Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 27 de marzo de 2013

1512.- SEBASTIÁN DE CÓRDOBA



Sebastián de Córdoba
Sebastián de Córdoba Sacedo (Úbeda, provincia de Jaén, ¿1545? - ¿1604?), poeta español.
Residente en Úbeda y de oficio tundidor, tuvo de vecino al pintor de origen italiano Julio de Aquilis o Aquiles. Utilizó los metros italianos en la línea de Garcilaso y Boscán, pero refundió y adaptó la obra de estos volviéndola a lo divino, siguiendo el ejemplo de Gerolamo Malipiero en su Petrarca Spirituale de 1536 y sus imitadores, para suprimirles su intención profana, en sus Obras de Boscán y Garcilaso trasladadas en materias cristianas y religiosas (Granada, 1575), usando el procedimiento del contrafactum:
«Vine a leer las obras de Juan Boscán y de Garcilasso de la Vega, que compusieron en versos y ritmos diferentes, las quales andan juntas en un volumen, y entendí que aunque son ingeniosas y de altíssimos conceptos en su modo, son tan profanas y amorosas que son dañosas y noscivas mayormente para los mancebos y mugeres sin esperiencia. Púseme a trasladarlas y convertirlas por los mismos ritmos y consonantes en sentencias más provechosas para el ánima». ("Dedicatoria")
Esta obra, reimpresa en Zaragoza en 1577, influyó poderosamente en la lírica de San Juan de la Cruz; existe edición moderna realizada por el hispanista Glen R. Gale (Universidad de Michigan, 1971). El ejemplo de Sebastián de Córdoba lo siguió luego Juan de Andosilla Larramendi, autor de los famosos centones Christo nuestro señor en la Cruz hallado en los veros de Garcilaso de la Vega (Madrid, 1628)

Fuente

Jesús Bregante, Diccionario de literatura española, Madrid: Espasa, 2005.







Soneto


   El cielo, y tierra, y mar, los elementos
se humillan a esta gran Señora mía:
la fuerza de este nombre de María
hace temblar la cueva de tormentos.

   Humíllanse los ángeles atentos
en ver su hermosura y su valía;
todos le cantan himnos de alegría,
y todos en servir quedan contentos.

   Dichoso fue aquel día, punto y hora,
también la tierra donde nacer quiso
María que es del cielo emperadora.

   Por ella nuestra vida se mejora,
por ella nos darán el paraíso
si nuestro amor su sacro nombre honora.




Soneto


   Quien en loarte, Virgen, tiene olvido,
merece ser de todos olvidado,
y aquel que tu loor ha celebrado
avívele tu gracia su sentido.

   El mar de tu grandeza es conocido
habiéndote por madre Dios tomado,
y al verdadero y firme enamorado
aquesto sólo baste ser sabido.

   Si fueron tus entrañas deificadas,
do fue encerrado aquel que la crió,
limpísimas debieron ser criadas.

   Que si hombres quieren limpiar sus moradas,
limpísima será la que tomó
quien almas hace bienaventuradas.




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