Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 15 de abril de 2014

1937.- ANTONIO PORRAS MÁRQUEZ


ANTONIO PORRAS MÁRQUEZ

ANTONIO PORRAS MÁRQUEZ (Pozoblanco, Córdoba 1886-1970), abogado, diplomático y hombre de letras, se doctoró en derecho con una tesis titulada Prácticas de Derecho y de Economía Popular observadas en la villa de Añora, que resultó premiada con accésit por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en el año 1914. Sus primeras obras literarias son dos libros de poemas, País de ensueño (1911) y El libro sin título (1912), consecuencia ambos de su toma de contacto y amistad con los protagonistas del rico mundo cultural madrileño del primer tercio del siglo XX. Colaboró en la Revista de occidente y en los diarios El Sol y El heraldo de Madrid. Tras obtener el premio "Juana y Rosa Quintana" con unas pequeñas narraciones infantiles recogidas en su libro Curra (1922), consiguió el premio Fastenrath correspondiente al quinquenio 1922-1927 con su novela El centro de las almas (1924). Su preocupación social motivó su nombramiento como representante de España en la Sociedad de Naciones, en la IV Conferencia Internacional del Trabajo de Ginebra. De ideas republicanas, tras la guerra civil se exilió a Francia, donde participó muy activamente en el círculo cultural, artístico e intelectual de los refugiados españoles. Afectado por una grave enfermedad, sólo pudo regresar a su localidad natal cinco meses antes de morir. Otras obras del autor son el libro de relatos El misterioso asesino de Potestad (1923) y las novelas Santa mujer nueva (1925) y Lourdes y el aduanero (1928), así como una biografía de Quevedo titulada Quevedo. Hombre noble (1930), un estudio analítico del don Juan de Tirso de Molina bajo el título El burlador de Sevilla (Invención de la vera vida) (1937) y una compilación de textos de Donoso Cortés titulada Ideario de Donoso Cortés (1934).







MAÑANAS DE LA SIERRA

Surge el crestón, verde oscuro,
de la montaña, en la niebla:
como una esmeralda ingente
que de un ópalo surgiera.

La niebla se prende en gotas,
a las plumas del jilguero,
que se espulga, los diamantes,
sobre el espino-majuelo.

Caprichos de joyería
pone, en las plantas, la niebla...,
El caminante va hundido
en un oriente de perla.

Es, desde el crestón, el valle,
un lago de ajenjo fino;
es el valle, desde el alto,
un ópalo desleído.

(De Libro sin título, 1912)










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