Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 30 de octubre de 2013

1837.- ISABEL GIL JIMÉNEZ


Isabel Gil Jiménez 

Nace Tolox-Málaga (1972). Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación. Ejerce como profesora de Filosofía para la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. Esta poeta, con residencia en Ronda, explica, Hoy las palabras, me parecen una especie de barro que al moldearlas y crear, pueden convertirse en una caricia, en una luz, en un espejo que corrija los errores... Considera que es lo único que nos aleja de la animalidad y nos permite intentar llegar a lo absoluto, aunque el camino hacia él sea la vida y la muerte él mismo. Complicada experiencia, entiende, pero vale la pena soñar y volar con la conjunción de las palabras. Para ella la poesía es un sentimiento eterno que brota del corazón en forma de letras. Ha publicado el poemario Sentires y Pensares de la Madrugá, Ed. CELYA (2012). Escribe en la revista Carta de Tolox, donde desarrolla contenidos de investigación histórica y cultural, así como ensayo histórico y filosófico. Ha aparecido en la antología del I Encuentro de Poetas Andaluces de Ahora y coordinó el II Encuentro en Málaga en Octubre de 2012  y la Antología del mismo. Más recientemente coordinó la Antología de Primer Recital Sierra Morena Poesía.




LIRA. CONFIESO

Para tu amor confieso
un abrazo que infunda vida a tu alma,
la caricia de un beso
que prenda incendio a tu cuerpo en la calma,
y manos que al caer
te alcen y den delirios de placer.








EN LA CARA OCULTA DE LA LUNA

Me pregunto dónde
pasando las hojas,
triste calendario,
y quedando versos
tantos, blancas sábanas.
El horizonte, dónde,
tu paraíso verde,
tu mirar profundo,
y dónde hoguera,
dónde aquellos besos
calor de tus labios,
regalo de amantes.
Dónde la esperanza
de sonrisa y vida
y la ilusión de abril.
En la oculta cara
de la negra Luna.








EL SECRETO

Guardo en lo hondo del océano
un secreto de risas y lágrimas.
Un día con dolor en el alma
salada agua decidí hacerme.
Esperé inquieta que llegase ella,
mi eterna y esquiva amada de mares.
En la mar que va entró refrescando
su cálido cuerpo con el agua.
No sabía del agua, mi esencia.
Suave la abracé, como nunca.
Como primero, robé un beso
y gocé de sus pechos rosados.
De pronto, su mirada brillante
y se dispuso a salir a tierra.
Antes le rogué y atrás volviéndose 
contempló su rostro en mi alma.
Le dije que no se olvidase
que era a ella a quien amaba yo.
y le pedí que mi mano cogiese.
Salió a tierra mas llevando en sí
agua esparcida por su piel tersa
y sonriendo deliciosa boca.










1836.- RUBÉN TEJERINA

Ruben Tejerina López

Rubén Tejerina López

Nace en Sevilla en 1979. La mayor parte de su vida la ha pasado en Ibiza, aunque en la actualidad vive en Madrid, donde realiza estudios de Historia del Arte. Cursó estudios de cine en la EICTV de San  Antonio de los Baños, Cuba. Es articulista (La Miranda), guionista de televisión (Autoindefinits, Socarrats, La que se avecina…) y cortometrajes (Vaho y chocolate, Simplemente Alberto, La Presencia…), letrista, autor de cuentos para niños (Un día con Nacho, La voz del viento, Vuela…)y  monólogos de humor.

Ganador  del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas en 2011 por su libro “Sed de sal”. Su anterior trabajo, “El estómago del tiburón” (2009) fue premiado con el Villa de Martorell. Desde que empezara a escribir poemas en su adolescencia ha sumado 22 premios.



Puerta que al abrirse muestra una playa

No te he abandonado,
mis cosas no te hablaran del nunca
pero es que había en ese silencio mucho ruido
y las avispas que te daban miedo
parecía que habían hecho nido en mis ojos
estaba muy deshilachado ya para sostenerte

Ahora, silente,
cautivo adrede en otro orden
como en una casa dónde he prohibido tu perfume
dónde no voy llenando los rincones de promesas
estoy buscándome nuevo en otro azul.

Estoy sin estar
sé que es algo raro y tú no lo sabes
pero, a veces, te cobijo...
te pienso
y el día acaba pareciéndose a ti...

No te he abandonado...
Tal vez volverán los momentos del vino
de películas turcas y boleros
donde entonces tú no protagonices el estribillo.
De colocar de nuevo las ventanas...
Pero tenía despeinada la vida
busqué la sed que calma el agua
algo semejante a los dedos protectores tras el raso...
Y estas palabras de fogueo corroboran, hablan,
mienten sólo en la mitad de su imagen
cuando te dicen que sigo estando.

Borra mis huellas anteriores, bórralas
menos el deseo a todo lo tuyo...
Imaginame intacto y desconocido
como el destino deseado que sólo conoces por postales...

Me fui porque te parecía triste la música si yo la cantaba
estas alegrías sonaban por quebrantos...
Me fui porque tus brazos compartían el vuelo con las aves 
que huyen de las estaciones del frío... 
Me fui porque iba tanto a buscarte 
que me cruzaba de vuelta conmigo
y se me iban enredando las ganas en el desconsuelo...
Me fui porque estas manos ya querían saberte de memoria...

No te he abandonado,
sólo me he ido leve
el tiempo de un contraluz, 
un ensayo,
un desvelo,
lo que tarda en derretirse el alma de una vela...

Me fui porque esta esperanza era un asiento vacío
en un carruaje de plomo
con un caballo de piedra
sobre un puente de cerillas.

No te he abandonado...
Y créeme si te digo que estoy cerca,
justo en la distancia de los pasos 
que me protejan de intentar quererte de nuevo...
Y créeme si te digo que estoy lejos,
pero justo en la distancia de los pasos 
que me permitan volver a tu lado si te hiere la vida...





miércoles, 16 de octubre de 2013

1835.- IGNACIO GUTIÉRREZ




Ignacio Gutiérrez Torrejón

Cádiz. 1980
Poeta. Periodista y redactor.
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz.
Licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Cádiz.
Master en Periodismo y Comunicación.
Fundador, editor y redactor de la revista E330 (desde el 2006 hasta el 2007).

Ha publicado el poemario: Isolagnosis (Ediciones en Huida, 2013).




Nos perdimos cerca de las espinas doradas

Nos perdimos cerca de las espinas doradas,
donde los últimos rayos pintaban el cielo
y el azul se convertía en morado y el rojo
se expandía hasta ser blanco y casi transparente.
Sin saber todavía lo que significaba
-el recuerdo del barro de la orilla del lago
y algo que después nos dijeron que era humedad-
empezábamos a cansarnos de nuestros juegos.
La tarde caía y se enterraba muy profundo
y ella tenía el pelo lleno de gotas de agua.

Nos perdimos cerca de las espinas doradas,
pero ella no hacía más que reírse y reírse
y se tiraba al suelo y se manchaba la ropa
sí yo decía: ponte el abrigo, ya refresca.
Y abría la boca al mismo tiempo que cantaba
un extraño pájaro, lejos, donde los árboles.
Y cerraba los ojos y el cielo se apagaba,
y abría la boca y podía escuchar hasta las nubes,
que parecía que bajasen hasta nosotros
mostrándonos un camino que no conocíamos.

Nos perdimos cerca de las espinas doradas.
Se acercó, me cogió la mano y nos alejamos,
fíjate, muertos de risa sin saber por qué,
pero completamente muertos en cualquier caso.
Y subíamos por escaleras de algodón
aunque abajo ella gritaba como un animal,
con los ojos en blanco, y yo la zarandeaba
para que lo dejase, porque cuando hacía eso
los días y las noches transcurrían muy rápido
y en sus ojos veía algo que me daba miedo.

Nos perdimos cerca de las espinas doradas,
donde el reflejo de la luz del sol sobre el agua
se mezcla con el olor de la tierra mojada
y esperábamos, con los tobillos enterrados
en la orilla, como esculturas abandonadas.
Pero alguien se acercaba con una hoz en la mano,
alguien que pertenece y no pertenece al lago.
Y ella le esperaba con miedo y aunque venía
y nunca llegaba, la emoción se convertía
en eterna cerca de las espinas doradas.

De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013).






Ella dice: había algo afectivo entre nosotros

Ella dice: había algo afectivo entre nosotros,
pero no de amantes, tú eras mi hermano.
Nos cruzamos en una tienda
mientras yo elegía un vestido.
Habían pasado cinco años.
Él dice: recuerdo que cuando abriste la puerta
algo se paró en mi consciencia.
Luego, entraste y hablabas con gente,
fumabas y apoyabas el codo sobre tu mano.
O yo era tu perro o tu mi gato,
pero no estábamos enamorados.
Primero vi tu mano, después tu jersey morado.
¿Sabes que nunca hablas de tu viaje por Europa?.
Y la semana pasada me crucé con ella.
Apenas pasó por mi lado
me preguntó por ti, me dijo cómo te va,
y era su boca la que se movía.
Y nada, nada. Nos montábamos en el tren
y veíamos pasar los árboles desde la ventanilla.
Tu amiga. La que nos encontramos la otra noche.
¿Fátima? No está bien. Ha ido al médico.
Tan, tan, tan blanca y tan delgada.
Solo viéndola andar
sabía yo que le pasaba algo.
Te hizo tss tss tss cuando vio que me abrazaste.
Se tropezó con los tacones
y hablaba como una borracha.
La pobre. Y son esas las chicas que te gustan.
Caminaba a la deriva como un barco flotando en absenta.
Nunca pasó nada, nunca pasó nada.
Nunca te dije que me guste.
La luz del farol parecía tranquilizarla
pero algo desde el túnel la llamaba.
Un día me dijo que por qué no subía a su casa
y a mí se me tropezaron las palabras.
Decía: ya he cumplido mi año de amor.
O “antes quería disfrutar y experimentar,
con una primera impresión me bastaba”.
Pero miraba para atrás
cuando lo decía y era como una rueda
o un infierno. Como el pasado y el futuro
mezclados en un mismo punto.
Como Sísifo cargando una piedra.
Y conocimos a unos chicos franceses que quisieron
acompañarnos el resto del viaje.
Y nos hicimos amigos.
Y luego ella se alejaba y se metió en un túnel,
se quitó los tacones y caminó descalza.
Es un atajo hacia su casa.
Se sentó y agachó la cabeza
y uno de ellos estudiaba cine
y quería rodar un corto
y que participásemos nosotras,
y se pasó todo el viaje hablándome de películas
y contándome historias mientras me acariciaba la mano.

De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013).







Lo misterioso y lo desconocido circundan 
el conocimiento.

Como llegar a una ciudad
por primera vez. Sus calles,
la plazas o un escaparate,
van cerrando significados
y equivalencias. Y el trazado
parece el discurso incoherente
de alguien que en sueños
habla, habla y habla y describe
imágenes que no existen.

De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013).






Hace ya demasiado tiempo.

Hace ya demasiado tiempo,
tanto que ni podemos recordarlo,
que el pájaro no regresa a nuestro jardín.

Su imagen solo está presente
para los árboles tricentenarios
o para el niño que recuerda algo muy lejano;

para la tierra o para el cielo,
para quien descubre y aprende a mirar
y la luz del cielo le alumbra y le ilumina

y sentado en el suelo mira,
con las rodillas manchadas de barro,
a un grupo de hormigas que transporta alimento.

Los ojos que impulsan la vida
caen sobre aquellos que esperan la muerte,
sobre aquellos que agarrados al amor confían,

para limpiarse pies y manos,
en la eterna y única corriente.
Manchados de barro por acariciar el mundo,

como el aliento del cordero
que confuso predice la tormenta,

los ojos que impulsan la vida
caen dulcemente sobre la llanura

esperando a que despierten las hojas dormidas.



De nuevo hormigas, pero esta vez observadas por un niño que mientras sus padres fuman y beben alcohol con amigos, se aleja poco a poco de ellos, y de su influencia, para descubrir el mundo con sus propios ojos y con sus manos. Casi por primera vez en su vida ha descubierto y una hilera de hormigas que trasporta alimento y las ha seguido hasta su refugio: el hormiguero. Con un palo está destrozándolo, pero no con odio, ni ira, ni maldad. Solo por curiosidad, para saber qué ocurre. Y las hormigas suben por el palo y llegan hasta sus manos. El niño las aparta con cuidado y descubre que no le dan miedo. Cuando se levanta tiene las rodillas manchadas de barro.

De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013). 







Una visión sobre el mito de Orfeo y Eurídice.

La extraña y melancólica canción
ablandó el corazón de los demonios
y, por única vez,
al menos hasta donde conocemos,
hizo llorar a los tormentos.
Canciones de un domingo adormilado.
En cambio, son muchos quienes opinan
que los dioses no le entregaron
a su amante porque les pareció
que se mostró cobarde,
como buen citaredo,
y no fue capaz de perder la vida
para volver a estar junto a Eurídice.
Las esquinas que doblan pensamientos.
Las sicológicas esquinas
que no conocen la piedad
ante una súplica humana.
Esa tarde colgaba de mi brazo
como una carpeta
y caminábamos bajo la lluvia
hacia el metro que la dejaba en casa.
Algunos meses antes
sus zapatillas reposaban
sobre un tronco calentándose al sol.
Si abría los ojos veía
su bolso y sus gafas,
su cuerpo como una montaña
que impedía ver parte de los edificios.
Bebiendo limonadas,
tumbados a orillas del río,
quería meter los pies en el agua,
miraba para abajo y decía
“yo sólo pretendía”
o “lo único que yo buscaba”.
No valgo para mucho más.
No valgo para mucho más.
No valgo para mucho más.
Pero eso sería demasiado triste.
Sucumbió a la mordedura de una serpiente en un tobillo.
Sin mirar para atrás, yo dije:
“a lo mejor hay una jeringuilla”.
Y ya nos entró el miedo
y dejamos de andar descalzos
por el césped. Era verano.
¿Recuerdas lo qué decían nuestros padres?
No caminéis descalzos
por la arena caliente,
puede haber jeringuillas enterradas.
Entonces, siempre será peligroso.
Seré viejo y siempre
habrá algo escondido.
Recitando sus últimas palabras
bajé las escaleras buscándola
y eché un vistazo en el andén.
Cerbero conteó abiertas sus tres bocas
y la rueda de Ixión se paró con el viento.
Me giré asustado pensando
que no estaba.
Pero terminaba el invierno
y caminábamos bajo la lluvia
hacia el metro que la dejaba en casa.
Luego la historia ya está escrita.
Tanto en las hojas muertas y húmedas
que el barrendero amontona,
como entre las ramas secas de un árbol
frente a la fachada de un edificio
-algo esconden que nos preocupa a todos.
Tienes buen oído, yo sólo escucho
los pájaros silbando en mi ventana
cuando todavía estoy dormida
y, a veces, un bullicio.
Cuando sueño contigo.
Cuando sueño contigo
abro los ojos incómoda.
Como aquella vez en la que estaba
cerca de un bosque y escuchaba
algo así como una flauta.
Te veía jugando en los arbustos
y cuando miraba de nuevo
ya no estabas. Reaparecías lejos.
Yo te seguía. A mis pasos,
las ramas, rotas, crujían.
Sentía un escalofrío en el pelo
y luego venían a por mí, deslizándose,
y yo creía que me mataban, que me moría.
El día anterior habíamos visto a un hombre
durmiendo justo donde
nos gustaba tumbarnos.
Parecía un vagabundo, estaba sucio.
Para ellos no era un hombre afligido,
era un citaredo.



Orfeo bajando a los infiernos para pedir que le devuelvan viva a Eurídice muerta. Parece un sacrificio grande, un esfuerzo ejemplar. Orfeo, por amor, es capaz de llegar al lugar más tenebroso del planeta y recuperarla y, por amor, la pierde de nuevo. No fue capaz de realizar el sacrificio eterno. Si solo quería estar junto a Eurídice, la muerte hubiera sido su consuelo, pero quería algo más y no estaba dispuesto a perderlo. Luego, de regreso a su aldea, se sintió, lógicamente, conflictuado por presiones que venían de muchos lados y que sus vecinos simplificaron en la pérdida de Eurídice cuando ya apenas recordaba a Eurídice. Bajar las escaleras del metro es como bajar al infierno y su motivo es igualmente dramático. La muerte de Eurídice por la picadura de una serpiente tiene otro significado.

De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013)


miércoles, 9 de octubre de 2013

1834.- RICARDO BADA


Ricardo Bada

Ricardo Bada (*Huelva/España, 1939), escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de La generación del 39 (cuentos, 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, 1994), Amos y perros (cuento, 1997), Me queda la palabra (ensayos, 1998) y Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, 2000). Editor en Alemania, 1981, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea (Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua]); junto con José A. Moral, de la obra periodística de Gabriel García Márquez; y en solitario, de los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, Madrid 1991), y en Bolivia de la única antología integral que se ha hecho en castellano del ingente legado de Heinrich Böll (Don Enrique, La Paz 1995). 

Columnista de El Espectador y de 1983 a 2003 corresponsal en Colonia/Alemania de HJCK/El Mundo en Bogotá. Ha sido (y en media docena de los casos sigue siéndolo) colaborador regular en Revista de Libros, Revista de Occidente, ABC, Cuadernos Hispanoamericanos y Vasos Comunicantes (España), Nexos y La Jornada (México), La Nación (Costa Rica), El Malpensante y SoHo (Colombia), El País (Uruguay), La Opinión (Los Ángeles/California), Amsterdam Sur (Holanda) y Aurora Boreal (Dinamarca), además de la revista Etiqueta Negra (Perú).

Republicano y agnóstico, convicto y confeso, paradójicamente fue nombrado caballero de la Orden de Isabel la Católica, y padece –no menos paradójicamente– una curiosa dolencia llamada sacralización. Tan luego él...








LA SERENATA DE ALTISIDORA



Libreto: Ricardo Bada
(con la colaboración de don Miguel de Cervantes Saavedra,
Miguel de Unamuno, Ernesto Lecuona y Nicolás Guillén)

Compositor : David Graham

En el escenario, a la izquierda del espectador, se distinguen dos espacios colocados a diferentes alturas: si es técnicamente posible, usar una proyección a escala de la correspondiente ilustración de Doré, con la puerta emblasonada, las dos ventanas y los árboles. A la derecha, en el proscenio, se encuentran dos actores disfrazados de Rocinante y el rucio de Sancho. Ambos declaman rítmicamente un recitativo que parodia la estructura del soneto y se in errumpe bruscamente a mitad de los tercetos.

Don Quijote según Gustave Doré
Rucio.- ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?

Rocinante.- Porque nunca se come, y se trabaja.

Rucio.- Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?

Rocinante.- No me deja mi amo ni un bocado.

Rucio.- Andad, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.

Rocinante.- Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miradlo enamorado.

Rucio.- ¿Es necedad amar?

Rocinante. No es gran prudencia.

Rucio.- Metafísico estáis.

Rocinante.- Es que no como. 

-2-
Rucio se lleva el índice a los labios, pidiendo silencio al ver que llegan por la izquierda 
Altisidora y Emerencia:

Rucio.- Basta basta basta de soneto..., 
chito, chito...y escuchemos, 
que algo gordo va a pasar.

Rocinante.- Imposible, mi amo duerme.

Rucio.- Pero en el sueño canta. 
Y bien dijisteis 
"imposible", 
pues parece 
que le hubieseis inspirado...

En el espacio alto Don Quijote (barítono) duerme sentado, adarga calada y lanza en ristre,
y en su sueño cita "El hombre de La Mancha":

Don Quijote.- "To dream,
this imposible dream..."

Se interrumpe porque le falta la letra y además no sabe inglés:

Rocinante.- ¡Está loco de remate, 
si hasta sueña en inglés!

Rucio. Pudiera ser un signo de cordura..., 
peroooooo...
basta ya de recitado, 
que ésta es ópera..., 
chito, chito...y escuchemos, 
que algo gordo va a pasar.

En el espacio bajo, a la izquierda, ya ha hecho su aparición Altisidora (mezzo soprano) acompañada de Emerencia (soprano), quien carga un arpa, mientras don Quijote se despierta y se acerca a abrir la ventana. Como leitmotiv de Altisidora pudiera emplearse el de "María la O", de Ernesto Lecuona., en cuyo caso, y para facilitar la comprensión al público, el propio Rucio la presentará al público cantando con la melodía de ese leitmotiv:

Altisidora
es quien llega aquí...

Y los dos actores desaparecen.



- 3 -

Altisidora.- De que vi a este forastero
que se ha entrado en el castillo
ya no puedo más cantar.
Así pues no me porfíes, 
Emerencia, que no canto
porque sólo sé llorar.

Emerencia.- La duquesa y todos duermen,
pero no este forastero...
su ventana sentí abrir.
Ay Altisidora, canta,
bajo y suave al son del harpa,
¿verdad que sí lo harás?

Le alarga el arpa, y finalmente Altisidora consiente y la acepta:

Altisidora.- Sí.
Sólo que yo no quisiera
que mi canto se juzgase
por quien no entiende de amor.
Mas venga lo que viniere,
más vale vergüenza en cara
que mancilla en corazón.

Pulsa el arpa y canta siguiendo la estrofa popular del fandango de Pérez de Guzmán, que convierte el cante chico poco menos que en belcanto:

Oh tú, que estás en tu lecho,
entre sábanas de holanda,
oye a una triste doncella,
bien crecida y mal lograda,
que en la luz de tus dos soles
se siente abrasar el alma.

Don Quijote (sin dialogar nunca con Altisidora, simplemente pensando:)

Soy tan desdichado andante
que doncella que me mira
queda prendada de mí.

Emerencia (que lo escucha:)

Parece que al forastero,
ay Altisidora hermosa,
tu canto le hizo tilín.

Don Quijote (como antes:)

Mas si para Dulcinea
soy de masa y de alfeñique
para el resto...pedernal.

Emerencia (también ella le ha seguido escuchando:)

Tal parece, Altisidora,
que para sacarle chispas
debes volver a cantar.

Altisidora prosigue su serenata:

Altisidora.- Muy bien puede Dulcinea,
doncella rolliza y sana,
preciarse de que ha rendido
a un tigre, fiera tan brava.
¡Oh, quién se viera en tus brazos,
y si no, junto a tu cama!

Emerencia (completa en voz baja:)

...rascándote la cabeza
y matándote la caspa...

Altisidora.- ¡Pero Emerencia, por Dios!

Emerencia..- Perdóname, Altisidora,
siguiendo tu pensamiento
mi santo al cielo voló.

Don Quijote (no sólo ya para él, sino con ánimo de que lo escuchen abajo:) 

Para Dulcinea miel,
para vosotras acíbar,
¿a qué, pues, me perseguís?
¿por qué me queréis, doncellas
de catorce a quince años?

Altisidora.- ¿Dígole?

Emerencia.- ¡Claro que sí!

Altisidora concluye su serenata con la tercera estrofa:

Altisidora.- Mi voz, ya ves, si me escuchas,
a la que es más dulce iguala,
y estas gracias que me miras,
son despojos de tu aljaba.
Desta casa soy doncella
y Altisidora me llaman.

Don Quijote (de nuevo para sí:)

¡Válgame el cielo, qué sueños
desaforados desvelan
mis horas de buen dormir! 
Será mejor que regrese
a las sábanas.

Reincide en la cita de "El hombre de La Mancha" mientras vuelve a tenderse para dormir: 

"To dream,
this imposible dream!..."

Altisidora y Emerencia se consultan perplejas con la mirada.

Altisidora.- ¡Qué lenguaje enrevesado!
¿Entendiste lo que dijo?

Emerencia.- Por cierto que no lo sé...
pero sonó anglonormando.

Altisidora.- ¿Anglonormando?

Emerencia.- Esa jerga
que algunos llaman inglés.

Altisidora.- Y hablarla ¿no es gran pecado,
Emerencia, que persigue
nuestra Santa Inquisición?

Emerencia.- Será pecado el hablarla.
mas supongo, Altisidora,
que no cantarla, eso no.

Altisidora.- Si con ello respondióme, 
fue, pues, la mi serenata,
un fiasco.
Emerencia.- ¿Un fiasco? ¡No tal! -6-
Mañana a la mesma hora
te cantará el forastero
de ese mesmo ventanal.

Altisidora.- ¿Mañana?

Emerencia.- Mañana mesmo.

Altisidora.- ¿Por qué no esta mesma noche?

Emerencia.- Bendita sea la virtud
de tu inocencia, mozuela.
No te cantará esta noche
porque aún le falta el laúd.

Altisidora.- ¿Y por qué estás tan segura
de que lo tendrá mañana?

Emerencia.- ¿No adivinas el por qué?

Altisidora.- No lo adivino, Emerencia.

Emerencia.- Pues porque así nos lo cuenta 
el libro de don Miguel.

Ambas desaparecen mientras se ilumina el proscenio donde ahora departirán Rocinante y el rucio al tiempo que por la izquierda aparece el tenor con la máscara de Franz Kafka.

Rocinante.- Donosa historia a fe mía, 
señor don asno de Sancho:
una moza de sólo quince abriles 
queriéndolo sacar de sus casillas 
nada menos que al mesmo Don Quijote, 
que está loco de atar 
por Dulcinea.

Rucio.- Mas antes de proseguir, 
mi señor don Rocinante, 
reparad en quien llega al escenario 
portando la cabeza de Franz Kafka. 
Y habéis de saber que a mí, 
que soy su cabalgadura, su máscara no me engaña.

Rocinante.- ¿Vos sois su cabalgadura?

Rucio.- Y a veces cabalgablanda. - 7 -
Y por más que lo veáis 
con tal disfraz de Bohemia, 
sabed que se trata de....
¡¡¡de Sancho Panza, mi amo!!!

Rocinante.- ¿Y a santo de qué el disfraz?

Rucio.- Para contar su verdad. 
Escuchémosla con harta, 
con hartísima atención.
Lección es de honda enseñanza.

La luz cenital converge en Sancho Panza/Kafka en el centro del escenario, dejando en penumbra a las dos caballerías.

Sancho/Kafka.- Al correr de los años, y gracias
al consumo de gran cantidad de novelas
de caballería
durante las horas vespertinas
y las nocturnas,
a Sancho Panza

(se saca la máscara y guiña el ojo al público diciendo, no cantando:)

(servidor de ustedes)

(vuelve a ceñirse la máscara y continúa cantando:)

-quien nunca 
se vanaglorió de ello-,
le fue posible distraer 
a su demonio interior
-al que luego daría 
el nombre de Don Quijote-,

Se ilumina la estancia donde Don Quijote sueña dormido, ya con un laúd entre los brazos.

y logró distraerlo de tal modo
que éste acometió
las más locas hazañas,
las cuales,
sin embargo,
por falta de un objeto
predestinado
-que justamente hubiera debido ser 
Sancho Panza
(otra vez se saca la máscara y de nuevo guiña el ojo al público volviendo a decir sin cantar:)

(servidor de ustedes)-,

(se ciñe de nuevo la máscara y sigue cantando:)

no dañaron a nadie.
Y quizás por un cierto
sentido 
de la responsabilidad,
Sancho Panza

(se vuelve a sacar la máscara y guiña una vez más el ojo al público diciendo de nuevo sin cantar:)

(servidor de ustedes),

(se ciñe una tercera vez la máscara y concluye su aria:)

un hombre libre,
acompañó sereno a Don Quijote
en sus salidas,
y obtuvo de ello,
hasta el fin de sus días,
una muy grande y útil diversión.

Se apaga la luz cenital acompañando la desaparición del tenor por la izquierda mientras a la derecha vuelven a hacerse visibles los actores. 
Entretanto, Don Quijote ha descendido al centro del escenario, desde donde aguarda la llegada de Altisidora y Emerencia, que entrarán desde el foro.

Rucio.- ¿Y cómo no divertirse
con la locura del héroe?

Rocinante.- Contad qué más sucedió.

Rucio.- Que a la mañana siguiente,
en viéndolo Altisidora
del sentido se privó.

Y efectivamente, al ver al forastero Altisidora finge desmayarse, cayendo en los brazos de Emerencia.

Don Quijote.- Bien me sé de qué procede,
Emerencia, este soponcio.

Emerencia.- Y en cambio yo no lo sé,
que Altisidora es muy sana...

Don Quijote.- Mas padece mal de amores
del que yo la curaré.

Emerencia.- ¿Pues cómo?

Don Quijote.- Con medicina
de música.

Emerencia.- ¿Cantaréisle
alguna endecha quizás?

Don Quijote.- Serenata he de cantarle
si aquesta noche se llega
al pie de mi ventanal,
y por mis sentidos versos
vendrá a saber la doncella
que su amor en vano es.

Altisidora da señales de vida, sin abrir los ojos.

Emerencia.- Ay, ya vuelve en si, cuitada...
Antes de que se despierte,
váyase vuesa merced.

Don Quijote desaparece a toda prisa por la izquierda, y Emerencia y Altisidora (ya como repuesta de su fingido desmayo) rompen a reír con unas carcajadas medio histéricas que la música asume al hacerse el oscuro. Durante el mismo, breve, la música anuncia el tema de la serenata de Don Quijote mientras por la derecha, arriba, hace su aparición la luna llena iluminando de nuevo la izquierda del escenario. En su cuarto, Don Quijote templa el laúd y se acerca al ventanal, mira hacia abajo y ve llegar a las dos doncellas, que quedan expectantes. Don Quijote remonda el pecho y se pone a cantar, siendo su serenata musicalmente el polo opuesto a la precedente de Altisidora:

Don Quijote (recitativo antes de cantar, dirigiéndose a la doncella:)

En principios amorosos
son los prontos desengaños
calificados remedios:
y por lo mesmo así os canto.

(Cantando ya:)

Hay amores de levante, 
que entre huéspedes se tratan,
que llegan presto al poniente,
porque en el partirse acaban.
El amor recién venido, 
que hoy llegó y se va mañana,
las imágenes no deja
bien impresas en el alma.
Dulcinea del Toboso
del alma en la tabla rasa
tengo pintada de modo
que es imposible borrarla...

En este punto Altisidora y Emerencia hacen señas a alguien que está más arriba de Don Quijote, y del telar se descuelgan muchos cencerros atados y los dos bailarines del ballet disfrazados de gatos. La algarabía de los cencerros y los maullidos (todo ello reflejado en la música con especial acento a cargo de la percusión) hace enmudecer a Don Quijote, quien presto echa mano de la espada y arremete contra los gatos, que han saltado a su aposento:

¡Fuera, fuera, malandrines,
encantadores malignos,
que Don Quijote yo soy,
Don Quijote de la Mancha,
contra quien no tienen fuerzas 
vuestras malas intenciones!

El ballet prosigue sin canto cuando uno de los gatos salta sobre Don Quijote y le clava las garras en el rostro mientras el otro lo inmoviliza por la espalda. Don Quijote da mandobles 
al aire sin poder desasirse ni gritar, las que gritan son Altisidora y Emerencia, dándose cuenta de que la broma está yendo más lejos de lo que imaginaron.

Emerencia.- ¡Señor Duque!...

Altisidora.- ¡Señor Duque!...

Emerencia.- ...¡llegad presto, que la broma...

Altisidora.- ...pasó de castaño oscuro!

Emerencia.- ¡Señor Duque!...

Altisidora.- ¡Señor Duque!...

Emerencia.- ...¡pronto auxilio al forastero...

Altisidora.- ...que el gato lo dejó mudo!

A Don Quijote lo libera la llegada del tenor (convertido ahora en El Duque), quien logra -11-espantar a los gatos. Altisidora y Emerencia han corrido también en auxilio del caballero y se encuentran asimismo en su estancia. Don Quijote, maltrecho, reprocha al Duque:

Don Quijote.- Vuesa merced, señor Duque, 
flaco servicio me ha hecho...

El Duque.- ¿Pues qué, si del malandrín
os he librado?

Don Quijote.- Muy cierto,
pero un caballero andante,
si se mete en una lid
como aquesta, la termina
sin ayuda de terceros...

El Duque.- ¿Terceros? ¿a qué el plural?

Emerencia.- Disculpadlo, señor Duque...,

Altisidora.- ...señor Duque, disculpadlo...,

Las dos.- ...vedlo cuán postrado está. 

El Duque.- (A ellas:)

Lo disculpo,

(a él:)
y que terceras
curen esos arañazos
que os infirió el micifuz.

Don Quijote se yergue entero, herido en su más profundo orgullo.

Don Quijote.- ¿Micifuuuuuuuz?

Emerencia.- ¡¡No, no, gigante!!

Altisidora.- ¡¡Gigantesco!!

El Duque.- ¡¡Monstruoso!!

Los tres.- ¡¡De la cola a la testuz!!

Don Quijote se aquieta con estas explicaciones y deja que Altisidora le cure sus heridas, mientras ella le canta al oído (es casi una canción de cuna) y lo aduerme:
Altisidora.- Todas estas malandanzas - 12 -
te suceden, caballero,
por pecado de dureza
contra el amor verdadero.
Quiera Dios que nunca salga
de su encanto Dulcinea,
esa tan amada tuya.
Quiera Dios que no lo vea
la moza de quince años,
tu entregada Altisidora,
que, loca al igual que vos,
te adora, cómo te adora...

Don Quijote, ya adormecido, abre los brazos extasiado y vuelve a citar "El hombre de La Mancha", con una sonrisa en los labios:

Don Quijote.- "To dream,
this imposible dream"...

En diagonal con la escena arriba a la izquierda, de la que Emerencia y el Duque discretamente se habrán retirado, aparecieron ya en el proscenio, a la derecha, Rocinante y el rucio.

Rocinante.- ¡Está loco de remate, 
sigue soñando en inglés!

Rucio.- Un idioma que no sabe...

Y se saca la máscara del rucio, se encasqueta una de Bola de Nieve, y con una melodía 
del negrazo inmortal pone punto final a la escena:

 Con tanto inglé que tú sabía,
Don Quijoté,
con tanto inglé, tú no sabe ahora
desí yes.
La Altisidora te busca,
y tú le tiene que huí: tu inglé era de etrái guan,
de etrái guan y guan tu tri.
Don Quijoté, tú no sabe inglé.
tú no sabe inglé, tú no sabe inglé.
No te enamore ma nunca,
Don Quijoté,
si no sabe inglé, si no sabe inglé...


Altisidora baila al compás de la melodía ante el sueño de Don Quijote y la luz difumina su figura hasta volverla invisible dentro de ese sueño mientras cae lentamente el telón.








Comentario del autor del libreto 

El domingo 9 de enero recibí una llamada telefónica de David Graham, un compositor inglés que reside en Bonn. Resumo brevemente lo que me contó. Bajo los auspicios de la UNESCO, un grupo de países europeos apoya culturalmente a Cuba a través del Festival Musical de Camagüey, de ritmo bianual. El primero se celebró en 1998, el siguiente debe celebrarse el 15 de julio de este año. En la presente edición se tiene pensado llevar a cabo un homenaje a Don Quijote de la Mancha, escenificando para ello una ópera de dos horas divididas en seis escenas de unos veinte minutos cada una, y cada una de ellas basada en un episodio del libro de Cervantes. Seis compositores y otros tantos libretistas se han hecho cargo de las escenas. Y resulta que el libretista de Graham, un escritor e hispanista italiano, lo acababa de dejar literalmente en la estacada, en el último minuto. David Graham necesitaba un autor que hasta el 31 de enero le tuviese listo un libreto, y el narrador y musicólogo peruano Julio Mendívil, a quien se dirigió en Colonia en busca de ayuda, le dio mi nombre y mi teléfono. ¿Estaría yo interesado en el proyecto, tendría tiempo para escribir un libreto en tan acuciosas condiciones, querría hacerlo sin ni siquiera tener asegurada todavía la financiación de la empresa?

Confieso que mi reacción espontánea fue decir que sí, por dos motivos: porque soy un lector asiduo y apasionado de Don Quijote (casi no pasa un día sin que lea alguna página suya), y porque nunca había recibido el encargo de escribir el libreto de una ópera. Confieso además que instintivamente elegí ya, mientras conversaba con David Graham, cuál era el episodio quijotesco del que me gustaría ocuparme: el donoso escrutinio de los libros que llevan a cabo el cura y el barbero en el capítulo sexto. Pero ¡ay!, tanto ese episodio como los de la cueva de Montesinos, la noche de Maritornes, el abigarrado capítulo 58 de la segunda parte (las imágenes de los santos, la Arcadia y los toros) y la muerte del ingenioso hidalgo..., ya estaban adjudicados a los demás libretistas. El que me correspondía era la serenata de Altisidora. Aunque desde luego, y dadas las condiciones en que yo recibía el encargo, David Graham me dijo que lo podía sustituir por cualquier otro al que yo pensara sacarle mejor jugo.

Pero la historia de Altisidora, si bien no se contaba (digo bien: contaba) entre mis peripecias favoritas del libro, me ofrecía por lo menos una facilidad: en ella hay no una, sino dos serenatas, la de la joven doncella al caballero y la de Don Quijote a la joven, a más de un concierto de cencerros y gatos para concluir la segunda. O sea: bastantes elementos musicales y acústicos. Y estoy seguro de que el libretista italiano había elegido ese episodio basándose justamente en tales premisas. Lo que no me convencía era su presupuesto de que "la viola teje una red imposible entre [los protagonistas], su incapacidad para comunicarse queda enfatizada por el hecho de que Don Quijote canta en español y Altisidora en italiano". De inmediato rechacé semejante disparate: es más, de inmediato decidí que Altisidora debería cantar una serenata compuesta de fandangos, como suelen ser las rondas de la noche de San Juan en Alosno. Nada más natural que hacerlo así tratándose de una persona joven y enquistada en las costumbres populares. Y ese fandango, además, debería ser en la partitura de David Graham una transcripción belcantística del de Pérez de Guzmán, que es el que más exige al cantaor. Se luciría así la mezzosoprano, compensando con la voz la evidente diferencia de edad que de cierto habrá entre la suya propia y los catorce años y tres meses que confiesa tener Altisidora.

(Párrafo aparte acerca de la "incomunicación" : Es un concepto que he llegado a detestar, además de que me hastía y hasta casi me provoca arcadas, como el tan manoseado de la "identidad". Tengo la convicción de que ambos actúan tan sólo, 1°: como coartadas de la incapacidad de expresión de los presuntos artistas que los invocan; y 2°: como excusa para programar congresos y simposios sobre un tema inventado por los ociosos que viven de ese cuento. Y basta ya de inciso).

El libreto lo he terminado en menos de diez días y estoy contento con él. Es el primer trabajo que empiezo y concluyo estando ya jubilosamente prejubilado, y creo que el resultado vale la pena. Pero lo que más me vale la pena es el descubrimiento en profundidad del tema de Altisidora. Una ópera de veinte minutos es poco o nada en relación con el partido que se le puede sacar a este personaje que aparece por primera vez en el capítulo 44 (el de su serenata) y que le sigue rondando en la cabeza al ingenioso hidalgo en el 58, en un diálogo con Sancho Panza ya lejos del palacio de los duques. Aun cuando se trata de una figura secundaria, encuentro en Altisidora algo así como reminiscencias de la Desdémona seducida por los relatos de Otelo. Para empezar, y aunque Cervantes hable expresamente de las burlas y las bromas que las damas del palacio le gastan a Don Quijote, lo cierto es que Altisidora bien pudiera, sí, estar enamorada del caballero. Y si no enamorada, al menos encandilada por él. Es más: aprovecharía esas mismas bromas para podérselo "comunicar" sin que las demás se den cuenta, un comportamiento bien lógico en quien no quiere quedar en ridículo ante el grupo al que pertenece, pero al mismo tiempo tiene conciencia clara de sus sentimientos y no reniega de ellos.

Hay un momento muy concreto en el cuál Altisidora le dice cosas a Don Quijote que no parecen ser dichas en absoluto como broma, y es cuando le restaña las heridas que le han inferido los gatos (final del capítulo 46). Y hay otro momento también muy concreto, el de la despedida (capítulo 57), en el que bien parece que quisiera retenerlo con un señuelo sexual, cuando lo acusa de haberla robado tres pañuelos de cabeza* "y unas ligas (de unas piernas/que al mármol puro se igualan/en lisas) blancas y negras"**. En cuanto al caballero, está bastante claro que la "discreta y desenvuelta" joven le ha dejado una impresión duradera: en el capítulo 58 Don Quijote asegura que la declaración de sus deseos por Altisidora engendró en su pecho "antes confusión que lástima", y más luego, al quedarse enganchado en las redes arcádicas, teme que ello pueda ser "venganza de la rigurosidad que con Altisidora he tenido". La joven, sin embargo, por el alto designio de la locura que lo abrasa, quedará para él como un sueño imposible.

Basándome en estas ideas escribí el libreto, y es en base a ellas que debe leerse y, sobre todo, interpretarse sobre las tablas. Tanto la mezzosoprano como el barítono harían bien tomándolas en cuenta por lo que se refiere a sus actuaciones, así como también el director de escena y el musical en sus respectivos desempeños, y para ello nada más saludable y provechoso que repasar (una vez más, y siempre serán pocas) los correspondientes capítulos de Don Quijote.

Weiss/Colonia, 22.1.2000

* Según Martín de Riquer, los "tocadores" del original cervantino serían "gorros de dormir". Prefiero sin embargo la acepción del Diccionario de Autoridades: "el paño con que se rodea la cabeza, y cubre en forma de un gorro".

** El paréntesis no consta en el original cervantino, y Clemencín califica esta sucesión aparentemente incoherente 
o disparatada de adjetivos como una "bufonada, que deja patente en Altisidora la intención de burlarse". Pero el paréntesis intercalado por Martín de Riquer no sólo me parece acertado porque sí le da sentido y señuelo a la cuarteta, sino también porque no debemos olvidar que en materia de construcción gramatical a don Miguel se le iba muchas veces el santo al cielo: recordemos nada más el famoso ejemplo "pidió las llaves a la sobrina del aposento".


http://www.hwebra.com/hwebra_1/html/poesia_barda.htm