Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 25 de abril de 2014

1.962.- ÁNGEL RUIZ DE OBREGÓN






ÁNGEL RUIZ DE OBREGÓN Y RETORTILLO

Poeta e historiador de Granada. Siglos XIX - XX




CANTARES 

CON UN PROLOGO de D. MANUEL DE SANDOVAL

GRANADA IMP. y LIB. 
DE LÓPEZ GUEVARA



PRÓLOGO 

Á pesar de la íntima amistad que al señor Obregon me une, no hubiera aceptado el honroso encargo de escribir estas líneas, á no estar convencido, como lo estoy, de que el libro que va á dar á la imprenta es de aquellos que pueden ser presentados al público sin necesidad de alabanzas que los ensalcen ni de prólogos que los autoricen. Si así no fuera ¿qué garantía podría ofrecer al lector mi nombre desconocido, ni cómo podría apadrinar y proteger las obras ajenas quien, como yo, ha menester de alguien que ampare y patrocine las propias? Me decido, pues, á escribir estos renglones—que bien pudieran excusarse—por complacer al señor Obregón, á quien no puedo negar cosa de tan poca importancia, aprovechando gustoso la ocasión que se me presenta de unir mi nombre á una obra notable, que si logra la suerte que merece y yo la deseo, ha de ser elogiada por cuantos la lean. 

Cumpliré mi cometido lo mejor que pueda, limitándome á exponer lisa y llanamente mi juicio acerca de los cantares coleccionados en este tomo, no como crítico, sino como aficionado, sin pretender que mi opinión sea tenida por infalible, sino por sincera. Mi modesta misión se reducirá á hacer lo que hace el humilde espectador que inicia con una palmada la ovación que los demás refuerzan y prolongan con sus aplausos

El eminente escritor Don Emilio Ferrari, escribió en el prólogo de una de sus obras, estas ó parecidas palabras: 

«¿Quién lo duda? El poeta que tenga la frente en los cielos, los pies en la tierra y las manos en las manos de todos, ese será el más grande.»—

De estas, á modo de|condiciones ó excelencias, que el ilustre autor del Pedro Abelardo señala, puede afirmarse que es la última la más difícil de hallar en los poetas modernos. La infinita diversidad de ideas, de sentimientos y de as-piraciones, que se advierte en la época presente y que á falta de otro rasgo más universal y genuino, caracteriza á la poesía contemporánea, hace que, como decía Heine, vivamos intelectualmente solitarios y que donde quiera nos encontremos extraños unos á otros, y como transplantados á tierra extranjera. De ningún poeta del presente siglo, por grande que sea, podría decirse con justicia lo que del Dante dijo Tassara: «Ya resuena en su voz y en su alma late la voz y el alma de la Europa entera.» Sólo en momentos extraordinarios y solemnes puede el alma del poeta identificarse con el alma misma de la patria y como el molde da forma al metal fundido, modelar el general sentimiento que en todos los corazones se agita. Quintana en España y Beranger en Francia realizaron este prodigio; pero, dejando aparte estas y otras contadas excepciones, puede afirmarse rotundamente que en nuestros días no existe poesía verdaderamente popular, y que serán inútiles é infructuosas cuantas tentativas se hagan para producirla. Y lo mismo pudiera decirse si, dando á las palabras poesía popular una significación más restringida, queremos designar con ellas aquel género de composiciones que expresan no las ideas, aspiraciones y sentimientos de todo un pueblo, sino del pueblo; pues cuando no son producidas por la masa anónima, sino que es un poeta quien las escribe, no lo hace movido por un impulso espontaneo y casi inconsciente de su sentimiento, sino por un esfuerzo deliberado de su voluntad, y mediante una labor reflexiva de su inteligencia; de  lo cual resulta que las formas que en su origen fueron las más populares y sencillas han venido á ser las más rebuscadas y artificiosas. Digo esto, para probar que la tarea que el señor Obregón se había impuesto era más difícil y penosa de lo que parece á primera vista. El pueblo produce á miles los cantares, sin esfuerzo ni artificio, como la tierra las flores. Ningún jardinero, por hábil que sea, intenta imitar la exuberante y salvaje florescencia de la primavera; aspira únicamente á que las flores cultivadas con esmero en el tiesto y preservadas de los hielos en la estufa, arraiguen, al ser trasplantadas á la tierra, para que parezcan allí como nacidas y todos se recreen admirando sus colores y gocen y se deleiten con sus perfumes, de modo tal, que sólo el inteligente conozca el trabajo que costó lograrlas y aprecie el mérito de su cultivador. Seguro estoy de que muchos de los cantares delpresente libro serán pronto populares, y acrecentarán la cuantiosa é inapreciable riqueza que España posee en este género de poesía; única riqueza que no es patrimonio de los escogidos sino que por todas partes se difunde y se extiende; único tesoro de que disfrutan aquellos que están privados de todos los bienes de la tierra y que con su trabajo por única esperanza y el sol por única alegría, divierten su fatiga ó consuelan sus penas, entonando una copla, ya al compás de la guitarra en la alegre ronda, ya al son de los martillos en la inmensa fábrica; ya en la tierra que riegan con su sudor, ya en el campo de batalla que riegan con su sangre.  

Aquí debía terminar mi trabajo, pero no he de hacerlo sin reiterar al autor de este libro mi felicitación más sincera, sintiendo que la amistad que nos une me impida alabar su obra todo lo que merece, aunque estoy seguro de que nadie, después de leerla, me tacharía de parcial ni de exagerado.Y para acabar, voy á referir un cuento, antes de que ninguno lo recuerde, pues viene aquí como anillo al dedo.   

Cuéntase que en cierta ocasión se anunciaba un baile en una casa de esta corte, y que cierto joven, deseoso de asistir á él, buscaba inútilmente quien le presentase. Ya desesperaba de conseguir su deseo, cuando uno de sus amigos le dijo: «—No te apures, que yo te presento.» Llegó la noche de la fiesta, y los dos camaradas, muy peripuestos y acicalados, se encaminaron á la casa donde el baile iba á celebrarse. Entraron en ella y el amigo, dirigiéndose al dueño, á quien jamás había visto, presentó á nuestro joven con la fórmula usual en tales casos. El dueño, sorprendido de su atrevimiento, volvióse hacia el presentador, miróle de arriba abajo y díjole entre colérico y risueño:—¡Y á V! ¿quién le presenta?—A mí nadie—contestó el intruso —porque yo me marcho inmediatamente. Y aquí acaban el cuento y el prólogo, porque yo también me retiro modestamente, cediendo el puesto y la palabra al señor Obregón, cuyos cantares harán que el lector olvide y perdone el enfado que este prólogo le habrá producido. 

MANUEL DE SANDOVAL





CANTARES 

Vi el cielo y no tuve idea
De lo que es el infinito,
Pero la tengo bien clara
Hoy que tus ojos he visto.


Queriendo que en este mundo
Se adivinasen los cielos,
Te dio el Señor esa boca
Y después inventó el beso.

El día que á mi me entierren
No vayas al cementerio,
Mira que si vas te cojo
Y á mi verita te entierro.


Estrellita vespertina
Que brillas como un diamante,
Si ves á mi niña dile
Que en la ausencia soy constante.


Mis ojos para tus ojos,
Mis labios para tus labios,
Y para todo tu cuerpo
Morenita mis abrazos.


La esperanza me mantiene
Oí cantar á un amante,
Y yo con mis esperanzas
Me estoy muriendo de hambre


Yo no sabía que hubiera
Más sol que el que alumbra el cielo,
Pero ayer le vi eclipsado
Por dos ojitos muy negros.


Aseguran muy serios
Varios doctores
Que curar es muy fácil
El mal de amores;
Y yo les digo
Que el mío sólo pueden
Curar contigo.



No hay luz como la del sol.
Tierra como Andalucía,
Ni flor igual que la rosa,
Ni mujer que á mi María
Se parezca por lo hermosa


No hay dicha como tu amor,
Placer como tu presencia,
Ni hay un tormento mayor
Que el de vivir en tu ausencia


Tu sombra y mi corazón
Sufren la misma desgracia,
Siempre están cerca de tí
Y nunca, nunca te alcanzan.


Amor y celos un día
Se encontraron casualmente,
Y al unirse destruyeron
Mi ventura para siempre.


A todas horas te miro
Y te miro de tal modo,
Que ya te tengo encerrada
En la cárcel de mis ojos



Todo pasa, todo pasa,
—Decía silbando el viento,—
Y contestó una montaña
Tú pasas, pero yo quedo.



Azul nos parece el cielo
Y carece de color,
¿Qué ha de ser el pobre mundo
Si el cielo es una ilusión?




El que sintiendo en el pecho
Ansia infinita de amar,
Se encuentra sólo en el mundo.
¡Dios mío, que triste está!




Te quiero de tal manera
Que el porvenir no concibo.
Sin ver en él para siempre
Nuestros dos nombres unidos



Suspirito á suspirito
Nacieron los huracanes,
Lagrimita á lagrimita
Se han ido haciendo los mares.



Hace tiempo el claro día
Casó con la noche obscura,
Y al besarse enamorados
Nació la pálida luna.




En un árbol seco
Esculpí tu nombre,
Y dos días después vi que estaba
Cuajado de flores.




Cuando miro tus labios
Tiemblan los míos,
Como tiemblan las aves
Al ver su nido



Es la ilusión espejo
Donde con ansia
Se miran los deseos
Y la esperanza.
¡Fatal reclamo
Que nos lleva á las redes
Del desengaño!



A la puerta de la iglesia
Me la encontré el otro día,
Y creí que en procesión
La Madre de Dios salía.



Encima de su sepulcro
Cantaban los ruiseñores 
Y su cántico decía:
Sin la mejor de sus flores
Se quedó la tierra mía.



Sobre tus negras pestañas
Quisiera mecer mis labios.
Lo mismo que en una hamaca.



Si querer fuera poder
Como asegura un refrán,
Tanto quiero que me quieras
Que me ibas á idolatrar.



Estrellas hay en el cielo,
Y flores en los Jardines,
Y tristezas en el alma
Del que enamorado vive.




Como la niebla y el humo
Nuestra razón sube al cielo,
Y al llegar se desvanece
Queriendo abarcarle entero.




Niña que se viste mucho,
A mi siempre me parece
Casa con mucha fachada
Que enamora al que no entiende.



Cuando á la ventana sales
Nadie repara en tus flores;
Siempre eclipsa á las estrellas
El sol con sus resplandores.



El día que tú me quieras
Le voy á gritar al rey:
Apártese usté ¡pobrete!
Que valgo yo más que usté.




Acerca el oído,
Que quiero decirte
Un secreto, preciosa gitana,
Y nadie ha de oirle



Las flores del valle
Te tienen envidia,
Porque las abejas dejan sus corolas
Y en tus labios liban.



¡Con qué placer á besos
Te borraría
Ese lunar que tienes
En la mejilla!




Dicen que quien canta ahuyenta
Las penillas de su alma;
Yo que estoy cantando siempre
Nunca consigo ahuyentarlas.




Por más que paso la vida
Mirando sus negros ojos,
No he podido descubrir
Lo que guardan en el fondo.




El padre cura me ha dicho
Que cuando de amor hablamos,
Está escondido el demonio
Entre tus pérfidos labios.




A la orillita del mar
Me fui á llorar mis penas,
Y se pararon las olas
Y rodaron las arenas.




¿Para qué compras espejos
Si tienes en mis pupilas
Retratada tu persona
Mejor que en fotografía?





Jardín que no tiene flores.
Noche que no tiene luna.
Niña que no tiene amores,
Son tres cosas y ninguna



Barco que vas por el río
Y no paras hasta el mar,
Si aquí te falta sosiego
En sus olas ¿lo hallarás?



Una guitarra es mi pecho
Que tocas con tus miradas,
Y que suena alegre ó triste
Según tú quieres, serrana.





Por un beso de tu boca
Diera con gusto la vida,
Por un beso de esa boca
De coral y perlas finas.




En un beso ardiente
Le di mi ser todo
Mas viviendo seguí porque el suyo
Ella me dió en otro



Aquella sonrisa
Tan inesperada
Todavía me tiene temblando
De amor y esperanza.




Una florecilla
Ya arrugada y seca
Es el gran amuleto que cura
Todas mis tristezas.



Tú podrás no quererme
Niña preciosa,
Mas yo toda la vida
Seré tu sombra.




Ya sé que- voy á morirme
Y el morir no me da pena;
Tan sólo siento dejarte
En esta picara tierra




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