Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 25 de noviembre de 2012

1423.- ANDRÉS DE LA ORDEN


Mi foto



ANDRÉS DE LA ORDEN. (Sevilla, España, 1967)

     Estudió Ciencias Económicas y Derecho en Madrid. Ha tenido múltiples residencias dentro de España y en el extranjero (Inglaterra, EEUU y las Highlands escocesas). Actualmente reside en Murcia, donde trabaja como juez de instrucción. 
     Ha publicado los libros de poemas Horror and Hope (2006), Ex (2009) y en breve se publicará Negro metal. Mantiene una bitácora titulada La falacia del creer (lafalaciadelcreer.blogspot.com).




De galaxias e invasiones.

Es de madrugada cuando vuelvo de tus manos, 
de tus estirpes de risa fría y sed de otoño,
son "Arch Enemy" mis solos compañeros, cuando con tu olor en ciernes cruzo la verja del cementerio,
se ha hecho tarde en nuestra redención de las quimeras,
en este andar contra el perfil de lo grotesco, en alzar banderas que dijeron imposibles
tras los alcázares inmóviles de las noches de tus huestes
¿negras?

Los relojes callan secretos de rojo alquitrán, las sogas
que aprietan los cuerpos deslazados de tantos (ya, largos, numéricos) destinos,
en estas pertenencias, una estufa de vientre y una cama de lentas palabras táctiles,
y aún sueño, y mis orfebres preparan pollas,
esmeraldas de enseñas blancas,
rasgando de las telas viejas las arrugas, y niegan resistencias y estructuras,
y me cuentas esos cadmios de otro dolor, ese último proyecto de paletas y guadañas,
y quiero,
y vuelvo,
y me persigue la nueva alborada, y en las ruedas sigue suspirando el grito del Death Metal,
quedo gemido de cercanía que no es presencia,
arista ensangrentada contra esta espalda de tus vientos.






Loving you was like fucking the dead (Steele)

No entiendo por qué no...
a deshora están creciendo estas (tantas) malas hierbas,
Garcilasos empalmados contra la tiranía de los astros,
y me dices, me dices que no es tiempo.

¿Hojas caídas al socaire de tus mayos,
las cigarras muertas a las nieves de tu agosto,
las uñas de gaviota y las heridas del pasado, y me vienes a decir que el sol tiene sus ritmos,
y yo qué coño sé por dónde está Antequera, y cómo vas a amarme si sólo soy
                                        lo procedente?

El daño, sí, el bálsamo
antes que la faca, Taranta, lágrimas hoy (las mías) y camas vacías,
y por las plazoletas campan, copulan (ellos) los fantasmas,
no es el tiempo, dices, no es el tiempo...
                               (Cronos y su puta esfera, mi yo virgen,
                                                                                       conforme,
cobarde).






Eivissa.

Siempre acudo a destiempo,
cuando las piscinas verdearon y los imbornales se anegaron,
regreso a la ciudad de las ínsulas antañas,
solo (con y sin acento), sobre las playas del gris en el que se agolpan las algas,
al eco de mis pies aislados en los pasadizos
del permanentemente
                                       h
                                     o   u
                                   c        e
                                    castillo.

Blandiendo armas, fotografías de soportales, balaustradas,
                                   baluartes de piedra vella y ansia vermella,
rindo iconos a la arqueología de mi amor,
en parca compañía, con el único argumento de mis botines
veinteañeros,
presa fácil mi mirada de estos viejos hippies del anhelado
invierno.

Es por ello que acudí, insistente, al solsticio,
al único lugar que me vio feliz,
a Ses Salines, donde mi pene era un aparte,
una incógnita indebida en el coito de los ya
                      no-amantes,
y de nuevo todo fue lo mismo,
amigos al abrigo, cenáculos de vides, quedas tortillas de Norte,
Santa Agnes del mar, elevada Corona sobre el frío y la muerte,
                        (sí, siempre hablo de la muerte)
Punta Galera ya no cree en Shiva, estudiantes
magreando sus sexos como troneras y torreones, bajo el éxtasis
                                     onanista
de Santa Llucía...

Por eso todo me suena a salmo repetido,
al alma reiterada que se reencarna en vida, a los cabellos de una pútrida yegua,
a cuanto aquí sigue, entre los lisos adoquines, 
en las ventanas fantasmales de Dalt Vila, balconadas
al paso orfebre de los meses, la Catedral de Misas Negras 
como años sin labio,
                         y mi mandara contará
                                  sárta aicah,    
pues alguien me querrá libando entre su vello público,
y nadaré desnudo contra la roca de los últimos filos,
que hoy es tu nombre el que susurro contra el helor de las plazas,
que quede (¡Crom!) en los adarves y se aferre a las murallas,
                                   (boga o vete),
o acaso, pitiüsa, osa a la galerna, duérmete, aterrada,
en
     el culto arcano
                            al siempre
                           
                                            (sí, para siempre
                                                           me parece mucho tiempo).
                                           

             


Del odio.

Escóndeme, tápame de noches y divorcios, llévame...
antes de que se acerque ese que me cerca, antes de que la amenaza se haga verbo,
ocúltame donde nada duela, llévame a la rada junto al rompeolas de la misma
inexistencia.
Por Dios, por el puto Dios, por su jodida barba ciégame,
cierra mi boca, 
arranca mis dientes,
escápame a otras certezas, que ya no quiero ser yo, que ya caen las lágrimas como sangran los ortos,
sal, perro, sal de ti, muérdeme, sí, fauce nunca suficiente, voraz sobre la mano que te da de comer,
córtame hasta mutarme, macedonia de coños y pasados, sájame como ese semen que largo ha huyó,
que mis tres escarapelas se han hecho escalopendras,
que no deseo mi senda y que añoro la nada, que Sartre sea la vomitada guinda de los finales.
Date prisa, pues, y capa los visillos,
que aquí ya acrece el odio, que hay un confín de sierra y sangre, 
que serán menos los fines de semana
(me dicen),
que erramos como ménsulas del ras y de la mugre, que campan en mis tierras
sacramentos
terribles del pasado,
que lejos no es suficiente, que grietas no nos apartaron, que antes del desdén
sólo ansiaré del vino blanco
el dulce corte liberador de su roja botella 
rota.









1422.- MANUELA ÁGUEDA GARCÍA-GARRIDO



Manuela Águeda García-Garrido 

(Huelva, España, 1978) 
Es Doctora en estudios hispánicos (área de Historia moderna) en la Universidad de la Sorbona (Paris IV) desde el 2009. Ha enseñado Historia y lengua española en la Universidad de Western Ontario (Canadá), en las Universidades de la Sorbona, Metz, Limoges y en el Instituto de Estudios Políticos (Sciences-Po París).
Especialista en Historia de las mentalidades de la España Moderna, actualmente es Profesora titular en la Universidad de Caen (Baja Normandía) y vive en París.
Página académica personal en la MRSH (Maison de la Recherche en Sciences Humaines): http://www.unicaen.fr/recherche/mrsh/pagePerso/2963457

Bibliografía literaria:

Última Presencia, en Cuaderno Literario, abril n° 20, Ayuntamiento de Iniesta, Cuenca, 2013. Obra galardonada con el 1er Premio de Poesía Villa de Iniesta (2012).
Traducción al castellano de 7 poemas de André Spire (1868-1966) extraídos de la obra Le Secret (1919). En Nayagua : Revista de poesía de la Fundación-Centro de Poesía José Hierro, Madrid, n° 18, janvier 2013, 2ª época: especial dossier José Hierro, p. 159-173. ISSN: 1889-206X.
La lección definitiva, Ariadna. Revista cultural, n° 56, juillet-août 2012, ISSN 1695-3975.
Sección “Canumfora”, en El coloquio de los perros: Revista española de literatura y cultura, n° 30 (2012), ISSN 1578-0856.
(2010): 1er Premio Internacional de Poesía Platero por la obra Refugios. Organizado por la ONU, Ginebra, Suiza.
(2005): Mención Honorífica en el XI Premio Internacional de Poesía “La porte des poètes” por la obra Signos de nadie, París, Francia.
(2003): Publicación de la obra Lugares comunes, finalista del I Premio Internacional de Poesía amorosa (2002). Palma de Mallorca: Círculo de Bellas Artes.
(2001): Primer premio de poesía por la obra La edad del fuego. IV Certamen Regional de Creación joven. Convocado por el Excmo. Ayuntamiento de Huelva.
(1998): Premio Reflexión literaria en el III Certamen Música en el jardín. Universidad de Huelva.
(1998) Publicación del poemario El espacio ausente. Colección Donaire, n° 3. La Excma. Diputación Provincial de Huelva.
(1997) Mejor Obra local de poesía en el Ier certamen regional de creación joven. Convocado por el Excmo. Ayuntamiento de Huelva.




La lección definitiva 

Todavía nos sorprende que la vida
se halle sólo en el principio,
en la onda abrupta que devora los instantes de ternura,
en el surco de la tierra que remueven las raíces moribundas,
en la cálida estación de una voz desvanecida,
en las cimas que fecunda el fuego de rumor y de secretos.

Nadie espera, armado de impudicia,
abrazar la sorpresa verdadera
que esconde un corazón despreocupado.

Buscamos en la nieve
la prisión atemporal del frío enardecido,
sin saber a qué distancia
el cuerpo se eriza y se desgasta.
Resistimos a la duda y al silencio
cuando las grietas del olvido
invaden la sincera voz de la conciencia.

Y todavía nos sobra la ignorancia,
ese deseo de escapar a la tragedia
que comienza en cada sueño desvelado,
ese discreto temblor que precede al sol nocturno,
a la ingrata palabra que nos ruega
la amistad, el amor, su eterna compañía.






He de dejar el tiempo en la arboleda, 
perseguir las estaciones
donde la tierra ceda sus delicias, 
donde amar de nuevo sea salir y tomar parte, 
dibujar sobre la luz su firme trayectoria. 
Huir de aquellos gestos invisibles que el azar ha convertido
en presagios de fuego y vanas esperanzas.

He de restaurar en tu memoria 
el misterio de un amanecer callado y nuestro,  
saberte aún mi solo confidente 
frente a todas las conjuras del invierno;
que embriagados de paz en la mañana
se enturbie un rumor de nieve súbita: 
la materia constante del olvido.




REFUGIOS

«On se réfugie dans ce qu’on ignore. 
On s’y cache de ce qu’on sait». 

Paul Valéry.


Llegaron las horas del cansancio extremo, 
del miedo al gesto y al delito. 
Se amontonaron humaredas  
en el vuelo exacto de una larga noche, 
en el letargo estival de las mareas, 
dejando sobre el cuerpo  
un signo de tristeza  
que no vuelve.  
Llegó  también el tiempo del deshielo, 
de hacer del mundo  
un espacio inmenso de barcos naufragados : 
un oscuro mausoleo para los abrazos.  
El sol de la tarde   
quedó hundido en diminutas gotas  
de agua cenagosa, 
formando en mi memoria la claridad  
   de tus ojos infinitos,  
un relámpago tenue de voces  
que se ahogan.   

Después vinieron tus palabras, 
invadiendo la ilusión reciente de los besos,  
el falso dolor de las estatuas.  
No quedó  lugar sin comprendernos,  
sin llenarse de tinta los renglones. 
En el sollozo vespertino 
de una llama remota y temblorosa 
-viniste a mí - 
y devolviste al aire 
su inevitable instante de suave transparencia.   
Te contemplé de cerca, 
      buscando entre los pliegues de tu abrigo 
el pulso acelerado de la tarde,  
la lumbre que se apaga en mi recuerdo,  
haciendo de tu sombra un monumento  
a la duda.  
Que mi voluntad es ya la tuya,  
no necesita instrucciones.  
Pienso en ti como el hueco en su caverna, 
que aunque quisiera salir,  
en ella descansa. 
     
La tiranía de tu nombre me envenena, 
 controlando la sangre,  
la dirección de sus latidos.  
Hacia mí avanzan mil bestias desatadas,         
erizando el hocico,  
amagando con dientes  
y colmillos agudísimos.   
El fuego ocupa sin permiso 
el hueco tierno de las manos 
y entre culpas y razones,  
-en montones de ceniza-,   
han temblado aquellos días de azul nuevo.  
Con tierra y polvo quiero  
vencer y ahuyentar 
tu soberano imperio,  
vengar el tiempo del asalto en plena dicha,  
      romper la cadena del odio que me arrojas.  
Pero la lucha es larga  
y el corazón cubre de pretextos indecibles 
los altos vacíos de la aurora, 
ese solar de amor donde has tendido 
los lugares tiernos de la noche.   
Hoy, al menos, me parece 
que la vida tiene el ritmo lento 
de una corriente que sube  
y se desata  
en los tropiezos del aire. 
Un lento y desigual estado de tristeza

invade todos los secretos de la tarde 
y el recuerdo que fuiste 
   en miles de incendios repetidos.  
Porque el tiempo viene siempre  
a repetirse en oleadas  
firmes y calientes; 
en las horas de luz,  
-cerca de tu cuerpo-,  
una sorpresa de pájaros  
incendia el viento en las ramas altas, 
descargando entre los hombros 
un duelo suave de caricias, 
la precisa exhalación del día :  
el ansia de habitar la suavidad  y todos los refugios.








1421.- FRANCISCO ALMAGRO HERRERA


Francisco Almagro Herrera (Pegalajar, (Jaén), 9 de mayo de 1911 - 2 de marzo de 2007), fue un poeta, letrista y melodista español.

Francisco Almagro Herrera nació en Pegalajar (Jaén) el 9 de mayo de 1911 y falleció en Pegalajar, el 2 de marzo de 2007. Siendo el mayor de 10 hermanos, desde pequeño tuvo que ayudar a sus padres, que tenían un pequeño negocio de esparto labrado, tienda de comestibles y taberna en el conocido barrio pegalajeño del 'El Romeral'. De ahí que sólo pudiera asistir a la escuela primaria menos de dos años. Sus padres en lugar de juguetes le compraron un libro de gramática y otro de aritmética. Con posterioridad estudió, por correspondencia, el "cálculo mercantil".
Desde pequeño tuvo que llevar las cuentas del negocio familiar. La complejidad de los negocios de su padre le obligó a instruirse en la redacción de recibos y en la extensión de documentos, tales como contratos de compra-venta, letras de cambio, pagarés y otros escritos comerciales. Además desempeñó múltiples oficios como panadero, tendero, e incluso hasta maestro de escuela (tanto en Pegalajar como en Torredonjimeno, a donde se trasladaron sus padres en 1931).
En diciembre de 1932 ingresó en el Ejército, siendo destinado a las Oficinas de Mayoría del Parque de Intendencia de Madrid como escribiente. Después, a petición propia, fue trasladado al Depósito de Intendencia de Campamento (Carabanchel Alto). Pasados varios meses en este empleo, fue ascendido a Soldado de 1ª y nombrado Jefe del Destacamento. Por esta razón decidió reengancharse en el ejército; ejército del que formaba parte el 18 de julio de 1936, día en que estalló la Guerra Civil Española.
Finalizada la guerra y tras una estancia corta en Pegalajar, volvió nuevamente a Madrid. Después de algún tiempo pudo encontrar un empleo de mozo de almacén en la empresa que suministraba las prisiones. Allí llegó a ocupar el cargo de delegado, siendo destinado por la referida empresa a Alcalá de Henares. En esta localidad madrileña permaneció hasta el año 1946, fecha en que el Ministerio de Justicia se encargó de suministrar directamente los Establecimientos Penitenciarios.
Deambuló por varios empleos hasta que ingresó en los Almacenes Capitol (Gran Vía de Madrid) como auxiliar ayudante de inventarios, pasando al poco tiempo a ocupar el cargo de jefe de sección. Ascendiendo a jefe administrativo, montó la sección de plazos, de la que también fue nombrado jefe. Próximo a cumplir los 20 años de servicio en esta Empresa, antes de ser traspasada a una nueva firma, fue nombrado director administrativo apoderado.
En Madrid permaneció hasta 1990, año en el que fijó su residencia en Jaén. Finalmente reside en su pueblo natal (Pegalajar).

Carrera

La primera canción que compuso Francisco Almagro fue un pasodoble a su pueblo, en colaboración con su paisano Juan Antonio Chica (ya fallecido), gran compositor y Director del Conservatorio de Música de Córdoba. Este pasodoble es el actual himno de Pegalajar. También con Juan Antonio Chica compuso las bulerías tituladas "Mi Carmela", una de las primeras canciones que grabó en disco Juanito Valderrama.
Es autor de las canciones que grabó el gran intérprete de la canción española Juanito Campos, consagrándose como artista del género con el pasodoble "Carita de Nieve". Ingresó en la "Sociedad General de Autores" el 18 de julio de 1936 (día que comenzó la Guerra Civil Española), figurando en el escalafón de la misma con el número 401.
Para Pepe Mairena compuso varias canciones que le consagraron y le dieron mucho éxito: "Mi perrita pequinesa", "Mi ovejita Lucera", "Mi toro Nevao", "La tortuguita" y otras que, junto a éstas, han sido después interpretadas y grabadas por otros artistas y conjuntos musicales.
Es autor del pasodoble "El Cordobés", grabado por Manolo Lopera, así como por Gonzalo González, Rosita Ferrer y Emilio el Moro.
Entre los muchos artistas y conjuntos musicales que han interpretado y grabado las canciones de Francisco Almagro figuran, además, de los ya citados, Amalia de Granada, Alfredo Graus, Tomás de Antequera, Andrés Caparrós, Antonio Machín, Julio Montes, Roberto Rey, Gregorio del Río, José Rives, Los Xeis, Miguel de los Reyes, Luisa Linares y Los Galindos, Manolito Díaz, Rosa Morena, Los Hermanos Quesada, Manolo Escobar, Pablo del Río, El Fary, y algunos más.
Además del pasodoble "El Cordobés", ha compuesto Francisco Almagro hasta un total de 18 pasodobles torreros, entre los que figuran "Palomo Linares", "Miguel Ortas", "Gregorio Sánchez", "El Viti", "Curro Romero", "Antonio Bienvenida", "Espartaco", "Caballo Campero" y otros.
También ha compuesto el "Himno del Aceite", grabado por el conjunto músico-vocal "Panaceite" y los alumnos del Colegio "José Plata" de Mengíbar, junto a sus padres y maestros.
El que más canciones de Francisco Almagro ha interpretado y grabado en discos ha sido Manolo Escobar, algunas de ellas incluidas en sus películas. Los títulos más sobresalientes han sido: "Espigas y Amapolas", "¡Ay que llueve!", "La Campanita", "Mi Valdepeñas", "Caminito de Jaén", "Espada de Luna", "No te pongas colorá", "Viva Almería", "Martirio Amargo", "En el Madroñal", "Hasta luego", "¿Cuándo te vas?", "¡Guapa!", "Campanita de cristal", "¡Ay Tormento!", "Torbellino de Amor", "Moritas Verdes", "Que me lo quiten todo", "Jugando al Amor", "La Espera", "Sobran las Palabras" y otras.
También compuso una letra para el himno nacional de España "La Marcha Real", enviada a su Majestad el Rey, al Presidente del Gobierno y al gran tenor español Plácido Domingo.
La denominación de Francisco Almagro, como autor, es de letrista-melodista. Pues, aunque oficialmente figura, en el registro de sus obras, como letrista, es autor también de la melodía.

Bibliografía

Libro de Francisco Almagro Herrera: "Volando en el Crepúsculo", Antología poética.



Andalucía,
Gitana, cristiana y mora.
Siempre será Andalucía,
De España la gran señora.





Yo tengo el alma limpia como el azul del cielo
y un corazón de niño que voy a regalar
a quien le de a mi alma un poco de consuelo
y diga yo te quiero, aunque no sea verdad.




Sin dar la espalda al destino,
Arrastrando mi verdad,
Estoy mirando el camino
Que ha de llevarme al final








HIMNO DE PEGALAJAR

I

Está bien plantado
al pie de la Sierra
el pueblo bonito
de Pegalajar,
clavelito blanco
de mi Andalucía,
que tiene alegría y gracia sin par,
su bella Patrona Virgen de las Nieves
que a todos consuelo
y amparo nos da.

ESTRIBILLO

Y es la Fuente de la Reja
la maravilla,
tiene un barrio en Triana
como Sevilla,
y su arco de la Encarnación
guarda un tesoro
que un califa en sus muros escondió
cuando estuvieron
aquí los moros

II

Y un mar en pequeño
con barcas ligeras
el agua más clara
que el mismito sol,
salud y alegría
le da al que se baña
y aquí tiene España
otro Benidorm,
y son las mujeres
de este rinconcito
lo más rebonito
del pueblo español.

ESTRIBILLO

Y es la Fuente de la Reja...




La ovejita

Tengo yo una ovejita lucera 
que de campanillas 
le he puesto un collar. 
Tengo yo una ovejita lucera 
que de campanillas 
le he puesto un collar. 

Me da queso, también me da lana, 
y cuando la llevo, 
la llevo al pajar 
yo la llamo y se viene a mi vera 
corriendo ligera 
diciéndome baa. 

Me gusta cuando bala la ovejita, beeeee 
y cuando le contesta el corderito,baaaaa. 
Me sabe a musiquilla celestial 
ese dulce balar. 
Me gustan en las fiestas del lugar 
los cohetes que al subir hacen fiiuu, 
hacen pun y hacen pan; 
los demás a mí plin, 
a mi plin los demás. 

Mi ovejita se ha roto una pata 
¡qué lata, qué lata! 
que no puede andar. 
Mi ovejita se ha roto una pata 
¡qué lata, qué lata! 
que no puede andar. 

Yo la llamo, pobrecita mía, 
y está todo el día 
diciéndome baa. 
Ya no viene, no viene ligera, 
mi oveja lucera, 
¡qué pena me da! 

Me da queso, también me da lana, 
y cuando la llevo, 
la llevo a pastar 
yo la llamo y se viene a mi vera 
corriendo ligera 
diciéndome baa.) 



jueves, 8 de noviembre de 2012

1420.- RAMÓN ROCA


Félix Calleja

                                                       Félix María Calleja del Rey 



RAMÓN ROCA, es un poeta andaluz olvidado que había nacido en Granada, vivió en México y llegó a ser Gobernador de las Californias. 
Murió en el año 1820.

Traemos aquí su extenso poema sobre el Virrey Calleja [ 1 ], transcrito en el Estudio preliminar (págs. CCXVII-CCXXIII) con que Luis G. Urbina presenta la Antología del Centenario (1910):




Al Señor General Don Félix María Calleja


Oda


Cocines majore poeta plectro Caesarem.
Horat., Lib. 4, Od. I.



¿Adónde, oh Clío, mi encendida mente
con raudo vuelo arrastras? Ignorado
furor hinche mi pecho, y por la ardiente
trompa suspira que animó inflamado
el Lírico de César. Sacra diosa,
muéstrame tú desde la cumbre hermosa
del sagrado Helicón, el héroe fuerte
a quien el verso mío
fausto celebre con acento pío.
Del centro del Elíseo prestos vuelan
mil varones y mil ante mi vista,
hijos de la victoria, que ya anhelan
merecido loor. No más resista
mi enajenado espíritu tu fuego,
oh Délfico, y el labio rompa luego,
siguiendo osado, con afán glorioso,
del alto Venusino
el grave verso y el cantar divino.
¿Será que a ti del plectro numeroso
el suave son dirija, oh gran Pelayo?
Porque el torrente rápido y undoso
no fuerte cual tú, ni vivo el rayo,
cuando del godo la infeliz fortuna
vengando airado en la soberbia luna,
el trono que se hundiera en Guadalete
en Asueva elevaste,
y de triunfos y glorias lo cercaste.
¿O acaso a ti célebre, oh gran caudillo,
pasmo y terror del edetano suelo,
bravo Ruy Díaz, perennal cuchillo
del bando alarbe, y de lealtad modelo;
o más bien tu constancia generosa,
impávido Guzmán, en la rabiosa
venganza atroz del sitiador cobarde,
cuando la sangre clara
de tu inocente hechura derramara?
Ni tu grata memoria olvidaría,
Gonzalo impetuoso, a cuyo acero
dio el turbante postrer, que deslucía
allá en el Dauro el esplendor ibero;
ni la inminente gloria que en Lepanto,
oh hijo de reyes, te cubriera, en tanto
que, anegado en el golfo turbulento
el turco poderío,
su osado arrojo lamentó tardío.
¿Y quién de tus proezas no cantara,
segundo Alcides, ínclito extremeño,
Paredes inmortal, el de la rara
pujanza fiera, y del pasmoso empeño
con que brumando peregrinas mares,
oh gran Cortés, los españoles lares
plantaste firme en las lejanas tierras
que en vértigo horroroso
desgajó hirviendo el golfo impetuoso?

Mas sobre el gran tumulto se levanta
gallarda frente del laurel ceñida,
de laurel inmortal, a gloria tanta
quedando toda gloria oscurecida.
¿Cuál dios es éste, oh musa? Arrebatado,
mi numen a su vista, emprende osado
sólo su nombre alzar. Díctame, Clío,
díctame ya sonora,
y advierte al labio lo que el labio ignora.
Porque al garzón perínclito yo veo
resplandecer brillante, cual la estrella
que anuncia el polo, y su eternal trofeo
mostrarlo virgen celestial y bella.

Salve, oh tú, timbre del honor hispano,
Félix invicto, salve; pues tu mano
doquier triunfando, y a triunfar moviendo,
detuvo la impía saña
del monstruo asolador de Nueva España.
Aún resuena en mi oreja el alarido
con que insolente en su furor horrible
el rebelde atronara al afligido
suelo español de América apacible;
aún juzgo vedo en imperiosa ira
hollar un pueblo y otro, y cuanto mira
el áureo sol en el indiano espacio,
llevar en tala fiera
sembrando espanto y cuita lastimera.
¡Ay, cuál rompe la hueste destructora
por breñas y por montes! ¡Ay, cuál brilla
tras la bandera que el infiel desdora
en mano infame la fatal cuchilla!
¡Y cómo con nefando desenfreno,
rasgando ingratos de su hermano el seno,
los bárbaros enhiestos amenazan
pisar con fuero injusto
de la alta corte el valladar augusto!
Pero se viera la tajante espada
en tu robusto brazo y la trompeta
marcial suena en la esfera atribulada:
el fogoso alazán al son se inquieta,
y cubre el suelo el prevenido infante:
das la señal guerrera, y fulminante
amenazas el orbe… —¿Y quién te osa?
¿Quién al golpe iracundo
plúgole ser escándalo del mundo?
Campos de Aculco y Calderón gloriosos,
hablad por mí esta vez. Vosotros visteis
bramar a los traidores orgullosos
y herir el aire con lamentos tristes.
Testigos sois del ímpetu potente
con que el caudillo a la maligna gente
pisó el erguido cuello, y quebrantando
su rabia y fiera muestra
dio nueva vida a la esperanza nuestra.
Mas no era sólo allí, que a la afligida
patria salvaras, y el feliz cimiento
de su alma libertad casi perdida
generosa afirmaras. ¡Oh momento!
¡Dulce momento aquel en que tornaste
a sostener nuestro esplendor, y alzaste
al través de peligros y de escollos
de nuevo el brazo fuerte,
nuncio al infame de terror y muerte!
¿Quién miró allá la multitud furiosa
de Zitácuaro infiel, cuando embriagada
con su crimen fatal quiso orgullosa
reina llamarse en voz desesperada,
temblar sólo a tu nombre, y oprimida
con tu invencible faz, la forajida
turba ceder, y el ímpetu violento
convertir en pavura,
viendo tomado el trono en sepultura?

No al inicuo sirvió que se elevara
sobre eminente cumbre, y prevalido
del aspereza inútil, provocara
cobarde entonces tu valor sabido;
pues llegaste y venciste; los millares
cayeron a tus pies, en cien lugares
sintieron tu furor, y más altivo
sólo en la fuga espera
salvar su cuello a tu segur severa.
Ni el tronante romper de sus cañones,
ni de la inmensa chusma el alarido,
ni el aspecto de mil y mil legiones,
ni el doble muro y foso prevenido,
nada es bastante a ti; todo perece
do tú vas; como el humo desaparece
defensa y defensor, y el sitio huellas
do el insano enemigo
halló, aunque estéril, pernicioso abrigo.
Mas ¡oh mansión del crimen! ¡Pueblo impío
de eterna execración! Ya tu locura
pasó cual tempestad, y el poderío
que frenético ansiaste en fe perjura,
voló cual aire. De tu inicuo nombre
va a finar la existencia, y porque asombre
en los remotos venideros siglos,
ni de tu inculto asiento
dejará el fuego rastro ni cimiento.
Porque no sólo al hombre, al sacro cielo
en tu delirio heriste, y apurada
fue su dulce piedad. De hoy más tu suelo
sólo verá la fiera encarnizada,
la silbadora sierpe ponzoñosa,
la corneja agorera, la azufrosa
nube, rayos y vientos; y la tierra
ofrecerá a los ojos
entre negro carbón crudos abrojos.
Y el huracán perpetuo, revolviendo
tus pálidas cenizas, presuroso
irá por donde quiera difundiendo
tu castigo terrible y espantoso.
De monte en monte sonará a su vuelo:
“Zitácuaro cayó”; con desconsuelo,
“Zitácuaro cayó”, tornará el llano;
y cuando se revuelva,
“Zitácuaro cayó”, dirá la selva.

En tanto tú, guerrero victorioso,
brazo de Dios, azote del malvado,
siempre cubierto de laurel frondoso
irás de un triunfo y otro coronado;
y diestra del que el orbe cual segundo
Atlante admira sosteniendo un mundo,
huirá ante ti la hueste conjurada
como la sombra fría
huye ante el claro luminar del día.
¡Honor y lauro a ti! Mi mente abruma
tanto inmortal blasón, y el grave peso
al numen sobrecarga. Sabia pluma
del latino ¿do estás? que ya confieso
mi poder vano a tanta pesadumbre.
Ven, dios de Delo, ven: de la alta cumbre
del sacro monte baja, y canta luego
lo que puedes tú sólo
llevando al héroe desde polo a polo.
Que no el inmenso océano consiente
surcar su espalda extensa y caudalosa
a barquichuelo débil, ni prudente
fuera quien de la esfera prodigiosa
el ancho espacio recorrer quisiera
con flojas alas de mezquina cera.
Ven, pues, oh Dios, y al héroe venturoso
celebra arrebatado
y yo tan sólo escucharé admirado.






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[ 1 ] Félix María Calleja del Rey Bruder Losada Campaño y Montero de Espinosa (Medina del Campo, 1 de noviembre de 1753 - Valencia, 24 de julio de 1828), fue un destacado militar y político español, I Conde de Calderón, 2º Jefe Político Superior de Nueva España desde el 4 de marzo de 1813 hasta el restablecimeinto del absolutismo y 60º virrey de la Nueva España, desde 1814 hasta el 20 de septiembre de 1816, durante la guerra de independencia de México. Se distinguió por sus métodos expeditivos contra la insurgencia, a la que prácticamente desarticuló, tanto antes de ocupar el cargo de Virrey, como al frente de éste.