Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 1 de noviembre de 2012

1416.- PAQUITA MORENO HERRERO



PAQUITA MORENO HERRERO, escritora que tiene publicada numerosa poesía, empezó editando con Ángel Caffarena, Rafael Inglada, imprenta Dardo (antigua imprenta Sur, hoy en el Centro Cultural del 27) , entre los más ilustres. Siendo más de veinte los libros colectivos en los que ha participado. Ha colaborado en el diario Sur con temas de parapsicología y ensayo.  En varias revistas prestigiosas, como por ejemplo El Laberinto de Zinc, dirigida por el poeta Francisco Ruiz Noguera.
Tiene escritas veintidos novelas de género negro, y más de ciento cincuenta relatos, algunos  de ellos editados. Siete libros de poesía de más de quinientos versos, poemarios de entre treinta y noventa versos y numerosos  poemas sueltos.
Incluida en la Guía de artistas y escritoras andaluzas contemporáneas, del Instituto Andaluz de la Mujer. En el libro de Segovia Lobillo Poetas y escritores de la Axarquía. En el diccionario de la Universidad de Málaga, Escritores de Málaga y su provincia, de Cristóbal Cuevas. En el diccionario de Sarriá Autores y obras Corona del Sur. Es poseedora de premios  como: Vigía de la Costa de Benalmádena, y el del Ayuntamiento de Antequera, ambos de relato. En poesía citaré el premio de Estepona, y el de Almería y el  segundo del Certamen  de Amatista,Ciudad de Coín, del año 2001 y 2005.
Como pintora está en posesión de algunos premios, después de realizar más de cincuenta exposiciones, tanto en solitario como en colectivo


LA PARÁBOLA DEL MAR
Tercer Premio AMATISTA 2005
Editado en 2006 con la colaboración del Instituto Andaluz de la Mujer

1

El alba ha vestido de plata tus aguas tersas.
Al mirarte, confieso el politeísmo que me alienta,
gran-dios-o mar. Estoy aquí
adorándote desde que rompió la aurora.
(Antes que el día se pintara las mejillas.)
Desgranando los porqué, mientras un soplo de brisa
juguetea sobre mi frente. A tu playa no llega
el rumor agobiante que transmiten las ondas.
Los ángeles de tu guardia lo mantienen distante.
A mediodía, en el azul de tu vientre sólido y oscuro,
resalta el reflejo caliente del dios-sol.
El tiempo camina y, poco a poco,
la luz se arrebuja en su capa de estrellas.
La diosa-luna regala la discreta claridad de su rostro
a las olas indiscretas. Mi cuerpo percibe en ese momento
el terrible escalofrío del no ser. El miedo infinito al vacío.
¿Puede ser la NADA la madre del TODO?
Las nubes han puesto antifaz a la noche.
El dios-mar sin colores parece dormido.
Aunque el guiño del agua me susurra quereres.




2

La aurora se asoma con mirada borrosa.
El perfil de la costa se diluye
entre sus laberintos interiores.
El corazón en silencio, los pies mojados,
y un frío sin forma que congela el suspiro.
El mar me niega su canto, encelado con la lluvia.
¿Llueve, realmente, porque es necesario?
Un susurro mezclado con las gotas que caen
me impide remontar los pensamientos
Si todo está previsto en Ael caos organizado@
mis pies sobre la arena son las huellas de antaño.
El vaho de mi aliento es el mismo aliento
que rondaba en tu boca cuando la risa era
dueña de tu vida. En el pecho me late una duda:
¿La fuerza del viento
arrastró para siempre aquel soplo
portador de tu beso?
El eterno retorno. Hay un deseo inmanente
de que el mar y la lluvia, al mezclarse,
conformen la parábola de un dios.



3

Si después la charada se resuelve
se ha de ver sorprendida mi esperanza.
La vespertina luz, el aire,
las ambarinas aguas de la playa
que aceleran mi pulso y que desbordan
en mis sentidos, como espumosos placeres...
O el pellizco agudo que consume
las horas amargas de mis noches sin luna,
son pedazos del mismo desengaño
que abarca mi conjunto.
Hay algo que no quiere conformarse
con el cálido susurro de unos años asombrados.
Se niega a ser preludio de una noche
que no verá jamás nueva alborada.
¿Quien habrá sembrado en lo profundo de mi ego
el afán de tropezar con las respuestas?
Ay de mi congoja adormecida,
cómo asaetea los entresijos de mi carne.
Ay mi mar caliente, mis olas azules, mi cuna de arenas.
Ay, la luz de tus pupilas mezclada con el rumor
de estas aguas empeñadas en saber.




4

Estuve allí, donde el viento despiadado
me azotó las mejillas. Donde el sol
pintó de rojo mi garganta.
Estuve allí, adorando las orillas verdiblancas,
las rocas tapizadas de violeta,
el reflejo de la luz en la rompiente.
Qué profundo sentimiento de misterio
se hizo fuego en mis adentros. La atracción
dibujaba culebrinas en la playa:
rojo-sangre, y azul, blanco, verde...
y mis brazos
y mis piernas
y la arena que velaba mi sonrisa.
Como espora desprendida bajaré
hasta la soledad radiante del abismo.
Qué agradable debe ser el abrazo de las olas.
Ay, cómo anhelo las caricias del mar sobre mi cuerpo.




5

Cuando el fuego se hizo lluvia
volvieron de nuevo las preguntas.
¿Por qué la luna blanca debe rondar por la noche?
¿Por qué, de nuevo, hay brotes tiernos en el bambú?
¿Para qué alimentamos la sangre
que será luego destruida hasta la última gota?
Nace en mi interior el deseo de eliminar
esa luz deslumbrante que, para mi pesar, no clarifica.
Un oscuro reflejo de inquietud
se agazapa en mi cerebro cuando advierto
que la barca se aleja y arrastra tras de sí
mis esperanzas. Pero el beso de las aguas azuladas
es ungüento que adormece mis dolores.
¡Oh, mar querido, generoso y bullanguero,
no castigues mis labios sin tu sal!
Ya no aspiro a gozarte como abismo.
Ahora quiero acaparar todos tus besos.



6

Y volví otra vez.
El aire acariciaba mi pelo.
El cálido sol besaba mis brazos ateridos
y el otoño esparcía aromas de canela.
Lucían airosos los blancos lirios
virginales. Una estela opalina orlaba el horizonte.
Sobre las aguas, luminosos colores se mecían:
rosados, celestes, malvas... Un ramalazo rojo
agonizaba entre los bordes lisos del acantilado.
Mis pies sin calzado por las verdes rocas
(alfombra florida salpicada de perlas)
de puntillas vagaban.
Impregnaba mi boca tu sal ribereña
y en tu espuma de hielo se palpaban tus celos.
Más tarde corrí con los brazos al aire
y un murmullo de besos me rondó en la memoria.




7

Reconozco en el brillo de otros ojos
aquel martirio compañero de mi angustia
y no puedo apartar de mis retinas
su patético desencanto.
Quisiera que la rebelde mirada
alcanzara la ignorancia de lo inerte.
No hay otro sentimiento más temible
que el nacido de la comprensión.
Ay, cuán triste es saberse amenazado
por la propia inercia de tu cuerpo.
Todos los pasos perdidos, es cierto.
Todas las arenas arrastradas
por la furia de la tormenta.
Todos los años fundidos en el falso metal de una ruleta
que nunca premia tus augurios.
Ay, mi mar esperanzado, confuso en las tempestades.
Ay, las olas que empaparon mis vestidos.
Ay, los colores de la tarde que no saben de esperanzas.




8

Me resguardo del vendaval en tus azules entresijos.
La sal marina en sagrada forma se convierte
y comulga el corazón con sus sabores.
Lágrimas saladas me han rozado los labios
y luego han volado a fundirse en tu sal.
El dolor que atraviesa mi costado, lluvia clara
sobre tus diminutos cuarzos demolidos.
Las penas de mis noches desveladas
se bañan en tu grandeza.
Unidos mi dolor y tu hermosura
las gotas de mi llanto ya son tuyas.
El aire ha puesto en pie mis desengaños
y ha llevado mi latir hasta tus brazos.
Mis herrajes se han fundido con tus olas
Ya soy libre. Con arrobo adoraré
esa raya que el sol atraviesa cada día,
sin osar romperla, en cálido y virginal parto.
Besaré con pasión la húmeda marca de tu huella.
Y escribiré todos los versos que tu voz me dicte:
No escucho otra palabra que la tuya.




9

Otro día más con la misma gota de rocío
prendida entre los labios.
Con los colores de las olas fundidos en las pupilas.
Con el rumor de la arena. Con el cantar de la espuma...
Se esparce alrededor la primavera.
Vaga la sonrisa del amor, y hay un murmullo
acalorado que atrae la mirada.
Todo está bien. Como lo hizo aquel dios primigenio.
Bien. Y allí mismo se desata el vendaval.
Otra vez la negra noche que acelera el latir del pulso,
prisionero entre las brumas de la duda.
¿Para qué la claridad? ¿Para qué la siembra,
y el brote doloroso de la flor? ¿Y el perfume,
y los sabores? ¿Para quién se hizo la memoria?
¿Por qué puedo reconocer el misterio
si no conozco la respuesta?
No quiero olvidar el canto de las aguas.
No quiero perder los colores del ocaso.
No quiero, no quiero...
Aquí sigo, a tu lado adormecida,
bajo tu arrullo prendida. Con tu luz obnubilada.




10

El mar es la puerta que nos lleva hacia el Todo.
La libertad comienza al borde mismo de la playa
y se desliza suave hasta perderse dentro,
en la línea lejana e indefinida. No hay obstáculo
que detenga el pensamiento.
¿Cómo ha podido realizarse el milagro?
El agua, toda el agua, meciéndose con mimo a sí misma.
Siempre en espera de su tiempo,
(sueño eterno de las olas y la espuma.)
Se acerca hasta la orilla el cántico de los abismos.
El ¿ven( que nos invita... ) adentro, afuera, o hacia arriba?
No logro mantener la mirada en su clamoroso seno.
Cierro los ojos. Me rodean las gaviotas,
las conchas, las caracolas...
y el aroma profundo del extendido manto
El éxtasis me atrapa a la par que su gemido.




11

Me entretuve entre jazmines, y con su aroma
olvidé la eterna noche amenazante.
Ay, candela en mis entrañas sumergida
que con el soplo de la brisa te agigantas.
No quiero que tu fuego consuma los anaqueles
repletos de vasijas redondeadas.
Ni derrita sus doradas inscripciones.
No quiero que la oscura alimaña
emborrone en mi alma tu figura.
Espero olvidar el quebranto de la tarde
que acerca su borrasca hasta mi orilla.
Mis fuerzas luchan incansables
bajo las patas de sus desbocados caballos.
¿Quien será el iluso dibujante
que de mí ha hecho un boceto inconcluso?
Gris, anodino, obtuso, difuminado...
Se emborrachan mis ojos con el color del mar quieto.
Ay sus besos salados, que al escondite conmigo juegan.
Ay sus blancas manos de espuma.



12

Esperé muchos años
sumergiendo mis pies en las aguas saladas.
¿Retornará alguna vez el amor extraviado?
Recelo del dios que organiza la historia.
He de regresar otra vez a mi concha,
al pan de mi hule, a mi caldera...
Aquí quedarán las olas, y el viento,
y el sol, y la furia del mar.
Allá me esperan el miedo y la soledad sombría. Ya sé
que no hay nada detrás de las nubes.
Mis dedos aferrados a la arena caliente
han logrado acompasar el latir de mi pulso.
Un hoyo en la arena me sirve de lecho.
Dormiré recibiendo en la frente los besos del sol.
El mar no soporta mi amistad con Efebo
y golpea en mi cara con sus gélidas olas.



13

Nada queda de la rojiza llama
que acompañó a la noche en su ciega huida.
Qué triste el despertar de tu mirada.
Qué duro rictus el de tu sonrisa.
Ni una sola palabra ha logrado llegar
hasta el hueco caliente de tu cuerpo.
No me gusta escuchar el fuerte viento
que acerca hasta mí los ecos de la temible eternidad.
¿Para qué se han instalado en mis entrañas
aquellos ocasos de amapola y aquellas mañanas doradas?
¿Para qué los días de canciones y las noches de manzanilla?
¿Para qué el inacabable misterio
de hilvanar a diario la esperanza?
Para qué...
Ay, cómo me sacan tus azules aguas
del pozo de mi locura.



14

Verde reflejo en las aguas.
Se filtra la luz entre los ramajes
y pinta lunares en la oscura vereda.
El sol se dispone a lucir su descaro
y me invita, mimoso, a gozar de sus besos.
¿Dónde el nublado cielo que ensombreció
la mañana? )Dónde la temblorosa amapola
que el viento ha desparramado?
¿Y el terror inducido por la campana y el kirie?
Desgarros en la madrugada...
Los latidos de la risa,
y la tibieza del mirar enamorado, se confunden
con los sones del mar, que me da la bienvenida.
Corro hacia él. Me abraza alborozado
en el instante mismo en que mi cuerpo
se entrega a su lujuria.



15

¿Por qué me encuentro aquí
en este cuerpo desterrada?
Nace la pregunta en la mente sorprendida
que no controla su insaciable afán por conocer.
Triste y encarcelado pensamiento
que se cree el destello desprendido
de una hoguera que debe crepitar en algún sitio.
Es inútil su constante batallar
y muy pobres los ardides que utiliza
en aras de alcanzar lo inaprensible.
Nunca sabremos cómo se formaron las galaxias.
Ni por qué nadie responde a mi pregunta.
En el rebalaje, siento el contacto de las olas en mi piel.
De rodillas sobre las rizadas aguas,
me fundo entre sus caricias.




16

La claridad de un sol descolorido
que oculta su timidez entre jirones de nubes terrosas,
renueva mis antiguos miedos.
La playa se ha vestido de gris.
En la cima del monte
la silueta de una palmera solitaria
subraya mis dudas con el vaivén de sus palmas.
¿Hasta cuando se agolparán mis preguntas?
¿Hasta cuando sentiré el agobio de vivir
aunque adore hasta el agobio los latidos de la vida?
La palmera...@si la palmera pudiera
volverse tan niña, niña,
como cuando era una niña
con cintura de palmera@
El ruido de mis pies sobre las chinas blancas
impulsa el vuelo repentino de las gaviotas.
El mar levanta sus brazos de espuma.
Le dejo que salpique, con sus gotas, mi cintura.



17

Quiero ser igual que el mar.
Adquirir la calma inalterada de sus días tranquilos
y la ira sublime que lo desborda durante la tormenta.
Qué amplitud la de su abrazo extendido por toda la tierra.
Quiero ser como el mar, ajeno a la muerte.
AEs cosa que no me concierne.@
Parece clamar cuando, arrebatado, azota con fuerza las rocas.
Lo repite calmado, brillante bajo los rayos del sol.
Luciendo sus franjas multicolores. Abrázame.
Infunde en mi desesperanza tu vieja sabiduría.
Ahora sí somos. Mañana (qué más da!
Tu dorado esplendor me cubre cálidamente.
Entre tus brazos sueño con la eternidad.
Luego, cuando te repliegas cansado,
mi boca acaricia tus sabores.



18

La bruma ha borrado el horizonte.
Todos los colores se han vestido de plata.
Un pescador descalzo desparrama sus redes
por la orilla de este mar estático.
Las gaviotas se arremolinan alrededor de la barca.
También mis pies sin calzado se encaminan
hasta el promontorio. Resbalan las gotas saladas
por los oscuros peñascos
hasta fundirse de nuevo entre las olas.
Por un instante presiento la finitud.
El caos se hace mi dueño.
La capacidad de auto-engaño me abandona.
¿Nuestra vida es solo un punto en medio de la eternidad?
Un alud de miedo me acecha amenazante.
Debo sorber con mi aliento la belleza del entorno.
Una gota de lluvia se ha posado sobre mis labios.
El plateado mar se agita, muerto de celos.




19

La tempestad ha derrumbado
las delgadas paredes entre las que mi cuerpo
protección buscaba. Qué desoladas mis noches
cuando tus oscuridades me devoran;
cuando los dientes de tus feroces escualos
con furia muerden sobre mi ingenua permanencia.
Qué temprano amanecieron mis soledades.
Qué ciegos tormentos se aposentaron
entre mis figuraciones. Cómo lamento no haber dado
el salto dos mil años antes. Ahora me persiguen
los descarnados fantasmas, escapados de tus labios.
Sospecho que nunca regresará hasta mí la sonrisa.
Mis manos sin tacto, mis dientes sin brillo,
mis ojos opacos,
permanecerán entre ausencias sumergidos.
Y quiero volver a respirar, mar eterno,
junto al aire caliente de tu orilla,
junto a la sal esparcida por tus gotas.
Al lado de la brisa que se mezcla
con los golpes de tus olas.
Junto al amor engarzado
entre el sereno dinamismo de tu grandeza.




20

Las lejanas montañas casi son el mismo cielo.
Una destellante franja de luz se mece sobre las olas:
se acerca, se aleja, se acerca, se aleja...
Delante de mis ojos la indefinida extensión.
A los lados el mar, abrazando mi figura,
y arriba el color, limpio y profundo,
que como trozo de infinito se presiente.
La tarde le ha puesto nudos al viento
y me barca acelera su andadura.
Los remos ya marcan mi latido.
Y las preguntas vuelven en tropel:
¿Por qué estamos condenados a muerte?
¿Por qué ha de acabárseme la vida?
¿Qué sentido tiene el mar, y la luz, y el viento?
Las altivas olas motean mi cara de frescas gotas.
Mis manos calientes, mis labios sabrosos,
en el pecho un suspiro placentero...
El mar encierra el secreto de la vida.
Solo él apacigua mis terrores.



21

La luz se muestra perezosa
y se niega a salir de su penumbra;
no pinta el salón de rayas negras
ni desgarra el tamiz de los visillos.
La neblina que flota en lontananza no ha volado
hasta las nubes. El contorno se agazapa pudoroso
tras los velos de la nevisca plateada.
La lluvia desgrana su romántica sonata
mientras el gato se acicala presumido
y el tiempo se muestra indiferente.
Adopta el devenir pausado ritmo.
Quiero unir mi voz al grito de los cielos
y al eco profundo del mar.
Juntas nuestras voces
dotarán de alma la quieta realidad.
Añoro aquellos brillos del Sextante
que al borde del abismo me guiñaban.




22

Mi destino es retornar siempre
porque el mar ha retenido el eco de su risa.
Aunque el viento arrastre entre sus flecos
los viejos recuerdos,
suavemente merodea por los nuevos sueños.
La playa aparece, ante mi luz recién nacida,
como una vistosa gama de ardientes tonalidades.
Sus notas repiten la música que de mí brota.
(Nada hacía presagiar el inesperado ataque. )
¿Qué órdenes obedece el sol
que camina cada día por el mismo cielo?
¿Donde mora dios, dentro o fuera del universo?
Me apresuro a utilizar el blanco paño del olvido.
Vamos, anda, gocemos de la vida, del agua, de la arena,
y de los ritmos calientes que hoy tañe el mar
pícaro y bullicioso, mientras trata de atrapar mis caderas.




23

El cielo y el mar están enfurruñados
e impiden que se extienda el claro amanecer.
La tenebrosa sombra encubre el firmamento
y agiganta las olas encrespadas. Su batir
resuena en mis oídos como tambores de guerra.
Laten mis sienes al compás del latir poderoso
que acrecienta mis miedos seculares.
¿Para qué la embestida del viento o la furia del mar?
Tiritan las florecillas bajo las gotas de lluvia.
Sobre las ramas, una mariposa se mece
al son de la celeste música.
El relámpago ilumina los contornos. Sigue sus pasos
el trueno, que siempre hace gala de su atracción por la luz.
(Aunque siempre se persiguen, no celebrarán
sus bodas.) El mar es un otelo furioso.
Su pasión acaricia mis oídos.
Su ronco bramido acompaña mi sueño.




24

Volví otra vez en invierno.
Es mi meta volver siempre. Todo permanece
en espera de mi regreso. Aunque el frío diluye los confines,
y el acantilado forma parte del manchado fondo,
volví porque me empujaron las bombillas de colores,
el continuo repicar de los panderos,
las serpentinas, y el saludo aprendido. Aquí
ante el hielo del apagado hogar
rememoré el caliente chupahumos de otros tiempos.
El templado aire de la corrección me arañó dulcemente.
No me colocaré la máscara del amor mentiroso
ni simularé que la algarabía simboliza la paz.
Encuentro aquí, junto a la ribera
el aroma que dulcifica el rugir que me atormenta.
Mentira, indiferencia, egoísmo, escándalo, locura...
Qué sosiego transmiten la tormenta y el trueno, el mar encrespado
y las olas que llegan con deseos envolventes.
Así fundidos el mar y yo, el frío, la soledad y el misterio.




25

Y amanece la caricia. Vuelve la desconcertada espera.
(El ovillo de seda no se abre
hasta que no está dispuesta la crisálida)
Pero lo sé. Tengo la seguridad de que la luz
ha de ir a encontrarse con la noche.
La espera indefinida del largo temor encaminado
hacia la única meta que el destino señala,
me impide gozar de los rayos del sol.
Tengo miedo. Me ha rondado siempre un misterioso miedo
que ha restado espacio a mi libertad.
No es justo que la claridad de la vida esté siempre entretejida
con el latir profundo de la angustia.
Qué dolor tengo de mis pasos perdidos.
Cómo hieren los zarzales mi pobre carne desorientada.
Qué vacío alrededor de mi cintura.
Qué inútil el trabajo de mis manos
empeñadas en forjar el contorno de tu cuerpo.
Ni las olas ni el sol han deformado
el perfil de tu cara
en el anverso de la vieja moneda enmohecida.




26

¿Es la elocuente palabra del mar la que impulsa
mi retorno? No hay atisbos de calor
en esta barroca soledad
extendida delante y detrás de mí,
a los lados, por encima de mi cabeza...
Soledad móvil, soledad helada, soledad extensa.
Soledad...
Asida a las rocas, a la arena, al aire, a las nubes.
Dueña de la paz, el poder de su hermosura conforta mi devenir.
Aunque no ha logrado que de mí se borren
ni los besos, ni las lágrimas,
ni el calor del puchero y la taza humeante.
Ni el lugar ocupado por tu cuerpo entre mis brazos.
O nuestras manos plenas en los días de cosecha.
Mi poblada soledad sonríe, al fin, a la mañana,
goza con la esplendorosa luz
con el aire perfumado que moldea mis contornos
con el eco acariciante de las azulinas aguas...
El mar yace a mis pies, perenne, mutante, inquieto.
Ensueño. Refugio. Amante. Destino.





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