Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 17 de septiembre de 2013

1798.- JOSÉ LUIS TIRADO FERNÁNDEZ


JOSÉ LUIS TIRADO FERNÁNDEZ

(Sevilla)
Amigo del que venga por derecho, loco, soñador, poeta de esquinas blandas... flamenco.




SIGUIRIYA GITANA

Martillo de mi “consensia”,
déjame “pecá”
porque estoy viendo que la ”vía” es corta,
¡cómo se me va!

Espejos, los espejitos, “mare”,
que “abiyelo” en casa;
se miraba en ellos
la que a mí me falta.

Bastiana, ay, mi Bastiana,
“Majarí“ bendita,
la mejor gitana.

“Desgraciaito” del hombre
a quien “naide” quiere,
va cargando el “desinio”
de la mala suerte.

Calle maldita,
yo me vuelvo al barrio,
que la “bata” mía
me andará buscando.





CAGANCHO

Dedicado a Orna Timen

Forjó la cadencia pura
tu metal de fragua vieja;
yunque cantor que nos deja
esta dote de hermosura.
Brotó la fatal jondura
que a nuestro tiempo se aferra,
la siguiriya que encierra
el huerto fiel de la cava,
donde plantaste la octava
maravilla de la tierra.

Vino el ángel a buscarte
y te señaló el camino,
reniego yo de mi sino
si no es para venerarte.
Yacen -plenitud del arte-,
cuando los  tercios levantas
los gitanos a tus plantas,
porque de siempre te adoran;
¡si hasta  los niños que lloran
se callan cuando tú cantas!

Sueño de la rebeldía,
vendaval de tu fogata
las finas alas de plata
que avientan tu fantasía.
¡Qué céfiro soplaría
en tu lumbre esa mañana!
No fue la enseñanza humana
ni la voz de la experiencia,
ni te lo prestó la ciencia…
eso… te lo dio Triana.





EROS EN EL CAJÓN DE LOS CUBIERTOS

Loado dios, alado joven,
hábil arquero que ensartas
pasiones y apetitos; en tu mano
sostienes sin vigor tu flecha quebrantada,
punzante, dolorosa y atrevida
que, bien surca, silba y pasa
o acierta a la primera en su destino
 calando con su arista la diana.
¿Cómo te encuentro, desnudo y sin tarea,
en el sitio más extraño de mi casa?
¿Tenias algún plan con tus saetas?
o dime, mi  admirado ser, ¿a quién buscabas?
Caíste aquí como fin de tu carrera
y yaces, pues,  mártir de tu desgracia,
rendido de revuelos y retornos sin reserva,
de enredos, disparates y desganas.
¿Qué terrible naufragio, qué infortunio
truncó el curso de tu marcha?
¿Qué te trajo a tan extraño paradero,
qué te guió a mi morada?
La herida de tu dardo no asegura
lo que vale tu soldada,
ni el golpe de su efecto  la grandeza
del sitio donde acabas;
aquí, do duerme el dolor de la rutina,
disputo el esplendor a las cucharas,
guardo cuchillos, repaso tenedores
y recojo los restos de tus alas.







MARGOT

No es la música que agita los sentidos
ni el iris de la flor, ni su perfume,
no es la plata ennoblecida por los siglos
ni las maderas viejas que silencian
amarga soledad en sus crujidos.

No es el oro que recama el terciopelo
ni  la luna de este tiempo venturoso,
ni los humos que destila el pebetero,
ni el llanto de la madre por el hijo,
ni el colofón que espera el agorero.

No es el don que suplica al crucifijo
aquel que aún confía en su certeza
ni el beso fraternal, ni el regocijo
de quien fiel, mantiene la riqueza
poniendo la esperanza a plazo fijo.

No es la blonda que dibuja su bolillo
ni el oropel brillante en su pechera,
ni la fuerza de quien pone su morrillo
-anónima promesa del que espera-
para lucir su amor por el pasillo.

Es el tacto de la  mano que aun me guía,
la voz de su presencia, y el aliento
inseparable, aquel que descubría
la belleza en sus ojos y el intento
de hacer de su pasión  la pasión mía.

Después de conocer a tanto ciego
añoro más la luz que ya se ha ido,
emigra mi memoria hacia ese tiempo,
exhalación brutal que se ha escurrido
hacia otros infinitos y otros cielos.

Es su ausencia, su huella dolorida,
que pátina dejó, por su ternura;
pintó glorias en mi alma, está metida
en el espectro del reloj de mi amargura.
Y no marca el final, porque es mi vida.







Lluvia

Rosa azul del doselete
que este gris oscuro vela,
estandarte caprichoso
que a su antojo el viento lleva,
vertiginoso sainete
que en mis entrañas se cuela
y escribe melancolía
sobre el paño de la pena.

Va la luna por los charcos
resucitando mareas
por los fondos oxidados,
crisol de viejas tormentas,
con su perfil demacrado,
con su semblante de piedra
y la anemia de su pulpa,
marfil de amargas almendras.

Sigue el guión el espacio
y el ambiente se empastela,
ponen su pica injuriosa
las gotas que a tierra llegan:
 son cadáveres de nubes,
que ni empañan ni son niebla,
diminutos continentes
que al céfiro se atraviesan.

Se impone la señorita
a la aurora salinera,
pone su bota de hierro
a la luz de la belleza
y en la bóveda dibuja
el rigor de extrañas letras;
llegará por donde siempre,
siguiendo a la primavera.





GIOCONDA

Miro tu cara morena
y me pregunto una cosa:
si las madres sevillanas
tienen la cara de pena,
¿Por qué siendo dolorosa
tú te ríes… Macarena?





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