Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 27 de marzo de 2014

ANTONIO GARCÍA VELASCO [1.922]


ANTONIO GARCÍA VELASCO

Antonio García Velasco es natural de Fuente Piedra (Málaga). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo y Doctor en Filosofía y Letras (Sección de Filología Hispánica) por la Universidad de Málaga. Es Profesor Titular de Universidad, adscrito al Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte, e imparte clases en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga sobre Didáctica de la Lengua y la Literatura.

Entre sus obras de creación poética y narrativa, cabe citar: Fuego sordo (1975), Marchamar andalusí (1977), Se rompe hasta la vida cotidiana (1980), Des(h)echa la ciudad (1980), Ulises desangrado (1982), Demonolatrías (1985), Amor compiuter (1987), El libro olvidado (1988), Escritos dadaístas o la eficacia y operatividad del lenguaje C (1990), Un libro para el gozo (1994), Inter-nos (1994), Lejano siglo XX (1997 y 2014), Psilocibina (1998), Un príncipe encantador (Cuento para niños y niñas de hasta 99 años), que incluye un disco con programa de actividades y pasatiempos (1998), Altos vuelos (2000 y, en edición digital, 2014), Una carta de amor (2002), Infinito mar que es el vivir (2003), Las heridas de amor (2003), Hojas ustibles (2005), Amores y tiempos  (2014), Profesor de poesía (2015, 2ª edición, 2016), Memorias de mi Eterna llamarada (2016), Fábulas de reencarnación y más. Con otros poetas, Poesía en los barrios (2001), Alcazaba, muestra de poesía actual en Málaga (2005), Poesía a la vera del mar (2006), Grupo Málaga Poemas de Cine (2015 y 2016), La ciudad en la Cumbre (Torreparedones) (2015).



CARTA DESDE CANADÁ

Horas de vuelo, mares,
kilómetros de tierra nos separan.
Pero la voz nos une y yo te siento
como siento el latido del corazón amante.

Canadá tiene espacios de perdidas miradas
y fríos que resguardan de alardes callejeros.

Sus gentes son amables aunque buscan el dólar
como leña que cubra los inviernos.

Canadá tiene ritmos de espaciada cadencia
y siento que estás lejos y no vivas
estas amplias llanuras de nieves duraderas.

Sus pueblos son de un cuento que los sones
de una flauta malvada hubiese despoblado.
Pero percibes vida detrás de las ventanas
de sus casas pequeñas, sin rejas ni persianas.

Se adornan las fachadas con luces y colores
llamativos cual mujer que desea que la admiren
y se viste con toda elegancia.

Si estuvieras conmigo tendría la certeza
de estar viviendo un sueño.
Sin ti, percibo el frío de éstos días helados
y los cielos azules que nos deja
un sol desconocido en primavera
cuyos rayos apenas si nos rozan
su mano apaciguada en tímidas caricias.

Canadá tiene noches de estrellas que tiritan
en un cielo lejano.

Canadá tiene lagos y ríos que se hielan
para espejo de lunas o reinas celestiales.

Canadá está sembrada de bosques centenarios
donde crecen los arces de azúcar y sirope.

Canadá se levanta en palacios inmensos
que escondieron sus reyes en un salón sin trono.

Canadá es mundo nuevo que descubre
ésta nueva mirada
que agiganta mis ojos.
Pero tu lejanía
deshabita mi paso y mi horizonte.
Ya pronto volveré.



TAMAÑOS

Importan los tamaños del vacío.
No es lo mismo un billete
pequeño y arrugado
que un billete de cien recién salido
del banco o del cajero de la esquina.

Tampoco importan mucho
los tamaños de muchas injusticias.
Sobre todo si ocurren
en casa del vecino, los que viven
allende de los mares,
más allá del desierto
con una guerra a cuestas, si es posible.



Reinventar el mundo

Que me pongan las calles este día:
asfaltadas de nuevo, con árboles frutales,
sin cubos de basura, con terrazas abiertas
y gentes que pasean y saludan,
se paran y conversan, preguntan por los hijos,
preguntan por la ropa que has comprado,
por un verso cualquiera,
por una pincelada que brilla en aquel cuadro.

Que me pongan las calles este día:
con flores y jardines,
sin agobios, sin prisas.
Las gentes en recreo, sonriendo,
sin colas en los puestos de fruta o de pescado.

Si pasa un autobús, todo el mundo saluda,
dice adiós con la mano y recita un poema,
reparte caramelos o se acerca al frescor
del árbol más cercano
y espanta a la serpiente.

Todo así, caprichoso,
pintado a mi manera, como un lienzo naif
que reinventara el mundo.
                  





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