Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 25 de septiembre de 2013

1825.- MANUEL NARANJO MARTÍN


Manuel Naranjo Martín

Actividad

Crítico, narrador, poeta, partícipe en actividades culturales de todo tipo, co-director de la Colección Cuadernos de Al-Andalus de Poesía, y colaborador habitual de diversas revistas literarias especializadas.

En la actualidad reside en Algeciras (Cádiz) en donde trabaja como funcionario.

"Su voz poética, especialmente dotada -al decir de la crítica- para la imagen esplendorosa, impregnante, ahondadora de sí, para lo surreal y el símbolo, se adelgaza y desnuda, se aquerencia en canciones con un pueblo al fondo, Las Navas de la Concepción, hasta adquirir tintes andaluces y populares, logrando, en un acierto global y pleno, que todo, desde la pura forma hasta el silencio, se trascienda de sí, convirtiéndose en substancia, en esencia misma, en alma sencilla, al ser, de lo que se trata."



Obra

Ha publicado los siguientes libros de poesía:

Amanecer de estatuas derrumbadas. Ediciones Bahía, 1980. Premio Bahía 1980.
La cárcel temblorosa. Editorial Cuadernos del mar. Valencia, 1981.
Este improbable sueño. Editorial Corona del Sur. Málaga, 1981.
Fábulas de entretiempo. Colección Cuadernos de Al-Andalus. Algeciras, 1986.
Del azul y el olvido. Ediciones Excmª. Diputación Provincial. Zaragoza, 1988. Premio Internacional de Poesía "Ildefonso-Manuel Gil", 1987.
Retablo en rumor de adioses. Editorial Corona del Sur. Málaga, 1989.
Potestad de la niebla. Editorial Aguaclara. Alicante, 1990. Premio Miguel Hernández de poesía, 1989.
Compás Diverso. Editorial Aguaclara, 1995. Beca a la creación Literaria del Ministerio de Cultura en 1990.





Ciudadano
avienta tus cenizas,
date al viento
y aunque te hagan imposible
el vivir, espera
el retorno de la luz,
aquellas tardes
en que la espiga se doblaba llena
y era un grito de paz el horizonte.






Yo os acuso.
Yo levanto mi mano con sangre enardecida,
sacudo de tus trazos polvorientos
los duros pedernales,
reverdezco la espina, descompongo
la soledad en el grito, invado con mi llanto
de ternura o dolor cada pisada.
Yo os acuso
de haber roto la flor, de haber hundido
la daga del progreso en el paisaje,
de haber puesto murallas en el canto,
de haber restablecido de los duelos
su música inefable,
de haber dejado sólo
algún vencejo moribundo, triste
reto candente y débil, por la cripta
de ese sueño voltaico de las torres.

[Este improbable sueño, 1981]








Toda la noche, el viento.
Solo, sin rumbo, entre ateridos
brazos de algún rosal, aullando en la sombra.
Páramo nace la luz,
haciendo emerger ascuas
del torso de los árboles,
en el amanecer, entre la nieve.

Alguien
le ha dictado al paisaje nuestra historia.

[Potestad de la niebla. I Claroscuros, 1989] 



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