Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

1783.- DOMINGO NICOLÁS


Domingo Nicolás 
Nació en el Rincón del Beniscornia, un recodo del Segura, en plena huerta de Murcia, en octubre de 1937 y afincado en Almería. 
Ingeniero dedicado a la enseñanza en Cataluña y al ejercicio libre profesional en Murcia y Almería. En 1979 fundó en Almería la Asociación Ciudadana para el Mundo Infantil (ACEMIN), centrada en los problemas que padece el niño y cuya relevante labor lúdico-cultural marcó toda una época. Es colaborador de prensa y de prestigiosas revistas especializadas. Compartió tarea editorial en publicaciones poéticas como Alfaix libro periódico, revista Andarax, Artes y Letras, Colección Alhucema, Cuadernos del Matemático, revista Nayagua Cuadernos del Sur… En abril de 2002, en colaboración con los profesores J. L. Muñío y Merino Ordóñez, fundó la prestigiosa revista Buxía Arte y Pensamiento que en la actualidad sigue dirigiendo. 
Ha promovido y colaborado en numerosos homenajes culturales y poéticos, destacando el ofrecido a José Hierro: Encuentros, IEA, 1999. 

POESÍA

Malola, Caja de Ahorros de Almería, Almería, 1976. 
Elegía cantada, Editorial Cajal, Almería, 1984. 
Itémpora, Colección Alfaix (Libro-periódico), nº1, IEA de la Excma. Diputación Provincial, Almería, marzo de 1987. 
Trilogía inicial, Colección “Creación”, Editorial Godoy, Murcia, 1987. (Contiene los tres libros anteriores: Malola, Elegía cantada y la última, Itémpora, revisada). 
Ala de Navidad, Plataforma Publicidad, Almería, 1998.
Soledad del espejo, Colección “Alhucema”, Óptica Almería, Almería, 1999.
Gadea, Colección “Melibea”, Ayuntamiento de Talavera de la Reina (Toledo), 2009. 
Los espacios del Tiempo, IEA, Almería, 2011.

Su poesía figura en numerosas antologías:

Poetas almerienses a Luis Rosales, Ayuntamiento de Almería, 1989.
Tierras de la Alpujarra. Edición de Enrique Morón. Exmo. Ayuntamiento de Adra y la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Almería, 1992. 
Poesía almeriense contemporánea, edic. de Pedro M. Domene y José A. Sáez, Batarro, Albox, 1992.
Almería, Cuadernos de Roldán, Sevilla, 1992.
Chocolate con libros, A.L.I.N., Almería, 2000.
Almería, dorada, Cajasur, Córdoba, 2001.
Árbol de bendición. Antología literaria al olivo, recopilación de 
José Antonio Santano, Almería, IEA, 2001.
Homenaje a la Fiesta Literaria de la Belleza Andaluza, Ateneo de Sevilla. 2007
Nuestros escritores. Antología de lecturas almerienses, recopilación de Concha Castro, IEA y Fundación Cajamar, Almería, 2008.

PROSA

Relatos cortos: 

-Por qué Aralax no tiene presidente. Cuentos desde el Sur. UnicefComité de Andalucía, 1990.
- La feria de Ulises, Diario Ideal, sección Cultura, Cuadernillo de Feria, Almería, 1995.

También escribe artículos en prensa y prólogos o presentaciones como “Los mitos femeninos”, al catálogo de pintura Mujeresde Andrés García Ibáñez, edición del autor.

Algunos premios recibidos:

- En 1984, su obra Itémpora quedó entre las tres últimas finalistas del Premio Nacional de Poesía “Miguel Hernández”
- Primer premio periodístico “La Alpujarra” de la Ciudad de Ugíjar, en 1984, compartido con Juan José Ceba.
- Premio Nacional de Poesía “Rafael Morales”, de 2008, por Gadea. 



En el “Introito” de la primera parte, “Balada de otoño para Howard”, de su libro Itémpora, aparecen versos referidos al sediento paisaje almeriense, enclavado en el Sur.



Vino la lluvia al Sur
como náufrago o reto perenne de vigilias,
dulcísima la lluvia,
oh, retorno a los mares de partida…

Del baúl melancólico del tiempo
desvelo estos secretos
venialmente culpados.


De nuevo, la lluvia en algunos versos de la segunda parte, “Cromópoli”, de este mismo libro:




XIII
Aparece de pronto un clamor: es la lluvia.
Todo un hito distinto en el Sur, —la mirada
de un niño—, es un monólogo,
un alto en el camino profundo de las cosas.





XIV

Llueve un día en el Sur
y amanece la tierra de esperanza,
oh, lluvia-Amor, oh, juvenil recuerdo…

Y ha llegado contigo
este hondo olor a tierra
 —crisálida fulgente—
oh, Dios del albo surco.

Dios vuelve a verdecer nuestra existencia,

flota Dios los espacios, Dios se nutre
hidrófago de claras
sensaciones serenas, diagonales,
turbador de raíces en plena retirada,
oh, lluvia-Amor, AMOR irreversible.
Un día llueve en el Sur
y hasta apurar el lirio,
pervive la esperanza:
este efímero canto de las aguas, besando
el aséptico mármol de mi tumba.




Dice Juan José Ceba en su “Radiografía con acompañamiento de pólvora y violines”, escrita, a modo de epílogo, para Ala de navidad (Almería, 1998), que Domingo Nicolás “sueña con una casa rodeada de árboles y plantas, que algún día habitará en el valle del Andarax, en el valle por excelencia de la poesía arábigo-andaluza, el oasis de los naranjos solares”. De ahí, sus poemas: “Atardece (Valle de Pechina)”, de la página 43, y “Anochece en Alhama (paisaje)”, de la página 59.



Atardece (Valle de Pechina)

De fuego ascienden surcos. El aroma
de la tarde en azul se ha iluminado,
y en sus hojas de otoño se ha elevado
una caricia o vuelo de palomas.
Fulgor es, pez alado, altar que asoma
o río, que fue y no es ya sino pasado
en ascuas; y es silencio, y en su estado
de gracia sólo es Dios, que en él asoma.

De miel es el camino que aproxima
la sombra del alma: sombra es el latido
desnudo de la tierra, —lluvia y cima

de soledad el aire confundido—;
¿qué detrás de esta voz?, ¿qué luz anima
tanto ardor a dolor comprometido?







Anochece en Alhama (paisaje)

Nocturnos van perfiles de la vida
cálido aliento de la casi aún tarde:
aquí, de nuevo, alerto mi presencia
detenido este flujo de mi sangre…

… Aquí, de nuevo, monte, en tus oídos
sordos de tantas briznas siderales.

… De nuevo, insecto, aquí, ante tu influencia
—florecida en nocturnas ansiedades—
nocturna la conjura de los grillos,
nocturno el valle en quietas soledades.

… Desbordado en la abierta transparencia
de tus nocturnos halos maternales.





Es el paisaje del cálido y acogedor valle de Pechina, que recogerá después en poemas de su Gadea, como “El soliloquio acaba” (página 42).




y propicia el hallazgo.
La cadencia en sus labios
desposee y armoniza —valida del misterio—
su tesoro:
…liba la luz del Valle el aleteo
sicodélico, liba en
el cáliz diminuto
del azahar su latido…

El soliloquio acaba; y sus fantasmas
propician el hallazgo,
el vago crecimiento de la melancolía,
del enigma y su corte,
que el Valle esencializa
y, en su bruma, 
dispersa la memoria.

Hay un viento helador que nos recorre
y, —aterida—, la luz alza en su frente
el estigma, un presagio levantisco, de frío,
—de vínculo cautivo—,
que hoy, a pesar, inscribe la esperanza:

…leve es el ave que del alba liba…




Une su nombre a los escritores que homenajean a Nicolás Salmerón en el nº 25 del Eco de Alhama, julio de 2008, con el poema, ya recogido anteriormente, titulado “Anochece en Alhama”, y con la dedicatoria, a modo de subtítulo, “Al gesto, en solitario, por la vida; a una excelsa y gloriosa decisión”.
De nuevo, el valle, su Valle, en su Soledad del espejo (Almería, 1999) y, otra vez, el comentario, en esta ocasión en el Prólogo de Pedro Felipe Granados:

“Tengo para mí que este poeta, que con tanto cuido escancia en las palabras su visión dulcemente herida y traspasada de nostalgia sobre el mundo, parte de un microcosmos esencial que es el Valle de Pechina, simplemente el Valle en este libro, un espacio mágico situado en la entraña más verdemente árida de la tierra de Almería, un oasis vegetal que le sirve de nutriente anímico y patria emocional.
Quizás porque hay que estar firmemente enraizados en la tierra para poder elevarse con fuerza y alcanzar las estrellas, es por lo que nuestro poeta inicia su andadura en el lugar que, desde este momento, queda anclado para siempre en la Literatura, y al que convierte en punto iniciático de su periplo, unas veces, y en atalaya privilegiada de la naturaleza, otras, desde los que se aventura al descubrimiento y la contemplación de lo existente”.


Como muestra de lo dicho, recojo dos poemas de este libro: 
“Alas de mariposa”, de la página 41, y “Oteadora del tiempo”, de la página 86. 





Alas de mariposa

Liba la luz del Valle el aleteo
sicodélico, liba en 
el cáliz diminuto
del azahar sus latidos
de libertad.
Del agua
la transparencia liba el 
idilio presentido.

Oteadora del tiempo

Allí el ave: vigía
oteadora del tiempo, sobre el hilo
terminal…
Muda, expósita, allí el ave
sobre su lábil garra: la mirada
imprecisa de Dios, huérfana el ala
despoblada…
 Allí el ave 
hierática, intuyendo,
—delta de luz—, su vuelo
ya prescrito…
Allí el ave: sobre el valle
la ausencia presentida.




Dedica un soneto, “Visita”, a su amigo, el escultor del olivo, Pedro Gilabert, recientemente fallecido, recogido en la antología de José Antonio Santano, Árbol de bendición, página 124.




(A Pedro Gilabert –olivo—, el más fértil en luz del Almanzora)

Tenemos todavía mucho tiempo,
Pedro, para ascender hasta el romero
Donde María y su Jesús campero
Te invistieron de luz y atrevimiento.

Todavía nos queda mucho tiempo
Para brindar tu olivo al mundo entero,
Tu corazón con garbos de torero
Herido y dulce en su estremecimiento.

Que proclamen, pues queda aún mucho tiempo,
Tus Cristos sus adustas catedrales
Su levantisca espada a contraviento

De desamor y duelos terrenales.
… Salmo será la piedra, desaliento,
Si mudece tu aroma en los rosales.





También se suma al homenaje, que Buxía dedica en su nº 4, junio de 2005, a Julio Alfredo Egea, con el poema “Cazador de sueños”, con una cálida dedicatoria:”Para Julio Alfredo, gran ser humano, maestro y amigo”.




Ante el alba,
—unos pálpitos antes—,
se sabe lago, luz, ave o collado…
O ebriedad en su esencia trashumante.

Sobre piedra de rayo selló tu nacimiento
su cántico,
mansa perdiz, suave,
arrogante, confiada…

Oteador milenario de mimbres y odiseas,
no te allanas, remontas
la perfidia del tiempo con pacíficas manos
en este acorde instinto
de mar en que nos llegas.

Tus resonancias, “Loco”, erradicadas
 de patria, malheridas,
fundaron este Valle.
Y su viento de olvidos y recuerdos
lacera aún: nos sorprende, nos renueva:

—¡Ciprés, alto silencio, besana, flor, corola
de lluvia!—,
 observas, “Loco”, —¡Desamor…!—.
 Las cumbres
duelen.
 Sigue la tarde
y el eco centellea crepúsculos
sobre el cristal incierto, sumiso, de las horas.




En su último libro, Los espacios del tiempo, dedica un hermoso soneto a la Patrona de Almería, “en el V centenario del hallazgo”, titulado “Virgen del Mar, amor, ¿quién te ha elegido?” (página 29).




Virginidad del mar, si tu latido
legó el fanal de un ángel y anunciado
el Verbo se hizo luz, dolor anclado
de mar alto en amor ennoblecido…

Virginidad del mar, si sometido
a la luz, se hace prenda en tu costado
abisal, —oh, Delfín humanizado—
y glisa, oh sol, ya su futuro herido…

Virgen del Mar, amor, ¿quién te ha elegido
a esta orilla de luz, desierto, prado
huérfano de las aguas, preferido…?

…Si de la luz arribas a este lado,
cúmplase tu cauterio en el gemido
de sol y mar y amor, que han porfiado.






[POESÍA DEL PAISAJE ALMERIENSE: ESTUDIO Y TEXTOS
María Isabel Galera Fuentes]



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