Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 15 de agosto de 2013

1756.- JOSÉ MARÍA RUBIO RUBIO





JOSÉ MARÍA RUBIO RUBIO
Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
Médico, internista, alumno (porque siempre quiere aprender), escritor, poeta, ético, bético supporter, abuelo en activo, alcalareño de ejercicio, pregonero, belenista...... 





EL NAZARENO

El Pregón.

Pregón de la Semana Santa de Sevilla del año 1991. Pronunciado por D. José María Rubio Rubio en el Teatro Lope de Vega de Sevilla.

Todo esta consumado. La mañana hace horas que prendió en plenitud de vida, y otro año más una lumbre transparente y cálida, reverbera claridad en los balcones de Pureza. Por Pelay Correa suena como un rumor de espumas acercándose, y una pleamar de rezos mientras los últimos nazarenos, en su ritual estación de penitencia, se arrodillan uno a uno ante el Sagrario de la Real Parroquia de Triana.

Ya la mar desborda la mañana abierta, y se anega la orilla de Esperanza. El palio transparenta en sus encajes los altos azulejos de la torre cuando, ¡Ahí quedó!, los cuatro zancos tocan el suelo, y ya está la Virgen, otro año más, en la puerta centenaria de Señora Santa Ana.

Nada puede contener el amor entre esos muros. Como una fuerza va alcanzando las gargantas, volviéndose piropo, grito, canto, pasión del alma enardecida. Triana espera y sabe que otro año más volverá a repetirse su milagro.

Un hombre, mudo de nacimiento, cogerá unas flores y avanzará hacia el paso de la Virgen hasta tocar sus andas, y con una mano en el martillo,como en el rito del mejor capataz de la Señora, otro año más volverá a levantar sus ojos hacia su Bondad morena para contemplar en ella la imagen pura y limpia de su alma, mientras deposita un ramo de claveles detrás del llamador.

Y será entonces, al sonar el tercer golpe del martillo, cuando el palio se haga gozo contenido rimando al aire la estrofa pura del ritmo y la armonía, tocando el cielo en la levantá más alta, será entonces que, otro año más, aquel hombre, mudo de nacimiento, volverá hacia ella sus ojos anegados de lágrimas, y un grito, una emoción, un llanto se escapará diáfano de su garganta muerta, y una palabra ¡Guapa!, rotunda, perfecta, clara, volverá a subir hasta los mismos labios de la Esperanza viva, y otro año más Triana entera será testigo de la voz de un hombre mudo que a las puertas de Santa Ana repite, todos los Viernes Santos el mejor pregón, el más hermoso que jamás pueda hacer un sevillano.

Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo
Excmo. Sr. Alcalde
Excmas. e Iltmas. Autoridades
Iltmo. Sr. Presidente y Junta Superior del Consejo Gral. de Hdades. y Cofradías
Señoras y Señores
Sevillanos, cofrades, amigos todos.

Dicho queda, y de corazón lo afirmo, que no es pregonero quien mejores palabras dice, sino quien mayores amores siente; y tan es así que hasta el ritual de los agradecimientos sin el testimonio de amor no sería otra cosa que un hueco sonido de campana.

Por eso no sería autentica mi gratitud ante mi Pastor si con ella no renovara mi disposición, convencida y militante, al servicio de la Iglesia Diocesana de Sevilla.

Y no sería fiel mi reconocimiento al Sr. Presidente y al Consejo General de Hermandades y Cofradías si con este pregón no sellara mi compromiso cofrade con las devociones y los amores que proclamo.

Ni sería bien nacido sin con algo diferente, que no fuera la amistad, viniera a pagar la generosidad y la delicadeza que ha demostrado el Ilmo. Sr. Teniente de Alcalde en su Presentación.

O si no tuviera un recuerdo para todos los que me ayudaron con su alegría y sus oraciones. A la confianza de las Hermandades, a la amistad de los cofrades y a su entusiasmo.

Por último, a quienes depositaron en mi alma el germen de la confianza en Dios. A la Fe de mis padres, al Amor de mi esposa y a mis hijos, mi Esperanza, que, navegando por los días de mi vida, traigo a esta Muy Noble y Muy Leal e Invicta, Heroica y Mariana ciudad, ante cuya autoridad, que me concedió el don precioso de ser su pregonero, y arrodillado a los pies de su Majestad dulcísima la Señora de los Reyes, proclamo, en el dintel de esta primavera, mi suprema emoción y orgullo por tener la alegría más grande que se puede tener en este mundo, la de ser sencillamente sevillano.

SEVILLA

Cada Domingo de Pasión, Sevilla busca unos labios que le canten el gran pregón de sus amores, lo que nadie sino Ella es capaz de hacer brotar en el corazón de cada sevillano. Y el pregonero, consciente de la infinita generosidad que la ciudad le ha dispensado, quisiera reclamar esta mañana el poder sagrado de su nombre y acercarlo al llanto de su vida a ras de tierra.

Quisiera arrancar tu nombre, Sevilla, del azahar y el lamento, de las palabras del aire, del sentimiento y del verso, de la tierra que pisamos, de la luz de nuestro cielo, de la emoción de tus hijos y el azul del firmamento.

Que tu nombre, marcado por la decisión de Dios en nuestra propia naturaleza, vuelva a sonar esta mañana, como un canto de amor y de esperanza en el hogar de todos los sevillanos.

Te canto a ti, Sevilla, la más hermosa, bendecida por Dios y envidiada por los hombres, pero también a ti, la que soportas en tu cuerpo lastimado la injusticia de tu propia enfermedad.

Te canto a ti, Sevilla de la emoción y el Salmo, de las madrugadas eternas y el agosto jubiloso, Sevilla de la multitud; pero también a ti, la de la soledad y la intransigencia y del olvido.

Te canto a ti, Sevilla de la plata, la cera y los bordados, Sevilla triunfal de la mañana del Corpus que pasas con la frente alta delante mismo del altar de Dios; pero también a ti, Sevilla de la miseria, de la marginación y la impotencia, Sevilla inmóvil y muda en la cárcel de los silencios de Dios y de los hombres.

Te canto a ti, Sevilla, señora de occidente, alcázar defendido por arqueros imperiales, morada de la luz, del arte y de la gracia; pero también a ti, Sevilla la habitada de bruma y de silencios, allí donde no llegan las saetas de luz de tu Giralda.

Porque se acerca el tiempo en el que Dios mismo vendrá hasta ti para hacerse carne de tu carne. Sacramento en tu naturaleza viva, y lo verás llegar entre olivos y palmas montando una Borriquita, para anunciarte, Sevilla, la  llena de gracia, que en la sombra de una estrecha callejuela, en los cipreses del convento más pequeño, en el rayo de luna de tus plazas, en el hilo de la voz de tus seises, en el corazón de todas tus hermandades, gracias al amor de Dios y por la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, la ciudad volverá a ser excepcional testigo del Evangelio vivo que el sevillano llevará, una primavera más, sobre sus hombros, proclamando así a la tierra entera la Buena Noticia de nuestra propia salvación.

Cántale, Sevilla, a tu Señor,
alfarero, artesano inigualable
que en la noche más oscura de los tiempos
te soñaba ciñéndote en el aire
bandoleras de azul por los tejados
y sonrisa del agua entre tus sauces.
Dale gracias a Dios que te ha querido
su azucena, su fiesta, su paisaje,
que le dio su mirada transparente
al perfil soleado de tus tardes,
que se hizo blancura en tus gladiolos
que se hizo alimento en tus trigales
con que saciar de amor las madrugadas
comulgando por Él por nuestras calles.
Alaba alma mía la amanecida
del rocío sediento de azahares,
el temblor de tus aguas silenciosas
cuando pasa Jesús sobre sus cauces,
el tañido violeta del convento,
puro aroma de incienso y humildades,
donde cantan de amores los jilgueros,
las bienaventuranzas de la tarde.
Dale gracias a Dios ,que te ha entregado
la celeste altitud de sus nidales
y se hizo jardín de su hermosura,
y adornó tu horizonte con celajes,
y llenó con el agua de su pecho
tus sedientos y secos manantiales.
Y después de haberte dado todo,
aún te dio su corazón para salvarte,
porque al verte llorar de Madrugada,
no teniendo ya nada que entregarte,
Dios se hizo nazareno de Sevilla
y te dio la Esperanza de su Madre.


ANGELES DE LA SEMANA SANTA

        El Domingo de Ramos es uno de los tres días del año en que los ángeles, en tres excepciones celestiales, bajan al suelo de Sevilla.

        Y siempre vuelven, fieles a la tradición y a l rito de los siglos, a habitar por unas horas el universo íntimo de nuestros sentimientos, a compartir el pan del alma sevillana, cielo y aire, y siempre estrenan, cada Domingo de Ramos lo ángeles estrenan una luz nueva infantil e inmaculada.

        Llegan entre hogueras encendidas por las nubes y llamaradas de luz en la Giralda, por retazos de lumbre cegadora. Llegan con el primer rocío de los naranjos, el primer chirriar de las veletas, los primeros trinos, la primera música, el primer escalofrío de la mañana.

        Y Sevilla queda en ellos habitada por la gracia. Angeles paseantes, ángeles sorprendidos, espectadores celestes del sueño y de la vida, admirando el amanecer del sol más grande, el más esperado en ese adviento de trescientos sesenta y cinco días que es el corazón del sevillano.

        Y ahí están, en el lugar exacto, en el instante mismo, cuando nos sorprenden y nos da un vuelco el corazón al contemplar la imagen entrañable que todos esperábamos.

        Y aparecen por San Lorenzo, con sus alas recogidas y en adoración fervorosa, confundidos entre los ramos de claveles, en la primera fila de penitentes que Sevilla forma esperando las manos del Señor.

        Y en los naranjos del Salvador, ángeles extasiados ante el blanco presentimiento con el que Sevilla anuncia la eternidad sensible de su inminente Primavera.

        Angeles vagabundos de la emoción y del pálpito, sorprendiendo el alma en la plenitud del día cuando, buscando tal vez el tibio descanso de las sombras por tranquilas y estrechas callejuelas, volvemos a encontrárnoslos tras el revuelo  almidonado de una capa, o el destello azul de un nazareno saliendo de un portal, en la calle Arrayán, bajo un balcón de geranios derramados, como un rayo celeste escapándose del propio cielo de Sevilla.

        Los ángeles siempre vuelven. Durante siete días permanecerán junto a nosotros, acompañándonos en nuestro particular itinerario por los amores sevillanos.

        El pregonero los sorprendió el amanecer de un Domingo de Ramos, asomado al balcón de su paisaje, y allí pudo oír, con las primeras luces de Triana, en el primer temblor del día, como un cuchicheo de ángeles que en un Cabildo de Toma de Horas por las veletas y el aire de Sevilla se repartían el programa de su peculiar Semana Santa

Brilla el Domingo una Estrella,
el Lunes, tiemblan las Aguas,
el Martes, lección de Muerte,
el Miércoles, Piedad en el sol clavada.
El Jueves, Misterio y Llanto,
Emoción la Madrugada,
el Viernes, Dios expirando,
...Y de nuevo la Esperanza.

        Y andaban los ángeles como desorientados, perdidos parecían en ese laberinto de amores sevillanos que es su Semana Santa, y, presintiendo ya la primera Cruz de Guía sobre la rampa más alta de Sevilla, buscaban aquel itinerario íntimo que los pudiera llevar del recuerdo a la Esperanza. Y pudo ser la Señal de la Cruz de un buen cristiano en el dintel del puente, o el primer agua bendita de la mañana, o cualquier oración, o la primera cruz bordada en una capa nazarena o la primera insignia o el primer Crucificado...sucedió que al instante se le abrieron los ojos y, presignándose, echaron a andar, o a volar, vete tu a saber, por el único camino que en el mundo existe para encontrar a Dios.

        Y quien no pudo resistirse al encanto de esta cita quiso seguir el imposible rastro de aquel celestial encuentro y en la emoción del que jamás tuvo la escuela del cofrade viejo y sabio, del padre sevillano que le abriera los ojos en su infancia enseñándole de niño los secretos profundos de Sevilla, haciendo también la Señal de la Cruz sobre su frente, se marchó con ellos a buscar a Dios en el pensamiento, en los labios y en el corazón del sevillano, porque eso y sólo eso es su Semana Santa.

SEMANA SANTA EN EL PENSAMIENTO.

EL ENCUENTRO.

SEMANA SANTA EN EL RECUERDO.

        Cada vez que el ángel de mis recuerdos me pone frente a frente con la imagen de Jesús Nazareno en cualquier calle de Sevilla, vuelvo a sentir el inefable candor de una lejana madrugada alcalareña, cuando Jesús me iba abriendo con el arado de su Cruz, los surcos más profundos de mi alma.

        Porque fue allí, en mi Alcalá, donde aprendí Señor a ser tu nazareno, y es por eso que cada Semana Santa vuelves a herirme en la memoria con la sombra de tu Cruz cuando te contemplo en aquella imagen de mis sueños, mi Buen Pastor de oscuras madrugadas, penitente por las estrechas cañadas de mi vida, el largo cayado de tu Cruz apacentando las centinelas sombras de la noche.

        Y vuelvo a sentirte ahora, cuando te acercas, racheando el paso desde la distancia infinita de tu sufrimiento  y mis ojos, escapándose al reclamo del azahar y la saeta, vuelan tras de Ti en un ardiente deseo de seguirte por el amor de tu nombre, de acompañarte por los senderos tenebrosos del dolor y de la muerte sin sentir ningún temor porque Tú vas conmigo.

        Llévame Buen Pastor de mi pasión, hacia las aguas tranquilas de mi alcalareño amanecer, hazme recostar en las verdes praderas de aquel Calvario íntimo, enséñame a llevar la Cruz de cada día y haz que adquiera de Ti la calidad de ser un verdadero nazareno, el que con la humildad y el silencio de su exclusiva penitencia, recorriendo nuestras calles con la pálida luz de su cirio o llevando tu cruz a cuestas, es imagen y signo que por si  mismo otorga rango de ciudadanía en el cielo y en Sevilla.

        El penitente que cada amanecer en la Catedral, al pasar delante del Monumento, vuelve a levantar su corazón mientras repite aquel Acto de Fe que Jesús puso en mis labios, cuando el Calvario estaba en flor, una lejana primavera.

Aunque sea sólo por eso,
por ir contigo esta noche,
yo quiero ser nazareno
y acompañarte en el paso
de tu cruz y tu silencio.
Por ver tus manos benditas
abrazadas al madero,
por pisar donde tu pisas,
pro ablandar este suelo
de un pueblo que te esperaba
por los postigos del sueño.
Por sentir la madrugada
atravesando tu cuerpo,
por iluminar la sombra
con la cera de mis rezos,
por consumirme contigo
cuando el día va amaneciendo
y el rocío de la mañana
va empapando tus cabellos.
Por detenerme a la orilla
de tu rostro descompuesto;
por quitar una por una
las espinas que te hirieron,
por ver tu amor destruirse
bajo el sol de nuestros cerros;
por el llanto de tu Madre
en alcores sin consuelo.
Por ser tu hermano, tu amigo,
por hacer de cirineo,
llevando en la noche al hombro
el dolor de nuestro pueblo.
Por el hambre y la miseria,
por la herida del enfermo,
por los que ignoran tu muerte,
por los que no te siguieron
y por todos mis pecados,
aunque se que no merezco
ni caminar a tu paso,
¡aunque sea solo por eso,
por ir contigo esta noche,
yo quiero ser nazareno!


SEMANA SANTA, PRESENTIMIENTO DE LO SOBRENATURAL



    En su Semana Santa, Sevilla se siente a si misma templo de Dios, y sus calles, sus plazas, sus jardines se sueñan y se hacen para el encuentro con lo sobrenatural. Un encuentro que en ese Libro de Reglas nunca escrito y que cada sevillano lleva en el fondo de su corazón, tiene sus tiempos marcados como un rito que se va enseñando de padres a hijos: La Semana Santa es buscar a Dios y su Madre por las calles de Sevilla, encontrarnos con ellos y contemplarlos, dejarnos evangelizar por ellos y convertirnos.

    Un cofrade inolvidable, al que el madrugar de su muerte se lo llevó muy temprano (¿Por qué esa prisa en la Hermandad de la O por pasar primero el puente?) al otro lado del río de su Esperanza, lo dejó escrito para siempre. En su memoria, y en la fidelidad de su nombre, el pregonero creyó esta realidad tangible y se marchó con los ángeles sevillanos a buscar esa calidad divina, a aguardar su paso, que cada Semana Santa deja en nuestras calles la huella sensible de su presencia.

        Y la encontró en la luz transparente y cegadora que en la altitud de Mateos Gago, traspasa e hiere de reflejos sevillanos la infinita MISERICORDIA de Jesús.

        Y en la inocente claridad que el Domingo de Ramos ilumina en el Prado el rostro de la PAZ como una imagen fiel de la más pura infancia de Sevilla.

        Y en esa otra luz virginal e íntima que sobrecoge las callejuelas de la Puerta de Córdoba, con la cal esperando eternamente el rostro de su celestial belleza.

¡Ay que triste está la tarde

sin la HINIESTA en San Julián!

        Y lo inundó el Amor de Dios en la luz cenital del AGUA viva que mana del costado de Jesús. Amor traspasado, Amor comunicado, AGUA del costado de Dios. Plenitud de amor y vida para un pueblo enamorado de los ojos preciosos de la Virgen de GUADALUPE.

El agua se volvió llanto
y el llanto se hizo ternura
en tu infantil hermosura
de Niña del Lunes Santo.

        Y sintió el dolor de Dios habitando las sombras de la noche cuando la luna empañaba con su palidez blanquísima las paredes limpias de la calle San Juan y el paso del Stmo. CRISTO de BURGOS se acercaba con su lamento de madera cansada y rechinante, como un quejido amoroso de sus andas, a cada paso de los costaleros.

        Y lo hirió la inconsolable ausencia de Dios, SOLEDAD del Viernes Santo,en los brazos vacíos de la Virgen de San BUENAVENTURA.

        La Semana Santa de Sevilla es un presentimiento de lo sobrenatural. Si no lo creéis, acudid a San Ildefonso a esperar al NAZARENO de las PENAS y veréis que todo allí es un presentimiento: Presentimiento de oración callada la clausura, apenas percibida en los dedos blanquísimos asomados por las rejas de la pequeña celosía. Presentimiento de un resplandor de cera en Caballerizas y de Giralda extendida sobre un fondo de azucenas. Presentimiento de amores y de ausencias, de cofrades amigos que se fueron y vuelven cada año a contemplar, yo sé que estás ahí José Luis, a quien fue la GRACIA y la  ESPERANZA de su vida.

        Dios habita en la luz, en las sombras y en la piel de nuestra propia encarnadura. Y la Giralda es como una LANZADA al mismo corazón del cielo sevillano cuando la cofradía de San Martín pone su paso  de Cristo en las puertas de la Catedral. Y San Marcos  es un retablo mudéjar para el Corazón traspasado de María y el universo herido en el rosal de sus DOLORES. Y San ISIDORO es el milagro de su propio Cristo levantándose sobre sus ruinas en lo más alto de la Costanilla, ayudado por sus hijos, Cirineos de su trabajo y su silencio.

        Y toda Sevilla parece como inflamada de un alborear purísimo y sobrenatural cuando la CANDELARIA, entre mil destellos de pureza, aparece meciendo su hermosura en el altar del Triunfo de la Gracia.

Hay un resplandor celeste
y una lumbre azul y blanca
y un firmamento de estrellas
en los patios del Alcázar.
Los ruiseñores despiertos,
las fuentes ensimismadas,
ha acallado el lamento
de su manantial del plata;
y en su vertical figura
las palmeras empinadas
asoman por las almenas
el asombro de sus palmas.
¿Quién va encendiendo la noche
de esa luz transfigurada?
¿Qué luna de Martes Santo
prendió en esa Candelaria?
¡Ay quien pudiera Señora
ser esta noche fragancia,
clavel humilde en tu palio,
sollozo de cera blanca!
¡Ay quien pudiera Señora
desalmenar las murallas
y sentir en mi cintura
el abrazo de tus andas!
¡Carcelero del Alcázar,
abre las puertas del cielo
que pasa la Candelaria!



SEMANA SANTA, PRESENCIA DE DIOS

        Pero en la Semana Santa hay una presencia de Dios más sensible y más cercana; es el Cristo que nace, se alegra, sufre o muere cada día en cada sevillano.

        Una noche tuve un sueño: caminaba penitente por una calle larga. Delante de mi, como una Cruz de Guía, la oscuridad absoluta de la noche; detrás de mi, casi imperceptible, el resplandor lejano del Misterio de mi Stmo. Cristo de las TRES CAIDAS, perdido en una distancia inalcanzable. Entre El y yo, una interminable fila de nazarenos extenuados, abatidos por el hambre, la enfermedad, la droga, el desarraigo, la marginación, todas las cruces de todas las injusticias y toda la pobreza de esta mundo estaban allí, en aquella calle larga, entre mi Cristo y yo.

        Entonces sentí como un rumor de pasos desde el mismo fondo del silencio, y un dolor a mis espaldas, y tres golpes de martillo, y una vela enarbolada, y una mano que se crispa, y una Cruz que se levanta, y unos ojos anhelantes, y una profunda mirada, y un impulso costalero de sus rodillas quebradas gritando en el mismo puente: ¡ Levántate penitente, que hay que morir en Triana !

        Y Jesús llegó hasta mi con su andar poderoso y perfecto, abriendo la noche entre el dolor y las tinieblas, levantando uno a uno a todos los nazarenos caídos que a su paso volvían a incorporarse sosteniendo altas y erguidas las cruces de sus incontables sufrimientos.

        A la mañana siguiente el ángel de la Caridad sevillana quiso interpretarme el sueño. De su mano, que es la mano que más sabe de amor en esta tierra, fui a visitar todos los rostros de Dios doliente de Sevilla.

        Y vi a Dios entre los que pasan hambre, cientos de sevillanos que todos los días siguen pasando hambre en una ciudad que va a ser homenaje del mundo entero al progreso y los descubrimientos de los hombres. Cientos de sevillanos en la necesidad más absoluta y que son verdadera imagen de ese Cristo de MAYOR de los DOLORES, el que nos muestra en su rostro, cada Martes Santo, la cruel BOFETADA de nuestra indiferencia.

        Y en "Regina Mundi" comprendí en grito de Dios crucificado que desde Nervión nos llega clamando por todos los sedientos de amor y de cariño. La inocencia lastimada de los niños, la soledad de los ancianos abandonados, esos CRISTOS de la SED desatendida que son el gran fracaso de una sociedad que se dice solidaria y cristiana.

        Y en "Monte Tabor" vi a los que no tienen hogar, ni vestidos, ni familia, los DESPOJADOS de cualquier calor de mundo, la desnudez del Hijo del Hombre peregrino por los templos de Sevilla sin cuevas ni nidos donde reclinar su cabeza.

        Y en la cárcel había cientos de Cristos esperando el ROCIO de su REDENCION, cientos de Cristos traicionados cada día por el beso en la mejilla de una sociedad que deposita en ellos la falsa conciencia de su incoherente moralidad.

        Y con los Hermanos de la Cruz Blanca comprobé el ABANDONO y el DESAMPARO de esos otros Cristos alejados de nosotros por la distancia infranqueable del olvido; los que ,en la más larga Estación de Penitencia,pasarán un año más por nuestro lado revelándonos que, verdaderamente, ellos son Hijos de Dios.

        Las Cofradías de Sevilla, inspiradas por la Fe y por la Misericordia, siempre fueron sensibles a este Dios cercano y olvidado, y supieron repartir túnica y manto con los que nada tenían y acompañar la soledad de los desamparados y cuidarlos en su enfermedad y hasta la muerte, y ahí siguen todavía, como la juventud de esas tres Hermandades del Lunes Santo, AGUAS, SANTA MARTA, y VERA CRUZ, haciendo su particular Estación de Caridad y saliendo todos los inviernos a recoger el amor de Dios hasta en una carretilla.

        Deteneos, si sois capaces, ante la tenebrante mirada del SEÑOR de las PENAS. En la profundidad de sus ojos, en su propia imagen derrumbada, el mismo Dios doliente que se oculta tras el antifaz de cada nazareno; el esfuerzo supremo de cada "chicotá", el sentimiento del Rosario entre sus dedos, el sacrificio de sus pies descalzos, esa penitencia que con nadie podemos compartir: la madre enferma en casa, el hijo cautivo de la droga, la curación de un ser querido, el recuerdo del que se fue, la acción de gracias. Hay un Dios doliente en el pensamiento de cada nazareno, un Dios que en su penitencia va explicándole a Sevilla la sencilla realidad de esa Fe que proclamamos.



Otro Domingo de Ramos,
¡ay amor! en la clausura
y la monja soñadora
esperando la AMARGURA.

Dicen que la Virgen quiere
vestirse la toca blanca
y quedarse con nosotras
a vivir en nuestra casa.
Dicen que la Virgen quiere
dejar el palio y la plata
y clavarse en nuestra cruz;
salir todas las mañanas
a mendigar caridades;
quiere hacerse nuestra hermana
para abrazar la pobreza,
para sufrir en su alma
los dolores del que sufre
sin trabajo ni esperanza.
Quiere cuidar al enfermo,
quiere besarle sus llagas
quiere sanar sus heridas
con el óleo de sus lágrimas.
Quiere enseñar a sus hijos,
quiere limpiarle la casa,
quiere velarlo de noche
y que no lo hiera el alba,
que al llegar la amanecida
en sus ojos despertara.
Dicen que la Virgen quiere
hacerse miseria humana,
y llorar con los que lloran
y compartir sus desgracias
abrazar la Cruz de Cristo,
esa Sevilla clavada
que amanece cada día
con un puñal en la espalda.
Dicen que la Virgen quiere
llenar de amor nuestras casas,
y que la Madre Angelita
va a venir a acompañarla.
Dicen que la Virgen quiere
hacerse paloma blanca
y anidar en los cipreses
y dormir en las ventanas
para velar nuestros sueños,
para alegrar nuestras almas.
Y yo cuidaré su nido,
y yo arreglaré su cama,
y seré su compañera
cuando por Sevilla vaya
tocando los corazones
con la punta de sus alas.
Y yo pediré con Ella,
repetiré sus palabras
cuando musiten amores
y reclamen Esperanza

La noche se ha detenido
¡ay amor!, la Virgen pasa,
la AMARGURA va llorando
y ha mirado a la ventana
y una monja soñadora
se ha despertado al mirarla.
¡¡Se queda, madre, se queda,
prepare la toca blanca!!.


SEMANA SANTA EN LOS LABIOS.

LA CONTEMPLACION.

        El lenguaje, la expresión cofrade, es de los amores sevillanos que más nos identifican,   y uno de los que otorgan título académico en la Universidad autónoma de nuestros sentimientos.

        A veces son palabras que no conocen en su real significado nadie más que las personas escogidas. Lenguaje íntimo, indescifrable, palabras poderosas que expresan una verdad casi mística, incomunicable. En ese diálogo exclusivo del sevillano que con solo dos voces es capaz de levantar a pulso toda la Semana Santa: Voy a llamar. ¡Llama cuando quieras!

        A Molviedro fui un Jueves Santo para rezar en la memoria de un viejo amigo, hermano y capataz de la QUINTA ANGUSTIA, que me desgarró el corazón una noche de otoño cuando, rota por un cáncer su garganta, llevaba a la Madre de todos los capataces y costaleros, sin decir una palabra, por las emocionadas calles de Triana.

        A Molviedro fui la noche de un Jueves Santo siguiendo al ángel de mi memoria. Sólo se oía el trabajoso rumor de los costaleros tras la silente comitiva de cirios encendidos que escoltaban la patética escena del DESCENDIMIENTO de JESUS. Sobre las andas, como un doliente capataz, estaba ELLA, y el llamador un pañuelo, mandando a la misma muerte en la más difícil chicotá de todas las Semanas Santas, del árbol de la cruz al templo de sus brazos. Y no había otra voz que su mirada pra que al bendito cuerpo de su Hijo no le rozaran el quicio de la brisa, ni el llanto del rocío, ni el frío de la madrugada. Y fue el ángel quien me dijo  que era así, de esa manera, como se entra en el cielo sevillano; y Ella da las órdenes precisas, sin una voz, con un pañuelo, pero que allí arriba, tampoco se mueve ni una estrella cuando el alma de un hijo costalero va subiendo desde el morado calvario de Sevilla a la celeste altitud de su regazo.

        La Semana Santa en los labios de Sevilla es obra, misterio y palabra de Dios.

        Y es sonido destemplado en la zapata, la piel de Sevilla gritándole a Dios en los tambores, su garganta, en estertores de trompetas.

        Y es acorde de dulzura, blanca Eucaristía entre cortinillas de naranjos cuando pasa el SEÑOR del SOBERANO PODER, escolatado de azahares y capirotes blancos, hasta el Hogar de la pobreza de Triana.

        Y es lamento pesado del tambor en el duelo del SEÑOR de la SALUD acompañando a MARIA en su transida SOLEDAD por el Arenal de su dolor y de su llanto.

        Y es eco prodigioso con que restalla la tarde en la Plaza de San Lorenzo cuando el Stmo. CRISTO del BUEN FIN, entre espirales de incienso, pasa muy despacio, esperando aún en la Cruz el sudario del amor de todos los sevillanos.

        La Pasión pone en los labios de Sevilla los sonidos más íntimos de su alma. Y hay un rumor de pasos allanando de inusitada suavidad la Cuesta del Rosario, cuando los costaleros de Santa Catalina navegan con su paso a la deriva por las inconsolables LAGRIMAS de María.

        Y hasts la Giralda nos parece mimbre y plata meciéndose bajo el palio de la noche cuando la SEÑORA de las AGUAS vuelve por Alemanes y el azahar estremecido se entreabre al compás de la gracia sevillana.

        Y llora el limonero de las Dueñas y la cal se enardece de blancura al oir el lamento del muñidor de la MORTAJA mendigando lienzos de pureza para la PIEDAD desconsolada de MARIA.

        Y el aroma de ese huerto se hace sal de profunda Madrugada cuando pasa la Cofradía de los Gitanos y saltan la saeta y el requiebro a su Madre bendita de las ANGUSTIAS con todos los amores de su pueblo.

Gitanos te bautizaron
en la pila de Santa Ana,
en San Román te criaron,
y Reina te coronaron
de "toa" la raza gitana.



EL SILENCIO EN LOS LABIOS DE SEVIILA.

        Semana Santa en los labios, sonidos, lamentos, voces... y SILENCIO.

        El ángel de Sevilla me llevó una Madrugada a la catedral. Todo era silencio. Una fila de altos nazarenos abría el cortejo de la noche y hata se podían ori los pies descalzos de los penitentes en su sosegado caminar. JESUS NAZARENO salía ya, la Cruz alzada, por la Puerta de los Palos, hacia la noche eterna de Sevilla. En el trascoro, frente a frente, la CONCEPCION INMACULADA de María y la presencia real en cuerpo y sangre de su Hijo Jesús Sacramentado.

        El silencio comenzó a vibrar entre azahares y una melodía callada, imperceptible a los oídos de los hombres, comenzó a sonar entre las bóvedas sobrecogidas. Y fue entonces que de  las sombras yo creí ver, y así lo juro, como un espíritu infantil e inmaculado que vestido de seda negra, y tocada la cabeza,  danzaba solemnemente en medio de la Virgen y el Señor;  y no había en su canción ni ruiseñores, ni sus trovas le cantaban a la aurora. Sólo una voz llegaba a mis oídos, y en cada genuflexión, nítida, transparente y dulcísima, yo creía ver como lágrimas que, asomadas a los ojos de aquel niño, le imploraban al Amor de sus Amores:

Que no quiero ver llorar
a la que fue concebida
sin pecado original.



SEMANA SANTA, DIALOGO DE DIOS Y EL HOMBRE

        La Semana Santa es un dialogo entre Dios y el hombre. En la contemplación de la figura de Cristo, poema del Padre, imagen de su sustancia y hermano nuestro, vamos a sentirnos interpelados, llamados por nuestro propio nombre, requeridos por esos Misterios en los que creemos y en los que hemos deseado   participar.

        Y será en la agónica escena de Getsemaní, cuando los labios implorantes del SEÑOR de MONTE-SIÓN pronuncien la palabra exacta del dolor y de la muerte de cualquier hombre que sufre y muere.

        Y en el rostro del SEÑOR de SAN ESTEBAN veremos el rostro ensangrentado de la historia, la sangre del trabajo de los hombres, del trabajo de los días, la sangre del tiempo.

        Y el Crucificado de San Vicente nos revelará en SIETE PALABRAS desde el más difícil vivir de su agonía, cual es la última pobreza de todo hombre.

        Y en la imagen de la muerte de Dios, la sobrecogedora lividez del CRISTO de la FUNDACIÓN proclamará bajo el sol del Jueves Santo que Cristo crucificado es la única medida para la vida del hombre.

        Y buscaremos al SEÑOR de SEVILLA, y lo encontraremos en las puertas de las casas, en los azulejos de nuestras calles, en la cabecera de los enfermos, en el pensamiento, en los labios, en el coarazón de un pueblo que viene a rezarle todos los Viernes del año, y a adorarlo cada Epifanía, y a besarle las manos cada Domingo de Ramos porque sabe que el reloj del alma del sevillano no marca el tiempo si no pasa por los ojos y las manos del SEÑOR. Y encontraremos al SEÑOR de madrugada, y al llegar junto a nosotros con su zancada poderosa, con su paso irresistible, al contemplar otra vez esa herida impresionante de su rostro, esa erosión de amor, de todos los amores de quien es la Verdad eterna de Sevilla, el sevillano volverá a llorar, y en sus labios otra vez la Oración más grande, el más sublime acto de Fe que de un Dios pudo hacerse jamás sobre la tierra.

Aunque fuera un tronco seco,
deforme, oscuro, podrido,
ese leño dolorido
de tu rostro nazareno.
Aunque nada humano al menos
quedara ya en la madera,
ni tus ojos parecieran
capaces de tu mirada,
ni la llaga descarnada
de tus manos, manos fuera,
ni las espinas hirieran
tu sien de miel traspasada;
aunque ya no hubiera nada
de misterio o de dolor,
ni de hombre ni de Dios
en en leño de tu cara,
en lo poco que quedara
vendría a rezarte también
mi Señor del GRAN PODER,
carne de Dios sevillana.



LA ORACIÓN

        La Semana Santa evoca, enseña, provoca, invita, habla, y el auténtico cofrade responde, recoge su mensaje y, encarnándolo en su vida, se transforma en profeta, testigo de un Evangelio vivo que va a asumir hasta hacerlo razón de su existencia.

        Ahí está el testimonio de tantos hombres, tantos buenos cofrades que así lo supieron entender e hicieron de este diálogo emocionada oración. El fervoroso cuidado con el que D. José Sebastián y Bandarán vestía el cuerpo dolorido del Señor de Pasión, o aquel nazareno del Cachorro que durante veinte años llevó la Cruz de Guía a la catedral sin tocar ni una vez el suelo, o Paco Montes que esté año fundirá allí arriba una cera que nunca se acaba y la colocará pacientemente en los candeleros de las celestiales andas de su Virgen bendita de los Desamparados. Y aquel Director Espiritual, humilde y bueno como el Señor atado a la columna, nuestro querido D. Antonio, que solo se despojó de su sotana para vestir la seda nazarena de su túnica Cigarrera con la que entró en la eternidad merecida de la Gloria.

        La contemplación enamorada de Dios, la Semana Santa en los labios del auténtico cofrade, se resume en una sola palabra: ORACIÓN.

        Así lo proclaman esos ángeles sabios del decir sevillano que bajan cada año con sus cirios verdes a rezar bajo las trabajaderas del CRISTO de la VERA CRUZ, acompañando el Rosario de sus costaleros.

        O los que este Lunes Santo volverán con D. Antonio González Abato a repartir la Gracia de Dios entre las filas de penitentes de Ntro. Padre JESUS CAUTIVO y su MADRE de las MERCEDES.

        Y los que en la Madrugada contemplarán la luz pálida y fría del patético silencio con que los nazarenos del CALVARIO sostienene en lo más alto del amanecer de Sevilla el clavel oscurecido del cuerpo muerto de Dios.

        Y las lágrimas de los ángeles de la Sevilla más olvidada, la que le reza a la Virgen más hermosa y dolorida, la que lleva en el precioso VALLE de su semblante el silencio contenido de todos los pobres y los humildes de la tierra.

Por lo cielos de Sevilla
lloran jilgueros cantando
que en la ciudad de la Gracia
se va a coronar el llanto.
Por los postigos del agua
niños mendigos llorando
piden lágrimas al viento
para tejer con sus manos
con el aire de Sevilla
una corona de llanto.
Y le han pedido a la aurora
reflejos de luz dorados,
y al altar del firmamento
sus luceros abrasados,
y a la Giralda un suspiro,
y a Santa Juana un milagro:
que las lágrimas del viento
se vuelvan palma en sus manos
para tejerle a la Virgen
una corona de llanto.

En las puertas de Sevilla
niños mendigos sentados
con las manos extendidas
piden lágrimas llorando.
Y el ciprés dejo un trinar
de soledades y patios,
y la ribera afligida
el quejido de sus álamos
y la eterna madrugada...

...todos pasaron dejando
en los postigos del agua
las monedas de su llanto.
Y pasó el clamor de Dios
desde el fondo de los claustros.
Y pasaron los que lloran,
y los bienaventurados,
los hambrientos de justicia,
los lamentos olvidados,
y el despertar de la vida
y las lágrimas perdidas
de los que mueren llorando.

Pasó el llanto de los niños
con sus ojos asustados,
y el que cayó en el camino,
y el enfermo, y el cansado,
y el amor recién nacido,
y el clamor transfigurado
del que llora de alegría
por despertar cada día
bajo el cielo sevillano.

En el Valle de tus ojos
niños mendigos dejaron
las lágrimas de Sevilla
hechas corona de llanto.
Y te coronó la noche
de luceros ensartados,
y el susurro de las fuentes,
y el rocío de los naranjos,
y la eternidad dormida
de tu amor crucificado,
y el silencio penitente,
y la luz de los sagrarios
donde el alma se consuela
con sollozos de pan blanco.
Por los cielos de Sevilla
lloran jilgueros cantando
que en la Ciudad de la Gracia
están coronando el llanto.

Todo el llanto de Sevilla,
Madre de Dios, sollozando,
en el Valle de tus ojos
la noche del Jueves Santo.





SEMANA SANTA EN EL CORAZON.

La Conversión.

        Es seguro que cada uno de nosotros tiene su particular teoría sobre la contemplación de la Semana Santa, cúal es el lugar ideal y la hora exacta, esa sabiduría cofrade para saber estar en el instante justo cuando el arte, la gracia y el espíritu se reunen en la eternidad sensible de una Cofradía.

        Algunos lo buscarán en el clamor popular de los barrios y en la calle Feria, restallantes de flores las ventanas, cuando suena la saeta y la voz quebrada de una abuela cantándole desde el dinter de una puerta a su VIRGEN DE GRACIA Y AMPARO.

    Otros en la chicotá poderosa y perfecta del paso de los PANADEROS abandonando entre un repique de azahares la plaza del Salvador.

        O en las mismas gradas de la Catedral ante el CRISTO DE LA CONVERSIÓN y aquel supremo acto  de fe bajo la impresionante luna de nuestra Primavera.

        Pero existe un lugar que solo conocen los cofrades más sabios y más viejos, el escondido rincón de la alegría, y de las lágrimas, allí donde la Semana Santa es palpitante vida, el anhelante corazón del sevillano.

        Hay una pasión que pasa por el corazón enfermo de Sevilla, la Estación del sufrimiento que en el Hospital de la Macarena deja diariamente junto a Ella su agradecido ramo de Esperanza.

        Y otra Semana Santa en el corazón enamorado de las Hermandades, en la fuerza y el costal de su juventud, en las Juntas de Gobierno y el trabajo ritual de cada día, en el paciente celo callado de las camareras, en la tierna imagen de sus niños, monaguillos de la cera penitente derramada al lado de la cruz.

        Todas las Semanas Santas, delante de cualquier paso de Misterio, ante el dolor y la sangre de Cristo, ante las lágrimas benditas de su Madre, el sevillano estrena un corazón nuevo, un corazón que estallará en surtidores de alegría cuando, por el testimonio de su fe nazarena, proclame en el clamor de nuestras calles la Buena Noticia de nuestra Salvación.



LA SEMANA SANTA, ALEGRIA DE UNA PASCUA RENOVADA.

        El ángel de mi alegría me llevo al corazón de Triana. Los primeros penitentes hace tiempo que pasaron por la calle San Jacinto, y el Altozano era una fiesta de terciopelos azules la tarde del Domnigo de Ramos.

        El pueblo sencillo que ha esperado un año entero el amanecer de su ESTRELLA más sublime, va a celebrar su fiesta como una Pascua de ternura renovada en la que la imagen de Ntro. Padre Jesús de las Penas pondrá en la altitud del puente el acento conmovido de la alegría de Dios.

        Porque esta fiesta de Pasión es fiesta Santa, y lo dice la mujer que se persigna ante el relicario de la Virgen alfarera y el nazareno que nos da en silencio una medalla y la huella de oración y cera que tras un manto azul de Ave Marías va dejando como un rastro de Dios en el asfalto bendecido de nuestras calles.

Estrella de Triana
dile a Sevilla
que el amor no distingue
de orilla a orilla.
Vuelve a Triana
que eres Madre su Estrella
de la mañana,



        La Semana Santa trae un mensaje de alegría al corazón de cada sevillano proclamado en la figura de MARIA que en el Adviento es su ESPERANZA, SOLEDAD  en su Pasión,  ALEGRIA de su Pascua y ROCIO del cielo, corazón de su Iglesia que comienza a latir en la mañana de Pentecostés. MARIA es Palabra de Dios y de Sevilla, el DULCE NOMBRE que canta el más bello Salmo de nuestro cristianismo. Ella es su verdadera PAZ y su ESPERANZA eterna. Bienaventurada humilde de la O para la pobreza del auténtico NAZARENO. MARIA es CARIDAD bajo las andas de la SEÑORA de SAN LORENZO llamando con la voz del corazón a la última chicotá de toda la Semana Santa.

Más inmenso que el mar es tu quebranto
más profundo el abismo de tu herida
más secreta tu pena dolorida
más serena que el alma de Sevilla
Soledad junto a ti el Sábado Santo.



        María es el consuelo de nuestra Fe en el supremo dolor de Dios cuando en medio de una sociedad que vive de espaldas a El, que ya no se atreve, ni sabe, ni quiere llamarle sencillamente Padre, las Hermandades siguen jurando unas Reglas que no son leyes sino Evangelio vivo al renovar cada año su Protestación de Fe en el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, proclaman la soberanía de Dios sobre todo lo creado, el destino sobrenatural del hombre y la vigencia del mensaje cristiano y renuevan su fidelidad a la Santa Madre Iglesia y enamoradas de la santidad y la pureza de MARIA, juran defender sus Dogmas hasta derramar por Ella la última gota de su sangre.

        Y el que no lo quiera entender es que no comprende a este pueblo fecundo en devociones e historias como la de aquel hombre que no teniendo otra riqueza en el mundo que el amor a la Señora de San Gil, le hacía a su hijo todos los años el mismo regalo: un pequeño paso de palio igual que el de la Esperanza y buscaba los mejores artesanos y les pedía las copias más perfectas que el niño iba guardando en el fondo de su corazón, aprendiendo en ellas, por el amor de su padre, la singular grandeza de su Semana Santa. Hasta que un día, aquel buen cofrade, sintiéndose ya en el tramo postrero de su vida, quiso hacer el último palio con sus manos y fue tal vez sentir ya tan cerca a la Señora, que aquel año el niño tuvo su paso más perfecto, y tras la chicotá definitiva de su vida, ahí quedó, en aquel último palio, el testigo del amor más perdurable. Y el hijo no lo olvidará ya mientras viva, en el rostro de la Virgen todavía se contempla el cerco de las lágrimas de aquella que fue Esperanza eterna de Dios, de su padre y de Sevilla, la bendita  ESPERANZA MACARENA.

Si no fueras de aquí, si no exisitieras
en lo eterno del alma sevillana,
de otra imposible patria a esta lejana
ausencia de Sevilla te trajera.

Si no vivieras aquí, si no fueras
cielo, aire, sol, brisa cotidiana,
a la primera luz de la mañana
el brillo de tus ojos le pidiera.

Para habitar Sevilla te crearon
de gracia pura y cielos escogidos
a medida de su alegría y su pena.

Y en la gloria los ángeles lloraron,
no entendían que hubieras preferido
hacerte sevillana, MACARENA.



LA HERMANDAD

EJERCICIO DE AMOR A DIOS

       Con el ángel del Amor volví a aquel rincón de siempre en la Plaza de San Andrés. La Hermandad de SANTA MARTA, llorando campanadas de tristeza, pasaba lentamente y aquel silencio impresionante sonaba como un grito de Dios sobre las piedras en la penumbra y estrechura de Angostillo.

        Aunque vista la túnica de nazareno y te acompañe un año más en la Estación, si no tengo caridad no merezco compartir tu penitencia; yo no soy un verdadero nazareno.

        Aunque acuda escrupulosamente a todos los cultos y a la Función Principal de Instituto llevando orgulloso tu medalla, si no tengo caridad de nada servirá mi juramento. Yo no puedo así llamarme hermano tuyo.

        Aunque me acerque a la mesa del altar a comulgar con mi Hermandad tu Pan y tu Palabra, si no tengo caridad, si no me reconcilio con mi hermano, no merezco compartir con todos el feliz banquete de tu gracia.

        Aunque me pase las horas y los días en la Casa de Hermandad, aunque mis manos se cansen de limpiar tu plata y pague de mi bolsillo todas las flores y la cera de tus pasos, si no tengo caridad he malgastado mi tiempo y mi dinero. Sin amor la Hermandad no tiene sentido.

        Aunque pueda salir de costalero y te lleve por todas las calles de Sevilla; aunque mi chicotá sea la mas larga, mi levantá la más alta, mi caminar el más perfecto, si no tengo caridad, yo no soy digno de llevarte un minuto más sobre mis hombros. Solo sirve el amor bajo las trabajaderas.

        Y toda la Semana Santa de Sevilla va a ser eso, una continua lección de AMOR. Eucaristía del Amor la  SAGRADA CENA donde Cristo se nos da como Manjar y Pan del Cielo. Alimento para la vida eterna.

        Pureza de Amor el Baratillo cuando la Virgen bendita de la CARIDAD nos enseña en su celestial mirada la más preciosa lección de amor del universo.

        Y Holocausto de Amor, hasta en el mismo Dios madrugará la muerte y lo levantará una noche sobre un tierno Calvario de azahares, palpitante de luna y de claveles en el dintel del templo del Salvador.

Cordero muerto de Amor,
¿adónde vas tan temprano
si en el altar sevillano
aun palpita tu dolor?
Que no toqun esa flor
dejadla así, en el madero
CRISTO DEL AMOR, que quiero
que sepa Sevilla al verte
que hasta en la cruz de tu muerte
Tú no amaste el primero.



EL NAZARENO, SACRAMENTO DE DIOS SOBRE LA TIERRA.

        Cuando en su Estación de Penitencia, la Hermandad hace proclamación pública de nuestra fe, el nazareno con la Cruz sobre los hombros va a convertirse en imagen y signo, Sacramento de Dios sobre la tierra.

Por las calles de Sevilla
pasa el Señor de Pasión,
la sublime perfección
de su cuerpo que se humilla
bajo el peso del dolor.



        Sacramento del Dolor de Dios el Señor de la PASION y esos cientos de penitentes descalzos que son la mejor respuesta sevillana del Amor al sufrimiento.

        Sacramento  de la Esperanza de en DIos la firmeza del costal, una Esperanza que no pierde nunca su terreno, aguantando y empujando, avanzando paso a paso bajo las trabajaderas.

        Sacramento de la Verdad de Dios para su pueblo el Evangelio que proclamamos. Una verdad que no se alcanza con palabras, ni con arengas, ni con otro poder que la generosidad suprema de convertir la propia sangre en el precio del amor. El heroísmo de amar al pueblo hasta convertirse en el PUEBLO. ENCARNACION, SANGRE, plenitud del Martes Santo. Sacramento de la Verdad de Dios en lo más alto de la Calzada.

        Y Sacramento de Paz y de VICTORIA, solo Tú, mi Virgen CIGARRERA. Porque no hay otra como Tú, capaz de soportar sin marchitarse el invierno y la escarcha de las lágrimas. Porque no hay otra como Tú, Victoria del Amor sobre la muerte, que pueda llevar en su semblante, con la entereza de una madre dolorida todo el sufrimiento y la soledad y el silencio de la Pasión de DIos y de los hombres. Porque solo en Ti puede descansar la violencia y la guerra de este mundo, en la azucena piadosa de tu rostro que nos regala cada Jueves Santo la serena alegría de tu Victoria.

Está ardiendo el paraíso
el mundo entero está en guerra
Madre mía de la Victoria
danos tu paz verdadera,
danos la paz de tu rostro,
el candor de tu pureza,
la suavidad de tus manos,
la compasión de tu pena,
la Victoria perdurable
de una paz que nunca muera.
Desarma el odio del mundo
con su mirada serena.
Pon a Dios en nuestras manos,
haz que nuestras armas sean
velas rizadas de palio,
cruces y trabajaderas,
claveles de sangre blanca
y capirotes de seda.
Pon en medio de los cielos
tu dolorida belleza.
Dale al mundo tu Victoria;
una Victoria que tenga
un contraluz de Giralda,
guadalquivires de estrellas,
silencio de Jueves Santo
cuando pasas por Pureza,
un palio de terciopelo
manto y corona de Reina,
que sea Señora del mundo,
dueña de cielos y tierra,
Madre, Virgen, Sevillana
y se llame CIGARRERA.



LA COFRADIA, TESTIMONIO DEL DIOS DE LA VIDA

        El ángel de la vida me llevó hasta el centro de la Plaza, justo en medio de todos los poderes de la tierra que acompañaban al SANTO ENTIERRO de Jesús. Y es justo reconocer que, ante tan impresionante comitiva, al contemplar la magnificencia y el respeto con que la liturgia sevillana envuelve en barrocos sentimientos el cuerpo yerto de Dios, muchos hayan venido a pensar que nuestra Semana Santa es un ritual exclusivo de Pasión y de Muerte celebrados sobre sangrientos calvarios de claveles que se queda en la puertas de la Resurrección.

        Y mucho se habrán tranquilizado viendo en el amanecer del día más grande una Aurora de nazarenos blancos amaneciendo por Sevilla con la gloria del RESUCITADO.

        Pero la gran realidad es que en nuestra Semana Santa, en cada una de las Hermandades y en todas las Cofradías, Sevilla celebra el memorial de la Pasión, Muerte y Resurracción de Cristo, y manifestando sus misterios proclama la permanente presencia de Dios vivo constantemente en medio de nosotros. Y será por esta emoción de Sevilla

¡Ay calle de San Bernardo
que huele a dama de noche
todos los Miercoles Santos!

que como un milagro el barrio muerto volvera a la vida y sus viejas casas, muchas de ellas abandonadas, resucitarán como en una Pascua Florida aguardando al SEÑOR de la SALUD  y a su MADRE BENDITA del REFUGIO.

        Y una tarde, sobre la amarilla calamocha del Postigo, una voz, soleá del pueblo, nos dará su lección de eterindad con la   muerte dormida entre sus brazos.

Mira si es Buena tu Muerte,
que tiene a Dios entregado
y ni a tocarte se atreve.
CRISTO DE LOS ESTUDIANTES
si eso de tu cruz es muerte,
llamemos muerte a la vida
y muera yo eternamente.
Pero muera com Tú,
con esa muerte solemne
donde todo se transforma
se transfigura y se enciende.
Y muera crucificado,
y muera serenamente
en tu Calvario de lirios,
humildes, resplandecientes,
y que me traigan contigo,
compañero de mi muerte,
a cruzar en primavera
el Postigo del Aceite.




        Y pasará el CACHORRO sobre el puente cuando la tarde reverbera en los deslustrados azulejos con la cruz infantil de su primer latido, incrédulos de la muerte de Dios .y entre el rumor del aire por entre las plateadas hojas de los álamos, en la plenitud litúrgica del Viernes Santo, Sevilla vibrará de eternidad ante la verdad más absoluta, como una voz desgarradora brotando de la Cruz.

Sevillano que has creído,
a ese cielo de Triana
te voy a llevar conmigo.


        Y el CACHORRO volverá de Sevilla trayendo en la niebla de sus ojos la inextinguible agonia del Universo



Padre mío toma mi alma
y cógela entre tus manos
que yo muero sobre el agua.
No pases Cachorro el puente
que aquí se quedan tus hijos
que mejor saben quererte.
Que la muerte nunca pasa
ni de Triana a Sevilla
ni de Sevilla a Triana.
Quede Triana a Sevilla
y de Sevilla a Triana
no pasa nunca la muerte,
que solo pasa la vida.
Que la muerte nunca pasa
porque vaya o porque venga
por el puente de Triana.



Y DE NUEVO LA ESPERANZA

        Y porque al día siguiente, víspera preciosa de nuestra Resurrección, volveremos a encontrarnos la ciudad extasiada de Esperanza ante el candor purísimo de mi Virgen TRINITARIA, yo su pregonero, rendido a sus plantas, y conmovido de ternura en el amanecer de Dios de su mirada, con la Pascua infantil de su hermosura repicando aleluyas de azahares en las puertas de la Trinidad, doy fe de queSsevilla es una ciudad habitada por el Espíritu, Señor y Dador de Vida, que vuelve todos los años para hacernos triunfar sobre la muerte a la única voz de  A ESTA ES.

Después de verte, Esperanza,
todo es posible en la tierra;
que el sol se abrase en tu rostro,
que la luna se estremezca
al ver temblar tus mejillas
cuando lloran las estrellas.
Que el azahar se haga rocío,
y el invierno primavera,
y los almendros en mayo
entre tus manos florezcan
mientras cuelgan golondrinas
rosales por las veletas.
Después de verte, Esperanza,
todo es posible en la tierra;
que se disuelvan contigo
mis llantos y mis tristezas,
y todo el dolor del mundo
en tu divina presencia,
y que la muerte se aleje
y para siempre amanezca
nuestra pascua repicando
la Giralda y las estrellas.
Después de verte, Esperanaza,
en tu hermosura perfecta,
Madre de Dios,uno y trino,
todo es posible en la tierra.
Todo menos otro rostro,
y otro perfil de azucena,
y otro candor en los ojos,
y otra angélica pureza,
otro profundo misterio,
una criatura que tenga
la belleza tan sencilla
que Dios quiso que tuviera
la Reina de su Esperanza
en los cielos y en la tierra.




ORACIÓN FINAL

Viernes Santo, amanecía,
te estaba mirando el agua
y el agua no lo entendía:
de verte llorar, lloraba,
de verte reir, reía.
Dicen que no tiene nombre
el corazón. Es mentira,
porque Triana se llama
el corazón de Sevilla.
El latido de su alma,
el pulso de su alegría
que salta de puente a puente
sin un río que lo divida.
Yo lo he visto el Jueves Santo
navegando mar arriba
por marismas de pureza
hasta la playa tranquila
del corazón de su Madre,
esperando noche y día
esos ojos milagrosos
que hacen llorar de alegría.

Dicen que no tiene nombre
el corazón. Es mentira.
Yo lo vi de madrugada
llorar a lágrima viva
sin saber a ciencia cierta
si lloraba o si reía,
al ver llegar su Esperanza
entre pleamares de brisa
por el mar del Altozano
con su amor a la deriva,
Capitana de los sueños
de los que nunca la olvidan,
esa Triana de siempre,
esa Triana dormida
que a un lado y otro del puente
es el alma de Sevilla;
el alma que nunca muera
que aunque digan lo que digan
mientras viva su Esperanza
Triana siempre estará viva
Dicen que no tiene nombre
el corazón. Es mentira,
porque Triana se llama
el corazón de Sevilla.
Y yo lo he visto en el puente,
con la noche ya vencida,
esperando a su Esperanza,
su amor, su fe, su armonía,
velero de su nostalgia,
ancla de plata encendida,
eternidad de Triana
que aunque digan lo que digan
mientras viva su Esperanza,
Triana siempre estará viva.
Triana espera en sus ojos,
y en su divina sonrisa,
y en su ternura morena,
y en el sol de sus mejillas,
y en sus lágrimas de madre,
y en la Esperanza infinita
del pañuelo que consuela
el dolor de quien la mira.
Y en su corona de Reina,
y en la toca entretejida
que con blancura de encajes
pone cerco a su sonrisa.
Triana vive entre las flores,
y entre la cera encendida,
y en los faldones bordados,
y en los varales que riman
con el aire que la mece
como una vela extendida,
y en los costeros del sueño,
paso a paso a la deriva.
¡Vamos con ella, valientes!
¡Triana al cielo, siempre arriba!
¿Dicen que no tiene nombre
el corazón? Es mentira,
porque se llama Triana
el corazón de Sevilla.



        Todo está consumado. Asi comenzó el pregonero su pregón, a la hora exacta de los amores más altos de esa Triana donde hasta los mudos le cantan a la Gloria de Dios. Dejadme ahora que sena mi oración y mi recuerdo los únicos costaleros de esta última chicotá, y que sobre el costal de mis labios y al compás de mis palabras, levantando la ternura quebrada de mi Santísimo Cristo lo deposite, conmovido por la nostalgia de la noche, en el sagrado corazón de mi Esperanza.

Por el suelo de Triana,
Cristo de las Tres Caidas,
con la mirada perdida
tu oscura pena se arrastra.
¡quién fuera tu cirineo
en esa noche tan larga!
En mis hombros pecadores
llevaría la dura carga
de la cruz de mis pecados
por tus calles solitarias.
Mi fuerza serìa tu fuerza.
mi espalda sería tu espalda,
mis dolores tus dolores
y mis labios tu Esperanza.
Tu irías, Señor, adelante,
y yo al paso de tus andas,
con tu cruz de puente a puente,
con tu cruz de madrugada,
una noche sin caídas
tras las huellas de tus plantas.
Mas si no puedo, Dios mío,
servirte en tan dura carga,
sin han de besar tus rodillas
este suelo de Triana,
hazme piedra del camino,
para tu mano apoyada,
y en la roca de mi vida,
sobre el barro de mi alma,
levántate, Cristo mío,
sosteniéndote en mi espalda,
que si caes setenta veces,
setenta veces las andas
de tu cruz y tus dolores,
de tu eterna madrugada,
serán tu amor y mi fuerza
para tu mano apoyada
en la piedra de mi vida
que es el barro de Triana.

        Ya entró la cofradía. El paso palio, sus cuatro zancos al suelo, aún vibra en la emoción de la última chicotá y la Virgen, descuajada la cera y humeante, nos parece que se mueve mientras asoma a su rostro la sonrisa eterna de Triana.

        MADRE MIA DE LA ESPERANZA. Tú que estás junto a mi constantemente, vecina, hermana y amiga, Mujer Santa de Triana, Virgen de todos los días, de mi parroquia, y mi casa y mi Capilla y la lucha de mi vida cotidiana, enseñame simplemente a ver a Dios cuando pasa, igual que cualquier trianero hablándole a su Esperanza.

Yo se que no te hacen falta
flores para ser vereda,
lumbre para ser la aurora,
fuego para ser la hoguera,
luna para ser la noche,
noche para ser eterna,
agua para ser la nieve,
valle para ser la hierba,
hierba para ser la espiga
de los campos de esta tierra.
Yo se que no necesitas
que te coronen de Reina,
ni que te borden un manto,
ni que te vistan de seda,
ni que te prendan al pecho
un relicario de perlas,
ni un rosario de esmeraldas,
ni un retablo de azucenas,
ni que te calcen de plata,
ni que te ciñan de estrellas,
ni que te encarnen el rostro
con amapolas trigueñas.
Yo se que Tú no me pides
mi amor para ser mas buena,
mis besos para ser Madre,
cetro para ser Princesa,
manto para ser Señora,
ni una corona de Reina,
ni un altar para ser Santa
ni una flor para ser Bella.
Pero aunque no me lo pidas,
yo si quiero que Tú tengas
un manto de seda clara,
y un cetro de madreperlas,
y una corona de oro,
y una toca de pureza,
y un altar puesto de nardos,
y una ráfaga de estrellas,
porque en Triana Tú eres
su jardín y su vereda,
y eres su noche y su día,
y eres su torre y su puerta,
y eres su mar y su nieve,
y eres su cumbre y su sierra,
y eres su pan y su espiga,
y eres su Esperanza eterna,
y eres su Evangelio vivo,
y eres su mujer perfecta,
y además de mujer, Santa,
y además su Madre Excelsa,
y además de Madre, Virgen,
y además de Virgen, Reina
que ha bajado de los cielos
hasta la calle Pureza.


        Comienzan a salir los costaleros, y se abrazan. Los penitentes, de nuevo descubiertos, tienen los ojos arrasados de lágrimas.

        Y aquel nazareno, al que dijeron una vez que llamara al corazón de Sevilla, conmovido por un amor tan grande, levantará los ojos a su Esperanza y se entregará en una última confesión

He sido tu pregonero,
Reina, Madre y Capitana,
con dos penitas me muero,
que ni fui tu costalero
ni pude "nacé" en Triana.

HE DICHO




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