Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 25 de marzo de 2013

1492.- DIONISIO SOLÍS



Dionisio Solís
Dionisio Solís Villanueva y Ochoa (Córdoba, 1774 - Madrid, 1834) fue un dramaturgo, actor y músico español.

Se dedicó por igual a la literatura, la interpretación y al violín. Profesionalmente se ganaba la vida como apuntador en el Teatro de la Cruz de Madrid, desde la edad de 19 años.
En años sucesivos se dedicó a adaptar autores clásicos (Tirso de Molina) y traducir extranjeros (Vittorio Alfieri, August von Kotzebue, Voltaire, Shakespeare...) Sus piezas eran luego representadas con éxito por su amigo, el actor Isidoro Máiquez.
Contrajo matrimonio con la actriz María Ribera, primera actriz en el estreno de El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín.
Escribió las obras Camila, Tello de Neira y Blanca de Borbón.






A un cortesano

 Dicen que eres mudable, don Pepito,   
 que fuiste de Manolo cortesano,   
 soneteruelo del francés tirano   
 y de sus odres perennal mosquito;   

 que mudando de altar, de culto y rito  
 fuiste, tras esto, muratista insano   
 y, para postres, del Nerón hispano   
 semanalmente adorador contrito.   

 Pero no dicen bien; el pueblo miente,   
 ni menos hay razón por que afrentando  
 te esté, y traidor y apóstata te llame.   

 Antes en eso mismo que insolente   
 te echa Madrid en cara, estás mostrando   
 cuán firme has sido siempre en ser infame. 





Canta blanco palomo

 Canta blanco palomo, y de la aurora   
 el róseo carro con ti acento llama;   
 que atenta escucha en la mullida cama   
 la esposa a quien tu cántico enamora.   

 Canta y anuncia la estación de Flora  
 y el delicioso incendio que te inflama,   
 mientras sentado en la frontera rama   
 otro palomo solitario llora.   

 ¡Felice tú que puedes con tu canto   
 al alma penetrar por el oído  
 del ave amante en que tu bien se funda!   

 Y ¡mísero de mí, que la triste llanto   
 en que a solas me miras consumido,   
 sin fruto el rostro y sin cesar me inunda! 







En media hora un soneto

 ¡En media hora un soneto! ¿A qué cristiano   
 a tan bárbaro afán se le condena?   
 ¿Y es Filis quien lo quiere? ¿A qué otra pena   
 me sentenciara un Fálaris tirano?   

 Pues qué, ¿no hay más? O ¿están tan a la mano  
 los consonantes como en esta amena   
 margen del Turia la menuda arena   
 en que tu blanco pie se imprime ufano?   

 No, cara Filis; mándame otra cosa,   
 ora de riesgo sea, ora de afrenta;  
 que a cuanto de mis órdenes concedo.   

 Pero ¿un soneto, y qué, por ser tú hermosa,   
 en ello, al fin, mi necedad consienta?   
 No, Filis, no; perdóname: ¡no puedo!   






Pobre importuno

 ¿Por qué aspira sin fruto, Arnardi bella,   
 a lo que darme tu piedad resiste?   
 ¿por qué mi amor en alcanzar insiste   
 lo que me impide merecer mi estrella?   

 ¿No fuera bien buscar a mi querella,  
 en el asilo de mi tumba triste,   
 el anhelado fin, pues que consiste   
 mi única dicha y mi consuelo en ella?   

 ¡Necio, que pronto de esperar cansado,   
 se abate tu pasión, antes osada, 
 y con el miedo la fortuna mide!   

 ¿Qué amador fue constante y no fue amado?   
 ¿O qué mujer, del hombre importunada,   
 no la concede al fin lo que le pide? 






Puro y Luciente sol

 Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo   
 al alma mía en tu presencia ofreces,   
 cuando con rostro cándido esclareces   
 la oscura sombra del nocturno velo!   

 ¡Oh, cómo animas el marchito suelo 
 con benéfica llama! Y ¡cómo creces   
 inmenso y luminoso, que pareces   
 llenar la tierra, el mar, el aire, el cielo!   

 ¡Oh sol! Entra en la espléndida carrera   
 que te señala el dedo omnipotente,  
 al asomar por las etéreas cumbres;   

 y tu increado Autor piadoso quiera,   
 que desde oriente a ocaso eternamente   
 pueblos felices en tu curso alumbres! 




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