Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

1784.- DIEGO SABIOTE NAVARRO


Diego Sabiote Navarro 
Nació en Macael (Almería) en 1944. Desde muy niño comenzó a trabajar en las canteras de su pueblo natal. Es Doctor en Filosofía y Letras y Licenciado en Teología. Desde 1975 reside en Mallorca, de cuya Universidad es Profesor Titular de Filosofía. Ha publicado diversos libros y estudios sobre la Escuela de Frankfurt: Marcuse, Fromm y el Racionalismo crítico: Popper y Albert. Entre ellos destacan: Eclecticismo y misticismo en Erich Fromm (Madrid, 1981), El proyecto utópico del hombre nuevo y la nueva sociedad en el pensamiento de Marcuse (Madrid, 1983), Marx y el marxismo hoy (Palma, 1984), Popper: Método crítico y sociedad abierta (Palma, 1986), El problema del humanismo en E. Fromm y H. Marcuse (Salamanca, 1987, 2ª edición), Alternativas paradigmáticas contemporáneas a la crisis de la teoría del conocimiento (Palma, 1991), Configuración y desmoronamiento de la teoría del conocimiento (Palma, 1996).

POESÍA

Libros:

Hoy busco mi procedencia,Ayuntamiento de Macael (Almería), 1992.
El libre vuelo, Amarú Ediciones, Salamanca, 1994, 2ª ed.
La otra voz, Lleonard Muntaner Editor, Palma de Mallorca, 1995, 3ª ed.
La canción de las orillas, Lleonard Muntaner Editor, Palma de Mallorca, 1997.
La visita de Savitrí, Ediciones Calima, Palma de Mallorca, 2000.305
Poesía del paisaje almeriense: estudio y textos
La palabra del Alba, (Antología), Almería, IEA, 2000.
Los hijos de ningún tiempo, Calima Ediciones, Palma de Mallorca, 2001.
La liturgia de los pájaros, Arráez Editores, Mojácar (Almería), 2004.
La hora de la brisa, Lleonard Muntaner Editor, Palma de Mallorca, 2004.
Palabras de bendición, Lleonard Muntaner Editor y Ayuntamiento de Macael (Almería), 2004.
Domingo de la vida (antología), IEA, Almería, 2005.
Testamento de Chopin, Port-Royal Ediciones, Granada, 2005.
El Pi de Costa i Llobera, Lleonard Muntaner Editor y Govern de les Illes Balears, Palma de Mallorca, 2006.
Con luz propia. (En colaboración con Francisco Díaz de Castro), Búger, Palma de Mallorca, 2005.
El aroma de Bécquer, Granada, 2006.
Y, pese a todo, la luz, Ed. La Lucerna, Madrid, 2007.
L’escala de Jacob, Lleonard Muntaner Editor, Palma de Mallorca, 2008.
Infantarà la nit, Lleonard Muntaner Editor, Palma de Mallorca, 2010.
La claridad de la espesura.

Plaquettes: 

Las nubes eran blancas, Poesía de Paper, Universidad de lasIslas Baleares, 1996.
Azul de Mar, El centaure, Palma de Mallorca, 1997.

Su poesía figura en diversas antologías y ha escrito numerosos prólogos a libros de poesía, narrativa y ensayo. También ha grabado cuatro CD con el músico Joan Manel.








Hoy busco mi procedencia:
nací en una familia,
donde el pan se traza
con líneas de sudor y lágrimas.
Antes de romper mi infancia
y sin saludar el instituto,
mis manos de llagas tiernas
aplastan los senos duros
de las piedras blancas.
Mi corazón se pulió 
en la cima de la montaña,
junto a las piedras desnudas
y hombres, muchos hombres,
salpicando, como hormigas,
las venas blancas subterráneas.

El aire que brota de esta montaña
no va vestido de pinos y romeros,
ni engalanado con perfumes
de señoritas en fiestas de tarde de amor;
es un aire de olor
a trabajo, sudor y llanto
de adolescente esclavitud.

Los barrenos llevan cargas
de dinamita negra y gritos silenciados;
por eso, en las explosiones,
las montañas revientan en pedazos
de piedras amedrentadas.






a Diego Sabiote Cruz 

Sierra de los Filabres,
tus montañas exhiben
un manto de nieve
y plata, mientras 
el sol de la mañana
besa tu rostro en calma

Por el cielo azul
pasean nubes blancas,
blanco, como la nieve,
el sol se baña
en la mañana
y mi corazón se conmueve extasiado
al disputarse las colinas
el alma misma de las montañas.







a Pedro Márquez Sabiote que murió 
entre las piedras de una cantera de mármol de Macael.

Pedro, tu nombre
ha quedado entre las piedras.

Tu muerte ha fatigado
las conciencias de todos
aquellos, que, como tú,
castigan, bajo el cielo claro de agosto,
las entrañas de las montañas pétreas.

Te has marchado para siempre,
Pedro. Ahora, sólo, nos quedan,
golpeando nuestro pecho,
las voces roncas de tu mujer
y tus tres hijos:
“¡Hijo de mi alma!
¡Hijo de mi corazón!
¡Hijo de mi vida!
¡Padre bueno…!”

También tu nombre, Pedro,
se ha quedado con nosotros
entre las piedras.







La tarde empieza a declinar,
el sol da paso a la sombra
y mi corazón sigue igual,
siempre con la misma luz
de tu amor,
la luz que me diste en Garrucha
en una noche de agosto,
llena de melancolía y ensueño.

Los testigos fueron la luna,
que, tras esconderse,
apareció más brillante,
alumbrando nuestros corazones
y el mar,
con su monótono canto de eternidad.

Así, nuestro amor
ha nacido de la eternidad
del mar.
Nuestra esperanza bajó
de la luna
en una clara noche de agosto.







Torreón viejo de Garrucha,
tus muros,
fuertes,
como el sol del mediodía,
sencillos,
como el juego de los niños
en una plácida tarde de verano,
han presenciado
el romper de la tarde
y la acogida amorosa
de dos corazones,
puestos al desnudo,
en la muerte lenta del crepúsculo.

Viejo Torreón,
arropa
nuestros corazones
de tu serena imperturbabilidad
en los aconteceres de los tiempos.
Recuérdanos,
con tus voces, heridas por el silencio,
la sencillez,
de tus muros y de nuestros corazones,
puestos al desnudo
en la muerte lenta del crepúsculo.






Canteros de Macael, 
vuestro sudor ha penetrado
los macizos bloques
de piedra blanca.

Amigos, he visto
llorar las sierras cortantes
al herir vuestro sudor
hecho piedra.

Los que trafican 
vuestras piedras
han puesto aguas turbias
en las fábricas
para ocultar vuestros sudores.
Por eso, en las fábricas
lloran y protestan las sierras.







Luminoso Mediterráneo

Luminoso Mediterráneo,
solemne vuelo de gaviotas,
golondrinas de volar ligero,
dos colores, dos vuelos,

blanco y negro,
y un solo cielo verdadero,
el cielo azul del mar,
el azul del cielo inmenso.

Y entre el cielo y el mar
más nuestro, más vuestro
y más de todos: el libre vuelo.








En el pueblo,
Diego,
hijo de Serafín,
el Cortijero,
y de Carmen,
hija de Agustina,
la hermana de Martín,
el Pescadero…

En la ciudad,
Diego,
profesor de la Universidad
Balear,…







Aspirar,
a qué ha de aspirar
un cantero,
aprendiz de poeta,
sino a escribir,
en camuflada clave lírica
y
 con
 renglones
 torcidos,
para ganar cercanía,
de la sensibilidad de los dioses,
confiar en la benevolencia
del más humano, frágil
y humilde de ellos,
y ser obsequiado
con un poema.








Bien sabías tú, Pepe,
que las piedras saltan
como los gorriones
de rama en rama
sin dañarlas,
o como la luna llena
acaricia las laderas
y las colinas altas y bajas
sin tocarlas.
Amigo Pepe, cuánta crueldad
esconden las laderas de estas montañas,
cuánta tristeza embarga
esta tarde mi alma.





Sierra Cabrera,
sierra volcada al mar,
sierra de espaldas al valle,
de oriente recibes el sol de la mañana,
del poniente apagas
los últimos rescoldos de la tarde.

Sierra Cabrera,
sierra ensimismada
por el silencio de colinas,
ramblas y barrancos,
y por silbidos de esparto,
zábilas y chumberas,
¿qué serías tú
sin Mojácar, tu cabecera?

Los seguidores de Mahoma
no temieron la soledad de las colinas,
ni las espinas de pitas y chumberas;
a golpe de ingenio y casta
lograron hacer de la montaña
su casa, y de su casa
un pueblo,
y el pueblo de piedra y cal

quedó, por obra de magia,
convertido en paloma blanca,
dispuesta a volar, 
en cualquier momento,
en la alfombra mágica.

Todo lo demás, en Mojácar,
es milagro y capricho
de un manantial que se desgarra
a los pies de la montaña
en trece caños de agua.
Plaza, santuario,
baños en torno al agua,

donde se mezclan a un tiempo
el chapoteo del lavadero,
las abluciones hasta el talle
y los dichos y cantares
que nacen y crecen en la calle.

Y de mañana a tarde,
y de tarde a mañana,
sin principio ni fin,
la eterna sinfonía del agua
que antes de marcharse,
entre susurros y lloros
por las acequias de zarzas,
juncos y cañas,
deja a buen recaudo,
escrito en mármol,
la petición a vivir libres,
aquellos hijos de Alá,
que tejieron una diadema de plata
en la cima de la montaña.

Mojácar, bastión, atalaya,
adalid, minarete
paloma blanca,
grito de libertad
de la montaña.
El resto quedó escrito
y sellado junto al agua.








A la intemperie,
sin ninguna protección,
buscó refugio
en una colina
y, con su blanca mano,
acaricia el cielo.







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