Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 27 de marzo de 2013

1513.- BALTASAR DE ESCOBAR




BALTASAR DE ESCOBAR 
Sevilla. Siglo XVII
Poeta.
Grande amigo de Herrera, de Barahona de Soto y de Virués. Estudiaba leyes en Sevilla por los años de 1570. Pasó luego a Italia, donde residía cuando Cervantes le dedicó la octava del Canto de Caliope. Consérvanse: un soneto de Escobar en Las Navas de Tolosa (Madrid, 1594), de Cristóbal de Mesa, y una carta crítico-apologética de El Monserrate de Virués, fechada en Roma el 12 de marzo de 1589, e incluida en la edición madrileña de 1609 de este poema. Mayans (Cartas morales, militares, etc., tomo I; Madrid, 1756, pág. 107) sospecha que el autor de la carta sea el mismo Virués. (Cons. Pedro Espinosa, Flores de poetas ilustres, edición citada, I, núms. 19, 68 y 169; F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, Madrid, 1903, págs. 78 y siguientes; C. Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, III, 207 y siguientes.)

Hay un soneto de Escobar en el manuscrito, 3795 (folio 78) de la Biblioteca Nacional.

Salvá (Catálogo, etc., I, 116) menciona el libro Excellentias de Santa Maria Madalena, recogidas de la Fiesta que le hizo en Roma el P. F. Ioan Bru (Roma, 1591), donde hay versos de Baltasar de Escobar.
Nicolás Antonio (Bibl. Hisp. Nova; edición de Madrid, 1783; I, 182) cita a un Baltasar de Escobar, de la capilla del palacio real en Nápoles, filósofo y teólogo, autor de cierto libro rotulado Alientos de flores espirituales para la freqüente comunion (Nápoles, 1638). (N. del E.)








Al pie de las poesías de Herrera


   Así cantaba en dulce son, Herrera,
gloria del Betis espacioso, cuando
iba las quejas amorosas dando
de su mansa corriente en la ribera.

   Y las ninfas del bosque en la frontera  
selva de Alcides, todas escuchando,
en cortezas de olivo iban grabando
sus versos, cual si Apolo los dijera.

   Y porque Tiempo, tú, no los consumas
en estas hojas trasladados fueron  
por sacras manos del Castalio coro.

   Dieron los cisnes sus nevadas plumas
y las ninfas del Betis esparcieron
para enjugarlos sus arenas de oro.






Soneto


   Dormía en un prado mi pastora hermosa,
y entorno de ella erraba entre las flores,
de una y otra usurpando los licores,
una abejuela, más que yo dichosa,

   que vio los labios donde amor reposa
y a quien el alba envía los colores,
y al vuelo refrenando los errores,
engañada, los muerde como a rosa.

   ¡Oh venturoso error, discreto engaño!
Oh temeraria abeja, pues tocaste  
donde aun imaginarlo no me atrevo!

   Si has sentido de envidia el triste daño,
parte conmigo el néctar que robaste;
te deberé lo que al amor no debo.







Soneto


   Pues del occidental reino apartado,
do el invierno se juntan y el estío,
las bellas ninfas que del Jauja frío
llevan al Marañón censo sagrado.

   Han (ilustre don Pedro) celebrado  
tan poco vuestro nombre, yo confío
que, si me ayudan las del Betis mío,
gozaré la ocasión que me han dejado.

   Y al Potosí magnífico, eminente,
que encender quiere al cielo con centellas,
y al mundo con tesoros enriquece.

   No por sus venas, no, por la excelente
de vuestro ingenio, sí, más rica que ellas,
celebraré, con lo que aquesta ofrece.






Soneto


   Entrada a fuerza de armas Cartagena,
y rendida al ejército romano,
dieron al saco la violenta mano,
que hace propia la riqueza ajena.

   Reservan de la presa la más buena  
joya, para Scipión guardada en vano,
pues al común desorden el humano
querer el joven capitán refrena.

   La esposa de Luceyo al afligido
amado esposo (liberal hazaña),  
sin violar su honestidad, envía,

   Luceyo, a tal valor reconocido,
la tierra le rindió, y así la España
vencida fue, mas fue de cortesía.










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