Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

1782.- FRANCISCO LUCIO MARTÍN



Francisco Lucio Martín 
Nació en Roquetas de Mar (Almería), en 1933. Se traslada a Tarrasa (Barcelona) en 1945. Allí trabaja sucesivamente como repartidor (primero, de periódicos, durante seis meses; después de la Compañía Telefónica, durante seis años), auxiliar administrativo, profesor, periodista, funcionario y abogado.
Entre marzo de 1960 y diciembre de 1963, organiza mensualmente las “Sesiones de Poesía Siglo XX”, actos divulgativos de la mejor poesía española contemporánea (tanto en lengua castellana como catalana) y de la hispanoamericana. 
A partir de 1963 inicia su tarea como crítico literario, primero en el diario local, Tarrasa Información, y desde 1968 en diversas revistas de Madrid y Barcelona: El Ciervo, Poesía Española, Cuadernos Hispanoamericanos, Ínsula. 
En 1972, con el poeta José Batlló, quien fue el coordinador y principal impulsor, y otros compañeros poetas (entre ellos, Carlos Sahagún, Enrique Molina Campos, Enrique Moreno Castillo, Rafael Ballesteros, José Antonio Llamas) participa en la fundación, en Barcelona, de la revista de literatura Camp de l´Arpa, dirigida primero por Juan Ramón Masoliver y después por Manuel Vázquez Montalbán También colabora en la fugaz revista literaria Taifa, fundada y dirigida por José Batlló. En los años 1995 y 1996, retorna a sus colaboraciones de crítico, en la revista barcelonesa Quimera y de nuevo en Cuadernos Hispanoamericanos.En 1996, como miembro del grupo Aquí, de Tarrasa, participa en la fundación de Alandar, Cuadernos de Poesía, publicación coordinada por Antonio Pérez Roldán.231
Poesía del paisaje almeriense: estudio y textosA finales de marzo de 1998, tras su jubilación, fija su residencia en su lugar de nacimiento, Roquetas de Mar.

POESÍA

Entre 1955 y 1959, publica diversos opúsculos poéticos que hoy considera sus “cuadernos de aprendizaje”. Una selección de ellos, con el título de Primeros versos, abre el primer volumen de su obra poética completa (inédito en cuanto tal).
Perdido por el tiempo, 1964, Editorial Rubí, Rubí (Barcelona).
La nube y el viento, 1966, Colección Alcaraván, Arcos de la Frontera (Cádiz).
Concierto provisional, 1977, edición del autor, Tarrasa (Barcelona).
Tiempo sin redención, 1984, edición del autor, Rubí (Barcelona).
Tiempo y dolor, 1999, edición del autor, Rubí (Barcelona).
Trece variaciones sobre un cuadro de Tiziano, 1999, Alandar, 
Cuadernos de Poesía, nº 10, Tarrasa.
De camino, 2001, edición del autor, Rubí (Barcelona).

Sus principales obras inéditas son:

La espinela cotidiana, diario poético de un año (1988-1989), en décimas. 
Sonetario (1971-1996), que comprende tres libros: El soneto y la nada, Sonetos fechos al feróstico modo y Sonetemas(segunda serie).
Tiempo romance (1989-1994).
Hojas secas, escrito entre finales de 1997 y 2004, con una “addenda” escrita en 2006, obra que es una suerte de diario poético y libro de libros, que, según el autor, en conjunto, equivale cuantitativamente, o acaso supera, a todo lo escrito por el poeta con anterioridad.

Su poesía aparece en varias antologías:

Poesía actual almeriense, edic. de Francisco Domene, Col. 
“Riomardesierto”, Alcaén y Ayuntamiento de Almería, Almería, 1992. 
Encuentros, IEA, Almería, 1999.
Almería, dorada, CajaSur, Córdoba, 2001.




A Francisco Lucio le gusta la “desnudez” del paisaje almeriense, unas veces desolado, otras bronco, pero que en él despierta una honda ternura. Encuentra como característica esencial la luz, tan agredida por el desorden y la irracionalidad urbanísticos en nuestros pueblos, y mucho más en nuestras ciudades y en la capital. Encuentra otro paisaje que, por fortuna, no es tan fácilmente agredible: el mar, la mar. Respecto al “paisaje humano” destaca la sencillez del “carácter” almeriense.
La provincia de Almería tiene algún reflejo en sus versos, principalmente como memoria de la niñez truncada (por dos veces: una, al salir del pueblo a los ocho años, para pasar más de cuatro de internamiento en un hogar de Auxilio Social, obra benéfica de la dictadura creada tras la guerra civil; esta etapa es la narrada en Los días del Hogar. La segunda vez se produjo al dejar la provincia, cuando el poeta contaba doce años). 

Los poemas más significativos a este respecto corresponden a los siete títulos que recojo a continuación. De Concierto provisional, el siguiente soneto, sin título, que rememora su infancia en el pueblo, con la añoranza de su tierra 
marinera:



Oigo el viento salino de Roquetas 
desbrozando —fulgor de la memoria—
la luz presente y la pasada escoria,
minero de las cárcavas secretas.

Vuelvo al Hogar —fragor de las cornetas
entre los cerros—, vuelvo a la honda noria234
María Isabel Galera Fuentes
en donde bebo el agua de mi historia,
gloria del tiempo en mágicas ruletas.

Oigo el viento salino. Como entonces,
sígolo en las palmeras y los bronces,
el mismo afán, el mismo, consumiendo.

Como entonces perdido en la ignorancia
de no saber aún —vuelvo a mi infancia—
por qué sigue esta sed y estoy ardiendo.




La tierra y la gente de Almería —la tierra, representada por el pueblo natal de Villaespesa; la gente, a través de la personalidad del propio poeta— son evocadas en este otro soneto que sigue, perteneciente al libro inédito El soneto y la nada.



A Francisco Villaespesa,
En Laujar de Andarax

Hay un lugar en la mitad del viento,
en la mitad el sueño y de la sierra,
que, aun fiel, tu nombre en reverencia encierra;
que aún custodia en su paz tu humano acento.

Dulce cantor, tu pueblo es monumento
de tu memoria; como en arca, cierra
tu corazón sonoro; y desentierra
el panal de tu voz y su lamento.

Bajo el aire sereno de Almería,
vierte en racimo azul tu melodía
como la vid unánime y dorada.

Y contra ti, desde tu enhiesto nido,
nada puede el embate del olvido,
nada la terca sombra de la nada.




De otro libro inédito, Tiempo romance (1989-1994), he seleccionado dos de los veinte romances que lo componen. El primero exalta la figura de Celia Viñas y lo que supuso la llegada a nuestra tierra de esta inolvidable poeta y profesora: una bocanada de aire fresco en los tristes años inmediatamente posteriores 
a la guerra civil, ráfaga de vida cuyo aliento aún perdura entre nosotros.




Romance de Celia Viñas

Fue en un tiempo de miseria
y de infamia: cuando había
recientes rastros de muerte,
sangre aún no seca vertida;
cuando, frente a un muro blanco,
quebrando el alba, fusilan;
cuando lloraba la luz
su fracaso de ceniza;
cuando era el miedo una sombra
huyendo por las esquinas;
cuando más triste la tierra,
cuando más pobre Almería.

Entonces, como la lluvia
sobre el desierto, benigna;
como en el cielo abrileño
la primera golondrina;
como en la tarde estival
el pasaje de la brisa;
como la cóncava rosa
del iris sobre las cimas;
igual que la primavera,
resplandeciente y pacífica:
dádiva tan generosa,
así llegaste a Almería.

¡Cómo te necesitaba!
¡Cómo tu abierta sonrisa
restituyó al fin la luz
y su claridad vencida!
Contigo vino la luz
y contigo la alegría.
La alegría, vena cierta
que bajo roca granítica,
tú conseguiste alumbrar;
tú, minera decisiva:
como una bandera blanca
la clavaste en Almería.

Eras sólo una mujer:
una humana maravilla.
Bálsamo definitivo
en medio de tanta herida.
Y en medio de tanto llanto,
la herencia que reconcilia
el presente de la muerte
con un futuro de vida.
Hacia el abierto horizonte,
libre en las ondas latinas,
como un alegre velero,
partió contigo Almería.

Sembraste aquí tu palabra,
lo mismo que la semilla
cuando –sueño de la mies—
cae en la tierra blanda, íntima.
Aquí plantaste las cepas
para la mejor vendimia.
Y puesto que toda tú
eras palabra, tú misma,
igual que un árbol sonoro,
fruto humano, humana lira,
para darle voz y canto
te plantaste en Almería.

No pudo vencer la muerte
aquella promesa limpia;
pudo, sí, su oscuro viento
quebrar la frágil espiga;
pudo volver a la tierra
lo que la tierra codicia.
Mas es mucho una mujer
que fue llama, antorcha ígnea;
que supo formar a tiempo
aquella hermosa gavilla
de jazmines inmortales
que aún perfuman Almería.

Ese perfume persiste,
esa gracia sigue viva.
Si antes la luz era llanto,
ahora es fulgor y delicia;
y bajo el cielo sereno
canta un nombre: Celia Viñas.
Desde Cuevas hasta Adra,
desde Chirivel a Níjar,
con la tierra que ella quiso,
ella está ya confundida.
La tierra se llama Celia.
Celia se llama Almería.





El segundo de los romances es una evocación de la infancia del poeta en su pueblo natal, rememorando el tiempo inmediatamente posterior a la muerte del padre. La pérdida de su pueblo, poco después, y más aún la posterior ausencia de la provincia, supuso en realidad la pérdida de todos los pueblos de Almería, algunos de cuyos bellos nombres se recogen en esta composición.





Mis siete años

Siendo niño, te mandaban,
temprano, a primera luz,
con un cestillo en la mano,
carretera de Alicún.

Salías a la vida. Lejos,
se alzaban —denso talud—
las salinas, las montañas.
Y el alba, a ritmo gandul,
ángeles desvanecía,
sombras de leve tisú.

Flotaba en el puerto íntimo
un sueño de calma azul.
Era la pequeña lonja
sólo un rumor, un runrún.

Y regresabas después
con el pescado, tal plus 
póstumo del padre muerto,
carretera de Alicún.
Te lo donaban las manos
que bajaron su ataúd
a la tierra, en una tarde
cubierta de negro tul.

Luego, las parras de Huércal,
los cerros de Benahadux,
blancos pueblos que perdiste:
Alhabia, Enix, Santa Cruz
de Marchena,Velefique,
Chirivel, Alboloduy,
Celín, Balerma, Cantoria,
Fines, Tíjola, Alsodux,
Lucainena de las Torres,
Uleila del Campo… Un
sueño despoblado fuiste,
sombra de un sueño andaluz.

Anclada quedó tu infancia
en una playa del sur.
Nunca pudiste vivir,
agreste, tu juventud,
como aquélla que en el pueblo
se prodigaba al tuntún:
las navajas, qué brillantes,
en el aire y al trasluz,
hendían certeras y rápidas
la pulpa de cañadú.
Y el niño estaba en el corro,
asombro o gozo, según
la sorpresa del instante:
era el tiempo a cara o cruz

No sé por qué la memoria
abre el confuso baúl
si están las norias del tiempo
sin agua y sin arcaduz;
si en los desiertos del mundo
sopla un violento simún;
si va la muerte acercándose,
en el hombro la segur.

Si ya no hay tiempo. Si están
las cuerdas de tu laúd
rotas. Si terca te sigue,
gritándote que eres tú,
la imagen de un niño solo
que iba, a la primera luz,
con un cenacho en la mano,
carretera de Alicún.





En Roquetas de Mar, el más bello paisaje, según dice el poeta, consiste en la visión de la bahía de Almería cuando, en los días en que el aire está limpio, emerge al fondo, con su perfil de ballena, mirándola desde la playa de la Romanilla, la sierra de cabo de Gata. 
Sobre este motivo paisajístico, el poeta me proporciona dos poemas pertenecientes al libro tercero de Hojas secas, el extenso diario poético y libro de libros inédito, ya mencionado anteriormente en su bibliografía.
En tales poemas, el autor trata de expresar la calma de un paisaje casi transfigurado y su gama de azules (del cielo, de la mar y de la sierra) que puede contemplarse a veces, especialmente en algunos días del verano. Los poemas, con idéntico título, llevan los números 240 y 241 de Hojas secas y fueron compuestos respectivamente los días 23 y 24 de agosto de 2000, año en que compuso ese libro tercero.




Vista de la bahía. 1

Cielo y mar, de consuno,
completan el paisaje: luz y calma.
Todo, por una vez, es oportuno
para la paz del alma.

Con errabundo vuelo,
multiplicando sus aladas notas,
deslindan las fronteras entre el cielo
y el mar las gaviotas.

La procelosa turba
del viento no aparece todavía;
y nada solivianta ni conturba
la paz de la bahía.

Y el corazón, que piensa
en floridas de paz, está sereno.
No necesita don ni recompensa:
le basta con ser bueno.







Vista de la bahía. 2

Sobre la mar en calma,
color azul de plata,
cruzan blancas las barcas como serenas alas.

Más que mar, lago terso es la bahía:
parece que las aguas en la paz se ensimisman.

¿Es esta misma mar la que el levante encrespa
y conmueve las fuertes columnas de la tierra?

El cielo, de azul pálido,
territorio inmediato,
se ofrece a la mirada lo mismo que a la mano.

Y cerrando el paisaje, con azules serenos,
la mole de la sierra despereza su cuerpo.

Tantos leves azules crean un mundo distinto,
quizás no menos bello que lo fue el Paraíso.

Dondequiera que mire, en hialinos volúmenes,
todo es azul süave que al infinito sube.

¡Qué hermoso estás, oh mundo del azul relativo,
y qué extranjero el hombre que no halla en ti su sitio!

Todo es azul en la naturaleza,
menos el corazón que la contempla.





Del libro sexto de Hojas secas, correspondiente al año 2003, el poeta me entrega para esta selección la composición 516, escrita el día 19 de noviembre, y titulada “A Julio Alfredo Egea”. Del mismo modo que Villaespesa es la figura más representativa de la poesía almeriense en la primera mitad del siglo XX, acaso Julio Alfredo Egea lo sea de la segunda mitad del mismo siglo. Lucio glosa la figura humana del poeta de Chirivel, estableciendo un paralelismo simbólico entre este poeta y el árbol casi milenario que se yergue en aquella comarca y cuya poderosa presencia Egea ha glosado en alguno de sus libros, como en Alrededores de la sabina.




A Julio Alfredo Egea

Te miro como al árbol milenario 
que crece en tu comarca, todavía victorioso
frente al tiempo y la muerte.
Árbol, tú, de palabras,
árbol andante y caballero, sin más broquel ni espada
que tu voz viva, tersa, centelleante,
forjada por el fuego del amor más humano.
Caben bajo tu amparo los hombres y los pájaros
y para todos tienes sombra reparadora
ante el hiriente acoso de los días.
Frente al irreparable cansancio que grava la conciencia
cuando advierte, día a día, la invencible distancia
que existe entre la opaca realidad
y la frontera cenital del sueño,
tú, árbol padre, árbol asilo, albergue
a la vez fresco y cálido, nos restauras la fuerza
en forma de esperanza y de fe nueva.
Así tu voz es materia nutricia,
dadora de la vida.
¿Cuál es el nombre mágico
de ese fruto que en ti se renueva incesante?
Es la bondad, diosa en verdad divina,
arraigada en la tierra para salvarla indemne
de la devastación que causan la muerte y la injusticia.
En impotencia se debate el mundo
frente al poder infame que domina la tierra,
que hiere con su látigo la espalda de los pobres,
sordo al río de llanto que anega la alta noche
y estremece la luz de las estrellas;
que ciega en niebla la verdad del día
mientras su boca expele palabras de mentira y de muerte.
Entonces, ahora mismo, tiempo de la tragedia,
basta mirarte a ti, árbol de la bondad,
cuando tus hojas vibran
bajo el beso pacífico del viento;
basta acogerse a ti, a la verdad que efundes,
para seguir creyendo en la paz y en la vida
y en que un día las dos serán dueñas del tiempo,
vencedoras al fin.
Crezca sobre la tierra
tu tronco poderoso, acogiendo en sus venas vegetales
los ebrios cursos de la savia susurrando silentes
los salmos de la vida, mientras tu fronda acoge,
en la mañana y en la tarde,
el concilio sonoro de los pájaros;
mientras los blancos ángeles del sueño
te protegen del tiempo y de la muerte;
mientras los elfos mínimos desenredan traviesos tus raíces
y besan tu alta copa las alondras del alba.







[POESÍA DEL PAISAJE ALMERIENSE: ESTUDIO Y TEXTOS
María Isabel Galera Fuentes]








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