Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 7 de julio de 2014

FERNANDO DE LA TORRE FARFÁN [2.032]



























Fernando de la Torre Farfán 

(Sevilla, 1609 - 1677) fue un sacerdote, cronista, poeta, escritor y traductor español. Sus obras más conocidas son Fiestas de la S. Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla. Al nuevo culto del señor Rey S. Fernando el tercero de Castilla y León... en la que se describen las fiestas celebradas en Sevilla en 1671, con motivo de la canonización de San Fernando y Fiesta que celebró la Iglesia Parroquial de Santa María la Blanca, capilla de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla en obsequio del nuevo breve concedido por Nuestro Santísimo Padre Alejandro VII, en favor del purísimo misterio de la Concepción, fechada en 1666. Otra de sus facetas fue la de animador y organizador de certámenes literarios y poéticos, se conserva un curioso documento de su puño y letra, en el que se describe el reglamento de una justa poética en la cual el jurado concedería un premio a aquel autor que presentara el mejor poema.

Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla. Al nuevo culto del señor Rey S. Fernando

Este libro fue un encargo del cabildo de la catedral de Sevilla a Fernando de la Torre Farfán, con motivo de las celebraciones y construcciones efímeras que se realizaron en la ciudad al ser conocida la noticia de la canonización del rey Fernando III de Castilla. La importancia de la obra no solo proviene del texto, pues destaca la gran calidad de la impresión y los 21 grabados que contiene, realizados al aguafuerte por Matías de Arteaga y Juan de Valdés Leal con la ayuda de Francisco de Arteaga, hermano del primero, y de dos de los hijos del segundo, Lucas Valdés y Luisa de Morales, entre ellos un retrato de Carlos II, sobre un dibujo de Francisco de Herrera el Mozo y la imagen del rey San Fernando, sobre dibujo de Murillo, junto con vistas topográficas de la catedral de Sevilla, del túmulo funerario alzado con ocasión de las solemnes fiestas y de los emblemas que lo adornaban.



POESÍAS 



DE D. FERNANDO DE LA TORRE FARFÁN 



DON Fernando de la Torre Farfán nació de nobles y virtuosos padres. Fué, desde su juventud, inclinado a la poesía, y en el estudio de la lengua latina se detuvo más tiempo del que necesitara, por la afición que le tomó a los poetas latinos. 

Su padre lo destinó para el estado eclesiástico, aplicándole algunas capellanías, a que era llamado por sus fundadores, por su parentesco, en las parroquias de Santa Cruz y San Esteban. Pasó después a oir las Artes en las escuelas de la Compañía de Jesús, en el colegio de San Hermenegildo, de esta ciudad de Sevilla, y después, en su Universidad, la Jurisprudencia y cuando habían concebido de su ingenio y habilidad grandes esperanzas, fueron tantos y tan repetidos los achaques y enfermedades que sobrevinieron, que le fué preciso dejar el curso de las escuelas, detenido algunos años sólo en la atención de curarlas. Las instancias del jurado D. Jerónimo de la Torre, su padre, le obligaron a que ascendiese a las órdenes sacras, y, por obedecerle, se ordenó de Evangelio, resistiéndose para pasar a ordenarse de sacerdote, teniéndose por indigno de usar tan sagrado ministerio. 

Muertos sus padres, estuvo mucho tiempo en la villa de Cazalla de la Sierra, donde tenía una hacienda de viñas, que heredó, y que, con decencia y fausto, le sustentaba, que dio a una hermana suya en dote al tiempo que tomó estado de 
casada, y se volvió a Sevilla, en donde fué siempre celebrado de sus amigos, cortejado y aplaudido por sus buenas letras y favorecido de los caballeros y títulos de esta ciudad, consultándole todos los que se preciaban de tener buen gusto, así en las dificultades que se les ofrecían, como en sus dictámenes, cuando querían publicar alguna obra de ingenio o poesía. 

El numen poético que tuvo siempre, y el uso de escribir, le facilitaron tanto en hacer versos, que con grandísima prontitud y facilidad los escribía y así fué muy grande la cantidad de poemas que hizo a diferentes asuntos, teniéndolos en tan poca estima, que el escritorio donde guardaba estos papeles era una grande canasta. Algunas veces le persuadían los amigos que tomarían el trabajo de examinarlos en su presencia, porque no quedaran defraudadas las buenas letras de las preciosidades de las suyas, y nunca se pudo conseguir con él se dedicase a este trabajo. No fué su genio cómico, aunque escribió algunas comedias y autos sacramentales, y estaban en el archivo de la canasta principiadas algunas; de ellas imprimió una, cuyo título era Las tres noches de la Quinta; no debían estar los comediantes de buen humor el día que se estrenó la comedia, por lo que no tuviera lucimiento, y se vió obligado a darla a la imprenta para que se enmendase el yerro de los farsantes. 

Los primeros años de su juventud se dedicó a celebraren los versos los sujetos a que inclina esta edad, y después redujo su musa a escritos más graves y serios, y, cuando las canas indicaban más años, a los sacros, por cuya razón fomentaba las justas poéticas que se celebraban en Sevilla, especialmente las de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora, de quien fué muy devoto. 

Vencióse, ya de mucha edad, a ordenarse de sacerdote, y dijo la primera misa en la ermita de San Hermenegildo, junto a la Puerta de Córdoba. 

Por muerte de D. Fernando de la Torre, a los sesenta y nueve años de edad, el año de 1677, todos los papeles entraron en poder de D. Justino de Nevé, a quien dejó por heredero, y este los guardó hasta el año de 1685, que murió, y sus albaceas los desperdiciaron de forma que casi ningunos se pudieron lograr. 




LOS LIBROS QUE IMPRIMIÓ 

Templo Panegírico al Certamen Poético que celebró la Cofradía del Santísimo Sacramento, sita en el Sagrario de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla, y se imprimió en Sevilla por Juan Gómez de Blas. Año de 1663. 

Fiestas que celebró la Iglesia parroquial de Santa María la Blanca, de Sevilla, al Misterio de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, y se imprimió en Sevilla por Juan Gómez de Blas. Año de 1666. 

Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla a el culto concedido al Santo Rey San Fernando tercero de Castilla y León, año de 1671, y se imprimió en dicha ciudad. 

MANUSCRITOS 

Empezó a escribir, con título de Laurel de Apolo, un libro para introducir el Certamen Poético a el Misterio de la Purísima Concepción que se celebró en el Alcázar de esta ciudad el año de 1653. 

Escribía una relación o descripción de la Custodia de la Santa Iglesia Metropolitana de esta ciudad, cuya obra tan insigne escribía dicho D. Fernando con elegante prosa y erudición, el cual no pudo acabar con su muerte) y estos papeles recogió el canónigo D. Juan de Loaysa, siendo mayordomo de Fábrica de la Santa Iglesia, quien los quiere poner en la librería de ella. 

Muchos versos en diferentes metros, como se ha dicho en este prólogo. 

Todo lo que se ha referido aquí de D. Fernando de ia Torre Farfán es de las noticias que adquirí del mismo, que fué mi amigo muchos años, hasta que murió, a quien traté con estrechez de amistad, viviendo juntos en una casa. 

D* Diego Ignacio de Góngora. 



A EL Santísimo Sacramento DE LA EUCARISTÍA 



Lloró el cielo, sin ansias, cuando el día 
el luto de la noche desechaba; 
pues sin pena ni lástima lloraba, 
o bien era terneza o alegría. 

Las estrellas vertieron a porfía, 
en vez de luz, desde su esfera octava, 
un manjar peregrino que bajaba, 
y juzgaba la tierra que llovía. 

— ¿Qué es esto? — dijo el hombre al ver cuajado 
el ámbito del aire de opulencias, 
convirtiendo en banquete un elemento. 

¡El cielo en maravillas desatado! 
¡La tierra llena de magnificencias! 
Esto tiene, a mi ver, gran sacramento. 




AL PROPIO ASUNTO 


Mira, Santa Deidad, mira la vida 
en lisonja de todos disfrazada. 
Mira la majestad disimulada 
en la capacidad de una comida. 

Desde un cáliz con pan se te convida^
grande cosa parece para dada
sólo pide que lleves adornada 
eí alma de la ropa más lucida. 

Galán has de ir si quieres que, ceñuda, 
no te mire la faz, que, siempre leda, 
a la sinceridad se ofrece toda. 

Si tu duda te arguye, di a tu duda 
que es la fiesta nupcial, y que se queda 
para necio quien no llega de boda. 

En la festividad de la Asunción 
de la Santísima María, Señora Nuestra, 
infiriendo desta Prerrogativa de subir en 
cuerpo y alma al Cielo el privilegio 
de su Purísima Concepción. 






SOBRE ESTE LUGAR 

Quoe cist ista quae ascendit per defectum sicut 
Virgula fumi, et aromatibus minee ct Sturis. 

(Cant, Cap. 3.) 



Quién es ésta — cantó la sabia lira — 
que del campo se eleva en forma rara, 
como de humo glorioso poca vara, 
como de ámbar sagrado leve pira? 

La fragancia modesta que suspira, 
ya en incienso, ya en mirra se prepara, 
como diáfano ser, que el sol compara (1) 
aun al peso más breve se retira. 

¡Oh, María! ¡Oh, tú, vara verdadera, 
toda opuesta al peligro, vencedora, 
nube absuelta al color en ámbar pura, (2) 

si conspiras al sol siempre ligera, 
si el perfume inmortal siempre te dora, 
¿cuándo grave, ¡oh, señora!, cuándo obscura? 

(1) Electa ut sol. illa enim nullo humano penderé granata fuit. Hycron. sup. Ba!. 3.
(2) Fersllas nubem posumus inteligere.— S. Maeriam it D. Hycron. Notas del MS. 



TRADUCCIÓN DE ESTOS VERSOS 

Sunt pulcra' sylud. Sunt pulcra et Cittora, pulcrum 
est pratum, in vividi gramina pulcra solo. 
Sunt pulcra gemme, sunt astra et sidera pulcra, 
sunt pulcr i flores, est quoque pulcra dies. 
c Pulcrior es Silvis, Pia Virgo, littore prato, 
Gramine, gemma, astris, sidere, solé, die. 

Son hermosas las selvas, son hermosas 
las riberas, hermoso el prado amenoj 
hermosas son las yerbas, que el terreno 
clora pensil en playas amorosas. 

Los astros, las estrellas luminosas 
hermosos sonj el día, pues, sereno 
es hermoso} el diamante, de luz lleno, 
hermoso es, y hermosas son las rosas. 

Más hermosa que el prado, la ribera, 
la selva, el astro, el sol, la piedra, el día, 
la estrella, y grama sois, Virgen piadosa^ 

si a lo hermoso aumentáis la luz primera, 
si lo hermoso al miraros desconfía, 
¡que cosa a vuestro lado será hermosa! 





A LAS LLAGAS DE CRISTO SEÑOR NUESTRO 

Son rubíes o claveles 
aquellos cinco matices, 
que por lo rico y lo hermoso 
claveles son y rubíes. 

¡Qué resplandor soberano 
las cinco heridas repiten, 
a las almas como luces, 
a los ojos como abriles! 

Cuanto era ofensa, es halago, 
y en rasgos inaccesibles 
arden las señales rojas, 
que eran llagas y son timbres. 

Toda la salud del orbe 
bermejea en los felices 
golpes, que saben a vidas, 
lazos que obligan a libres. 

Sangre vierten, cuyo precio 
no es menos incomprensible 
que almas que la merced salva 
la Divinidad redime. 

En resplandores se anegan 
que a los ojos le resisten 
(si no el ansia del afecto) 
de la vista lo posible. 

Llora la envidia en sus rosas, 
y el amor por ellas ríe, 
de que, siendo llagas, sanen 
males que eran imposibles. 




ESTRIBILLO 

¡Ay, qué heridas, qué llagas, qué ofensas tan sublimes, 
que sanan mis males, 
que alegran mis pesares 
y que, siendo cautivo, me hacen libre! 







A Cristo, Nuestro Señor, PUESTO EN LA CRUZ 

En cruz y por mi delito, 
Señor, cuando sois el Juez? 
O es persuadirme de amante, 
o es descendiros de Rey. 

Sangre brotáis de los brazos, 
fuente, sin duda, os hacéis 
o es porque lave mi culpa, 
o es por templar vuestra sed. 

Rojo tenéis el semblante, 
sangre os enciende la tez 
o es con motivo de antorcha, 
o es por campar de clavel. 

Puntas os clavan las sienes, 
hombre, no Dios parecéis 
o es porque os mire con miedo, 
o es porque os hable sin él. 

Suelta tenéis la madeja 
que adorno del alba fué 
o es que se apresta de lazo, 
o es que presume de red. 

Leño sagrado os sustenta, 
donde tormenta corréis; 
o es que seréis mi piloto, 
o es que será mi bajel. 




ESTRIBILLO 

(Oh, que bien, oh, qué bien, 
que en las olas del mundo, 
aun cuando más profundo, 
piloto divino, me socorréis, 
a la vela, a la gavia, al trinquete, al bauprés, 

cuando corre tormenta la nave,
en la fe de tal puerto me ampara la Fe! 






A LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA, SEÑORA NUESTRA 

Hermosa nube, que al cielo 
del mar de lágrimas subes, 
a volver el llanto en perlas, 
que es condición de la nube. 

Sube, para nuestro gozo, 
a esas esferas azules, 
porque deban nuestras sombras 
su claridad a sus luces. 

¡Oh, cuánto saluda a el aire 
ese sagrado perfume, 
que en trono de ángeles campa 
al hombro de sus virtudes! 

Nuevo cielo haces el cielo, 
producido de querubes, 
que, de tanto amor, exhalan 
nueva peregrina lumbre. 

¡Qué sola dejas la tierra! 
Pero ¿quién habrá que dude 
que el sol desde toda parte 
su amable calor induce? 

Allá vas a ser antorcha 
de más encendido numen, 
en cuyas claras bellezas 
tantas tinieblas se alumbren. 



ESTRIBILLO 

Sube, sube, sube, 
inmaculada nube, 
como aroma, como perfume. 





A LA FESTIVIDAD DEL GLORIOSO SAN JUAN BAUTISTA 

Madrugaba en el desierto 
un peregrino pastor, 
infante honor del pellico, 
injuria hermosa del sol. 

Almas guarda por corderos, 
y, al imperio de su voz, 
sustituye la obediencia 
el oficio del amor. 

Lucero madruga al valle, 
cuyo bello resplandor 
al tierno llanto del alba 
le anuncia nuevo vellón. 

Suena en la montaña el eco 
del acento volador, 
huye carnicero el lobo, 
sangriento teme el león. 

Luces anticipa el día, 
y del carbunclo mayor 
que doró de horror los montes, 
la duda hermosa aclaró. 

Su venida adora el valle, 
y allí la planta menor  
hechos labios los claveles, 
dulcemente le cantó. 


ESTRIBILLO 

Habla y luce rumor soberano, 
pastorcillo madrugador, 
con ardiente afecto, con perfecta voz, 
que, entre ovejas y corderos bellos, 
hablando y sintiendo te llevas la flor. 






A las Gloriosas Vírgenes y Mártires SANTAS JUSTA Y RUFINA 
PATRONAS DE SEVILLA 

¿Quien son aquellas dos luces 
que ilustremente conformes, 
hacen atalaya sacra 
la alteza de aquella torre? 

Dos serafines parecen 
de encendidos corazones, 
que, en nombre del Sol, le intiman 
guerra al ceño de la noche. 

¡Una, que justa se ofrece! 
¡Otra, que fina se pone 
a las lluvias del cuchillo, 
a los aires del azote! 

En vasos frágiles labran 
los alientos vividores, 
de las razones del mármol, 
de las verdades del bronce. 

Las armas veneran rojas, 
los filos estiman flores, 
que en su aprecio es cortesano 
lo grosero de sus cortes. 


ESTRIBILLO 

¡Ay Dios, que los rigores 
de Justa en los afectos, 
de Rufina en los castos amores! 
¿Que, qué, qué? 
Son en la tierra estrellas, 
son en el cielo flores. 

Llore la envidia, llore, llore, 
y ría, ría, ría la alegría, 
que al afecto que explica este día 
es el triunfo de los ardores. 






CANCIÓN 

Al afecto de nuestro Gran Monarca Felipe. A la firmísima opinión de la Concepción Purísima de la Virgen María, Nuestra Señora, expresando en un decreto novísimo, que está en el Armamentario Seráfico, donde Su Majestad (Dios le guarde) ofrece de ir en persona, si fuese necesario, a pedir a Su Santidad dé por de Fe este Sacratísimo Misterio. Haciendo especial reparo en la oferta que hace Su Majestad de ir por sí mismo. 

El sacro intento que aplaudir deseo 
de otro numen me inspire, soberano, 
que en coturno mayor desvanecido, 
el zelo intime del Monarca Hispano, 
desde el blanco Alemán, a el Indo feo, 
que a el indulto sagrado construido, 
de la que a el no dormido 
áspid villano, de inmortal codicia, 
desarmó la malicia 
la siempre clara inmunidad defiende. 
¡Oh Sol, a quien defiende 
vinculado este afecto en mayorazgo, 
luz a luz, zelo a zelo, rasgo a rasgo! 
Ofreció tu piedad, que se corona 
aun más que con la venda de oro y grana, 
zodiaco de luces superiores 
desta causa, mil veces soberana, 
ilustrar tanta acción con su persona^ 
y a el que ciñe la sien de tres honores, 
purpúreo en los fervores 
aun más que en lo flamante del vestido, 
el punto esclarecido 
intimable y al Arca que te inspira, 
si ya no con la lira, 
con el salto inducido del contento, 
mejorarle la casa y el asiento. 

Oh joven, tú, de aquel blasón ceñido 
que ya en Coicos trofeo fue dorado, 
de más sagrada piel el hombre viste, 
cuyo vellón de nubes no tocado, 
libre salió del campo humedecido, 
donde común la antigua sombra asiste
en tu afecto consiste 
esta preservación de aquel tesoro 
que azotado Heliodoro 
escarmentó usurpar al templo santo; 
moje en su mismo llanto 
los escarmientos hoy, para que note 
que los enjuga a el aire del azote. 

Que esos puros espíritus, que en cuanto 
gira la edad, en la memoria eterna, 
a coros inefables reducidos 
en números de luz, cualquiera alterna 
la Suprema Deidad, tres veces santo, 
si sin rayos del Sol, nunca ofendidos, 
¿cómo adoran rendidos 
a quien cede en candor su Hierarquía? 
¿Cómo a la noche fría 
tantas escuadras de volantes Mayos 
rinden tibios los rayos? 
¿Ni cómo al blanco pie bajan los cuellos 
de quien es en pureza menos que ellos? 

¡Oh sacra sed! ¡oh sienta la malicia 
que penden de la torre mil defensas! 
fábrica bella de pastor canoro, 
que la diestra bañó en justas ofensas, 
goce por aranceles de justicia 
lo que es hoy de piedad no más tesoroj 
muestre la vara de oro 
que a la Esther singular, más soberana, 
roja de nieve y grana, 
cuantas hace la ley blancas espinas, 
tantas ya matutinas 
hojas ha de besar pompa lustrosa 
de los candidos triunfos de la rosa. 

Tiñe, como la frente, el santo celo
dora, como la mano, la alta hazaña, 
con diadema de luz, con cetro de oro, 
de tu mismo esplendor, oh Sol de España, 
cuanta máxima luz, en nombre y cielo, 
el vestido serás, serás decoro 
de la mujer que adoro, 
en cuyo albor examinó la vista 
el ave coronista: 
bese el Tíber tu planta generosa, 
y a su playa arenosa 
este triunfo la dé mayor asunto 
que le dio el de Numancia, el de Sagunto. 






AL BEATO PEDRO DE ARBUES 



Llamado el Maestro Epila, Primero Inquisidor del Reino de Aragón, a quien la Impía crueldad de unos judíos martirizaron una noche dentro de la Iglesia estando haciendo oración una noche, antes de entrar en el coro a maitines, a los cuales iba el Glorioso Maestro como canónigo de su Iglesia. 


¿Quién es aquel de la Iglesia 
católico Sol, tan claro, 
que para alumbrar verdades 
heridas arde por rayos? 

Armas cobardes pretenden 
por corregirles lo ingrato, 
abriéndole nuevas bocas, 
cerrar sus severos labios. 

La sangre inocente clama 
contra el sacrilego agravio, 
previrtiendo en delincuente 
el oficio de prelado. 

Entre el coro y el altar 
lo sacrifican, orando, 
viendo el afecto y la vida, 
el fuego y el holocausto. 

Víctima humana se ostenta 
junto al Ara, ensangrentando 
sacerdote Abel, humilde, 
las caínes, fieras manos. 

Ya sube al ciclo en suspiro 
el leve espíritu sabio, 
volviendo desde la tierra 
lo que se debió a los astros. 



ESTRIBILLO 

¡Oh heridas venturosas, oh dichosos daños 
si la sangre se vuelve en luceros, 
si los golpes se encienden en rayos! 




AUXONI EPIGRAMMA DE HISPALI 

Jure mitri post lias memora esse nomen Hiberum 
Hispalis, ¿equore, quam pra'ser labitur Amsus, 
summittit cid tota fríos Híspanla faces. 
Cor duba non, non ancepotens titi Tarraco cestant 
on ag sinu Pelagi, ractat se 'Br acara dives. 



DE SEVILLA 

Después destas Deidad con nombre ibero, 
gran Sevilla, serás más dignamente 
nombrada, a quien pasea reverente 
el Betis, que a su mar le lleva el fuero. 

España toda, a tu valor severo, 
humilla la elevada, altiva frente^ 
y aquella pompa, a tanto ardor luciente, 
derriba al pie de tu dominio entero. 

Córdoba, no, ni aquella poderosa 
Tarragona, en alcázar te compiten, 
cualquiera a tu poder tributo paga¡ 

ni la que a par del cielo generosa, 
a sus voces los siglos la repiten, 
el ceño de su mar, la rica Braga. 

Dichosos, los que el cielo poderoso 
con su río bañase caudaloso, 
a quien por sus bellezas, 
inti ma que pregonen sus grandezas. 






A LAS BODAS DE D. Alejandro Jácomc de Linden 
D. a Leonor María Manuel de Céspedes 

EPITALAMIO 


Uh, Betis soberano! 
monarca undoso, padre cristalino, 
que al Océano, en cuanto corres, haces, 
por discurso divino, 
con más noble caudal, más océano: 
tú que, a guerras de plata, pones paces 
con poderosas treguas, siempre de oro } 
oye, si no en canoro, 
en metro afectuoso, reverente, 
mi voz, que en tus cristales 
presume dilatar de gente en gente, 
a los términos, bien, más orientales, 
dos edades tejidas por un hilo 
dan ardores despiertos a un pabilo. 

Ya es fausto, pues, el día 
que blanca piedra, y, cerno blanca, hermosa, 
señala bien con luz más soberana; 
y la que, virgen roja, 
el casto pie de puntas guarnecía, 
blasón de rosa y rosa castellana, 
al flamenco clavel, del sol centella, 
se anude amante y bella¿ 
porque castas las flores que Diana 
fomentó de candores 
tiñan la pompa, justamente vana, 
en los blandos de Venus, ya rigores, 
y a un afecto dos almas reducidas, 
un aliento respiren ambas vidas. 

¡Oh, tú, Danubio, ahora 
las glorias cuenta bien de otro Alejandro, 
en tu arena, que el número consumas 
si no, feliz Meandro, 
a sus pájaros da voz más canora, 
que la que Orfeo los vistió de plumas, 
mientras que al lado conyugal reposa 
de su Rojane hermosa 
la Camparje al olvido anticipada 
aprecio generoso, 
joh triunfo de Leónidas!, coronada 
del césped noble, donde glorioso, 
bien que ojos todo, tropezó el desvelo, 
por caer en la gracia de tal cielo! 

Los sagrados olivos 
corona ya que golfos avasalla, 
pues que, triunfante al mal, no vil tributo 
llevas, sino batalla 
enciende en teas, contra el tiempo vivas, 
émulas del amante, entonces bruto 
que la fe profanó más soberana. 
Deidad ardan humanas, 
en cuya llama, con razón, fogosa, 
la envidia se consuma 
y el amor se devane mariposa, 
calentando las alas pluma a pluma, 
mientras que, del crepúsculo el lucero, 
se previene nupcial, se ostenta Héspero. 

Métricos sus cristales 
rajan ritmos el bullicio caudaloso, 
que es voz de sus Nereidas siempre clara, 
y su plectro ingenioso 
suena acentos de amor en los umbrales 
de una virgen beldad que el sol prepara 
ai seno dulcemente generoso, 
cautivo antes que esposo, 
que a prisión se otorgó más que a su imperio, 
si amor hace corona 
elegida la ley del cautiverio; 
lleven de la tostada a la fría zona 
cuanto vaya hacia el sol leve suspiro, 
sin perdonar al celestial zafiro. 
Llega dulce el concento 
a la alcázar celeste, donde es alma 
prónuba la Deidad, de Jove esposa, 
que no a virginal palma, 
a pino, sí, bien contumaz al viento 
la mano dé, que beso poderosa 
en quien ardan dos luces siempre unidas, 
asuntos de dos vidas, 
que, bajeles del golfo de los años, 
naveguen sus espumas 
opuestas a las sirtes de los daños, 
vueltas las velas animadas plumas, 
a quien, noble el rigor del clima incierto, 
cuanto escollo mintió, augure puerto. 

Métricamente unido 
e! vulgo de ondas, bien templadas, tanto 
cuanto roncas, tal vez, a los baldones 
del Bóreas vuelve canto) 
y de uno y de otro, siempre audaz, Cupido, 
el carcaj, que ostentó duros arpones, 
al arco, sólo preste plumas bellas, 
que lleve a las estrellas 
esta pompa nupcial, y de tus ojos, 
por donde mire al cielo, 
se destilen al aire los despojos 
que perlas en las flores logre el sueloj 
y si no las cuajare el alba fría, 
sean llanto del gozo de este día. 

La noche baje, en tanto 
depuesto el velo, en luces extinguido, 
a más rayos de estrellas brilladoras, 
y su honor encendido 
de eclíptica ilumine el que fué manto; 
y sea todo el sol, mienta las horas, 
en tanto que a la fe que amor publica 
Himeneo se aplica, 
en Cupidos ardiendo el aire puro, 
cuya brillante cera 
el infausto despoje ceño obscuro, 
alternando en la copia lisonjera 
aun más que fabricando el jugo obleo, 
ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo. 

Ven, Himeneo, y baña 
de esplendor, con la hacha brilladora, 
la mansión, caro albergue de dos vidas, 
a quien el Mayo dora 
el bozo de Uno, de otra la pestaña; 
y las sombras infaustas extinguidas, 
al esplendor, a cuya luz, dichosas, 
dos dulces mariposas 
giros devanarán, bien repetidos, 
sin que las tiernas alas 
se ofendan en los gozos encendidos; 
atiende, que en tu honor me'tricas galas 
repiten, coronadas del deseo. 


Ven, Himeneo, ven¡ ven, Himeneo. 
Ven, Himeneo, donde 
Morfeo se previene de más ojos 
que Argos dejó a su pájaro arrogante, 
por ver teñir en rojos 
los jazmines purísimos que esconde 
el seno casto de beldad flamante, 
del sueño perezoso abandonado; 
sólo encienda el cuidado 
apagarle los átomos al viento, 
por más que campe, vasto, 
del que gime, tal vez, pájaro lento, 
hasta en la tarda presunción infausto, 
y a la instancia divina de este empleo, 
ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo. 

Ven, Himeneo, y guía 
la fecunda Deidad al casto nido, 
ya de tórtolos dos, amantes tanto 
cuanto en oro encendido 
plugo a un arpón, que a rayo desafía, 
el tonante poder, flamante espanto; 
y de su carro luminoso, el eje 
numeroso se queje 
más que ofendido del azote grave, 
huelle fausto el camino; 
para guiar se vistió las plumas de ave 
la cuádriga que vuela a tal destino, 
y, mientras se corona este trofeo, 
ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo. 

Ven, Himeneo, sólo 
auspicio generoso, y a las puertas 
de su mansión a tu Deidad denotas, 
cuando menos abiertas, 
conduzca cuanto da, por vario modo, 
el América en amigables flotas 
y en pesadas carrozas el Oriente; 
si no resplandeciente, 
fragante, al menos, en vapor no vano 
o con peso no bronco, 
fatiga noble de feliz gusano, 
o sudor bello de apacible troncoj 
y conducido el fin a tanto empleo, 
ven, Himeneo, ven¡ ven, Himeneo. 






AL EMMO. SR. DR. FR. DOMINGO PIMENTEL 

Arzobispo de Sevilla, de la Orden de Santo Domingo, cuando le trajeron el capelo el año 1632 a Sevilla, estando próxima su ¡da a Roma por Cardenal de España. 



Norabuena, señor, haya logrado 
conseguiros la púrpura sagrada; 
y al teñiros Deidad, como obligada, 
aún venera lo corvo del cayado. 

Norabuena otra vez, pastor sagrado; 
la piel de blanco y negro salpicada, 
como escogida, vaya señalada, 
y el armiño de rojo matizado. 

No a guiar, a lucir por ambas zonas 
argentado el vellón de otro planeta; 
sol del Tíber, dorad tus horizontes. 

¡Oh! ¡A la cumbre subid de tres coronas!, 
pues, guiado de vos, arte es se meta, 
a la eminencia vais de siete montes. 







PERSUADE A UNA DAMA QUE SE PODÍA QUERER EN UN MISMO TIEMPO 
A DOS DAMAS 

Filis, del amor que tengo 
tanta es la capacidad, 
que cabes tú toda en él 
y sobra para otra más. 

Perfume que sólo ahuma 
el decoro de un altar, 
poco aroma sacrifica 
o a poca brasa se da. 

Onda soberbia, del brío 
que le dio la tempestad, 
las dos márgenes excede 
que le suelen estrechar. 

No apoca el aura el suspiro 
a sola la brevedad 
de un arrayán, que se extiende 
a soplar otro arrayán. 

Mar que océanos presume 
mal se preciara de mar 
si a sólo un bajel le diera 
los abrazos de cristal. 

Poco espacio prometiera 
esa vaga raridad, 
si un barco, no más de plumas, 
le pudiera manejar. 

No le estorba al amor, Filis, 
la bella pluralidad, 
que en el un amor se ensaya 
el otro modo de amar. 

De la perfección se hace 
lo mejor y más cabal 
pues, Filis, ¿quién hay que niegue 
que es bella la variedad? 

Afecto que solamente 
lo llena una voluntad, 
es amor desaliñado 
que no sabe acomodar. 

Doble es mi amor, Fili hermosa, 
de esto me puedo alabar, 
que ser amante de a dos 
sospecho que es cosa real. 



ESTRIBILLO 

No me diga nadie 
de un amor no más, 
que su querer sencillo 
es simplicidad. 






A UNA DAMA ENTRANDO EN EL RÍO BETIS EN UN BARCO 

Del jardín pasó Lisarda 
del Beíis ; milagro nuevo, 
por el agua de mis ojos 
a estrellarse con el cielo. 

Cuanto favorece el aire 
del barquillo lo ligero, 
quejosa lo diga el agua 
a la lengua de mis celos. 

El río, que de su amante 
tiene lo que de resuelto, 
condensara los cristales 
por cuajar su pensamiento. 

La fortuna se declara 
por de la parte del viento, 
y, por si no le ayudare, 
la tiene puesta en el remo. 

Airosa llega a la orilla, 
del aire triunfo soberbio, 
del río en mis mismos ojos, 
pues sacó el despojo en ellos. 

Yo, que vi restituido 
a la arena su pie bello, 
en las lisonjas del aire 
enjugue mis sentimientos. 



ESTRIBILLO 

Vuelve, barquero, 
vuelve al agua los remos, 
quiebre el río celoso 
su enojo en ellos. 






A UNA DAMA que, en presencia de su galán, le arrojó otro (cortesanamente, sin verle) un ramo de violetas y ella se lo puso en el pecho. 

Quéjase su galán del que pareció favor en este 
que retóricos juzgo los colores 
del jilguero vestido de morado, 
no lo niega el color enamorado 
mil Cupidos tendrá si son mil flores. 

¡Cuántos te han de cantar dulces amores, 
mientras vive en tu pecho aprisionado, 
que, aunque libre nació, galán del prado, 
mariposa ha de ser de tus ardores! 

No le dejes tocar la edad postrera 
en que el tiempo condena su fragancia
viva Fénix, renazca de mi daño, 

mas no otra recuérdete en su esfera, 
o en su pecho, aunque llores, su inconstancia^
no se vista de lástima el engaño. 


ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO EN SEVILLA, EN LA TIPOGRAFÍA DEL SR. D. JUAN PÉREZ GIRONES, A EXPENSAS DEL SR. D. JUAN G. CIVICO DE PORRES, EL DÍA 18 DE MARZO DEL AÑO MCMXV 
LAUS DEO 


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