Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 30 de marzo de 2012

1143.- AURELIO VERDE



Aurelio Verde
Nací en Triana, SEVILLA, en la calle Betis, el veintitres de octubre de mil novecientos cuarenta y ocho. Cuentan que el río estaba ocupado por barcos de guerra con motivo de la celebración del setecientos aniversario de la conquista de Sevilla. Según mi madre, las salvas provocaban sobresaltos en aquel niño que estaba a punto de nacer. Puede que aquellos sustos hayan influido algo en mi forma de ser.
Estudié en el colegio de los Hermanos Maristas, entonces en San Pablo, y por mis reservas a la hora de afrontar el estudio del griego, me tiré de cabeza al bachiller de Ciencias y luego a la carrera de Químicas como solución universitaria.
Pero siempre me gustó pintar y escribir.
Y para mí, escribir es, sobre todo, darme a conocer. En las honduras de quien realmente soy.
Y es que pocos, muy pocos me conocen. Años atrás, escribí, publiqué, hablé. Pero con ligaduras que yo mismo, y no sé por qué, me echaba encima.
Ahora publico como pienso, como siento, como me piden el cuerpo y el alma.
De lo de ayer retomo solo lo que fue sincero, real.
Todo lo demás es nuevo, es mío.
Este soy yo, o al menos me acerco. Y con las manos libres. Y sin ponerme grave, que eso provoca arrugas.
WEB DEL AUTOR: http://aurelioverde.es/




La décima del ahijado


A mi ahijado Víctor


Su padre no lo creía,
pero su madre tampoco.
Hasta que poquito a poco
vieron en la ecografía
que la criatura tenía
lo que había de tener.
En el quinto amanecer
el Sol cambió de color
y la semilla de amor
daba un hombre al florecer.










TIEMPO Y ESPACIO (A Curro)


El tiempo se vuelve espacio
y el espacio, tiempo es.
La gracia es templar despacio
y eternizarse después.
Los pies, lo que son los pies:
base de la arquitectura.
El lance nace y perdura
al antojo del torero.
¿De quién el genio y figura?
Hablo de Curro Romero.










La faena – La hora de la verdad y el triunfo


La verdad tiene su hora:
la hora de la verdad.
Trance de la oscuridad
a pique de ser aurora.
La banda se para en seco,
las cartas sobre la mesa
y en los tendidos un eco
hecho de saliva espesa.
Silencios de hora suprema
cercando ese ruedo entero:
se cuadran toro y torero
como un perfecto poema.
No se lo piensa…Le quema
un fuego oculto…¡A matar!
Y salta y se tira al mar
en esa noche embestida
y entre la muerte y la vida
cabe un papel de fumar.




Cayo puyero, hasta el fondo,
negro plato en la balanza
y la Real Maestranza
es un palomar redondo.
Triunfo, orejas, vuelta al ruedo.
Feliz se enjuaga la boca.
Y una oración muda invoca
los nombres propios del Credo.
Al desolladero, el miedo.
La gloria reclama el giro
sin darle aliento y respiro.
Caen jardines cuando pasa
y una mujer en su casa
deja escapar un suspiro.


(Del Pregón Taurino 1995)








Rastro de dolor 


(A la memoria de mi amigo José Luis Toro)


Caballero y cachondo,
inteligente y llano
y, por supuesto, terco bebedor
de cerveza al estilo de Sevilla.
Le jodían los fatuos personajes
de los hipócritas salones
que se crían en esta tierra nuestra.
A mí me aleccionó
-yo, que era un niño lelo-
en las tres picardías de la grey universitaria.
Odiaba conducir un coche.
Con el capote del piropo
era un artista,
siempre
que las hechuras se lo merecieran.
Amaba la amistad y la ejercía
y le dolía que la profanaran.
Desaliñado aun clásico
pues siempre atendió más al meollo que a las pompas.
Maestro que enseñaba en el ejemplo
de su humildad sapiente,
en cuanto a sus virtudes como padre,
al corazón de su hijo me remito.
Tan sólo una putada hizo en la vida:
el dejarnos así, de esta manera,
tan temprano y tan desconsolados.
Pero puedo dar fe
de que estaba enamorado
de su mujer y de su biblioteca.








SOLEARES


Te estoy besando y quisiera
que en la mitad de este verso
el tiempo se detuviera.


Vete desojando, amor,
cuando te quede una hoja
esa te la quito yo.


De una semilla, un trigal,
y entonces me di yo cuenta
que lo que importa es sembrar.


Al infierno de cabeza
que si tú eres el pecado
las quemaduras no pesan.








Coplas del niño encendido


Al niño le van diciendo
que el amor llama al pecado
y cuando se acuesta y reza
vive amores solitarios.




Galopa un potro en la sangre
y el niño monta en lo alto
y cuando se le desboca
quiere y no quiere pararlo.




La primavera que hierve
le va sembrando la barba
y aunque una niña le gusta
lo encienden carnes más altas.




Miente cuando se arrepiente
y por dentro se desvive:
el confesor no lo sabe
y él tampoco se lo dice.
Y el amor siempre es el mismo:
aquella mujer desnuda
tan cerca pero tan lejos
detrás del ojo de la cerradura.












Coplas del ditero


Pregonando su oferta
viene el ditero,
con la bata entreabierta
siempre lo espero.
Ropa de seda,
qué poquito me cuesta,
qué bien me queda.
No quiero dita,
que quien paga al contado
eso se quita.
Si necesito
cualquier cosa, me cuesta
suspiro y grito.
Lo paso bien.
La semana que viene,
ditero ¡ven!





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