cuando el sudor es agua de alegría en el fruto
y el trabajo presume
de ser blanco en el pan de cada día.


No servirán mis manos
para ordenar olivos
ni mis plantas
para exprimir vendimiadores sueños
ni mis débiles músculos
para abrir sementeras.
Pero mi voz penetrará en el alma
dormida del lenguaje.


Me estrenaré a mí mismo
lavándome los ojos en la fuente
del alba donde el pobre
desnuda sus palabras
para hablar con la vida.






ABRIL


Se desnuda en el agua del estanque
la luz de la mañana.
Todo es nuevo.
Los pensamientos cobran la gracia del origen
y hay una infancia lúdica que estrena
su júbilo en las rosas.


Vivir no tiene historia todavía.
Solo existe el futuro:
un aldabón llamando y la esperanza
siempre abriendo las puertas
de par en par, a corazón tendido.


Vivir no tiene historia.
Todavía
puedo arrojar el lastre
de los sueños marchitos -donde el llanto
me enmohece el recuerdo-
y en el mínimo estanque de sólo una mañana
bañarme el corazón.
Vivir no tiene
historia
-por mis venas
corre un cantar de alondras-
todavía.









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