Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 3 de mayo de 2015

MARGARITA MELGUIZO [2.084]


Margarita Melguizo

Margarita Melguizo Fernández. Ronda, Málaga, 1923 - Córdoba, 12 de junio de 2008.

Desde muy joven, Margarita Melguizo sintió la necesidad de plasmar sus sentimientos, fantasías y sueños en infinitud de parcelas de papeles impolutos; papeles que, una vez sembrados de palabras escritas en forma de cuentos y prioritariamente de poesía, donde destacaban los versos de inspiración espiritual, guardaba con celo en su secreto cajón, porque su extremada timidez no le permitía mostrar a los demás sus bellas composiciones.

Tuvo que formar parte de una reunión de amigas con las mismas inquietudes literarias que ella, para ser descubierta por el erudito Rafael Castejón y Martínez de Arizala el cual vio en su poesía vasta musicalidad y dulzura. De aquellas primeras reuniones literarias en el Círculo de la Amistad, donde incluso se celebran pequeños conciertos de piano y guitarra, surgió la Asociación Literaria Wallada de la que ella misma, junto a otras escritoras, fue fundadora.

Esta cordobesa, cuyo nacimiento en Ronda fue circunstancial dado que su padre, militar de profesión, estuvo destinado por algún tiempo en ese lugar, pasó los primeros años de su infancia en Madrid. Al fallecer su padre se trasladó definitivamente a Córdoba, ya que su familia materna era cordobesa. Estudió en el colegio de Santa Victoria de las Madres Escolapias. Posteriormente realizó varios cursos en la Escuela de Bellas Artes y Oficios Mateo Inurria. También estudió Canto, estudios que le han servido para realizar varias composiciones para ser cantadas, entre las que destaca un himno a la Virgen del Castillo de Fuente Obejuna al que le puso música el maestro Ramón Medina. Pero lo que a Margarita Melguizo le gusta más, y practica semanalmente con sus amistades que viven en otras ciudades, incluidas las Hermanas Carmelitas del Convento Cristo Rey en Tordesillas (Valladolid), es el género epistolar, hoy en día tan en desuso debido a los avances tecnológicos.

Tiene muchos cuentos inéditos, sólo una pequeña parte de su obra poética está editada en revistas locales, Wallada, Córdoba en Mayo, etcétera. Y otros poemas que, dada su gran generosidad, regala como el que regala una flor a sus amistades. Según sus palabras nunca ha pretendido sobresalir en el mundo literario. Jamás ha participado en un concurso ni ha querido editar nada, tanto es así que el único libro de poesía que tiene editado ha sido un regalo que, por Reyes de 1996, le hicieron sus hijos tras la recopilación de algunas de los poemas que éstos pudieron conseguir.

Esta poeta, esposa, madre y abuela abnegada, aparcó por un tiempo su fructífera y poética pluma un 3 de julio de 1997, día en el que, en Brasil, una enfermedad tropical le arrebató a su hija con 38 años. Pero jamás de su rostro se borró su dulce sonrisa, y dentro de su dolor tiene siempre unas palabras alentadoras para los demás, palabras que van por los senderos del mundo en su misión epistolar. Misión que no ha abandonado ni en sus momentos más difíciles. Margarita Melguizo falleció en Córdoba el 12 de junio de 2008.

El contenido de esta biografía incorpora material del libro Mujeres de Córdoba de la colección Arca del Ateneo, escrita por Rafaela Sánchez Cano



TEMOR Y DESEO

                                              ¿Cómo habré de morir?, ¿de qué manera
                               sentiré de la muerte los abrazos?
                               ¿Puedo quedar dormida entre sus brazos
                               al nacer al amor la primavera?

                               No quiero batallar en lucha fiera,
                               rota mi fortaleza en mil pedazos,
                               ni sentir que el dolor con fieros lazos
                               no tiene prisa en aliviar la espera.

                               Llévame junto a ti cuando dormida
                               sueñe el milagro de apoyar mi frente
                               en el cálido lecho de tu herida.

                              Cuando mi fe por fin tenga presente
                              que es bueno hacer el bien en esta vida
                              para quedar contigo eternamente.




LETRA PARA UNA CANCIÓN A CÓRDOBA

Desde siempre me ha llamado la atención una frase dedicada a nuestra ciudad, en la que se dice: "En Córdoba se entra y se sale llorando".

El tiempo y las amistades me han demostrado que es bien cierta, sobre todo en tiempos pasados, en los que muchas personas, que se venían a vivir y no tenían aquí familiares, se encontraban huérfanas de cierto calor o acogida espontánea por parte de los cordobeses. Luego, poco a poco cambiaban las cosas (como se hace la buena comida, a fuego lento) y terminaban por encontrarse a gusto.

Esta frase me ha dado la idea para la letra de una canción a Córdoba, como hay tantas dedicadas a otras ciudades españolas: Málaga, Sevilla, Madrid, Valencia... Gracias a Dios tenemos muchos y muy buenos compositores en esta bendita tierra y sería maravilloso que alguno se sintiera inspirado por ella, para que esta canción pudiera oírse en todos los rincones.

Es un reto que lanzo, para que se mezcle con el mágico olor de Córdoba en mayo.

                   Tiene Córdoba un encanto
                    bajo su manto de estrellas
                    que lloras al encontrarla
                    y lloras cuando la dejas.

                    Perfumada de azahar
                    sus altos muros de piedra
                    cubriéndola están de amor
                    abrazados por la hiedra.

                    Hay un olor especial,
                    jazmines y hierbabuena,
                    sus callejas y sus patios
                    te embriagan en primavera.

                   Tiene Córdoba un embrujo
                   bajo su manto de estrellas.
                   Si tienes que abandonarla
                   no podrás vivir sin ella.




LAS HOJAS MUERTAS

                                                A mi nieta Ana

Aquí me tienes para estar contigo.
Dame la mano que te ayude, Abuela.
Visitaremos juntas la ciudad,
sus plazas, sus callejas...
Si te cansas, las dos nos sentaremos
en el parque frondoso, y en la espera
me vas contando cosas de tu vida,
tus ansias, tus problemas...
¡Pobre mía! Te sientes olvidada,
cuando fuiste en tu hogar señora y reina,
regalando cariño y atenciones,
maravillosa entrega...
Fíjate cómo vuelan sobre el suelo
las hojas amarillas, hojas muertas
que antes fueron hermosas y pulidas,
verdosa enredadera...
Lo mismo ocurre en esta larga vida;
se tornan la salud y la belleza 
en hojas muertas, yendo a la deriva
marchita su pureza...
Pero no te preocupes. Yo te quiero.
Comprendo tus temores y tus penas.
Ahora quisiera una sonrisa tuya.
Dame un abrazo, Abuela...




A LOS PATIOS DE CÓRDOBA

Se están muriendo los patios...
La piqueta va arrancando
capiteles y cornisas,
columnas, magnolios, fuentes,
su luz, su sombra cautiva...
¿Es que no somos capaces
de conservarlos con vida?
Yo quisiera vivir en otros tiempos.
Córdoba estaba quieta, adormecida,
sin prisas, ruidos, polución y miedo.
Buscar entre callejas la delicia
de patios adornados con macetas,
ollas de cobre, rosas, buganvillas.
Sentir muy quedo el canto de la ronda
surcando el aire al apagarse el día,
prestando su silencio al patio en sombra,
música al surtidor, perfume a lilas...
El embrujo en los patios cordobeses
es un misterio que engendró la brisa;
hay que sentirlo en todo su apogeo
cuando despierta Córdoba dormida.
¡Abre los ojos, novia del invierno,
empápate de sol y de alegría,
que viene Mayo, tu señor y dueño,
a embriagarte con besos y caricias!
Recordar las pasiones que en un patio
blanco de luna y cal cobraron vida,
porque un rayo de sol filtró su fuego
dando calor al alma, ya marchita,
de un viejo toldo, propiciando amores
en la penumbra de las celosías.
Sentir allí nostalgia de otros tiempos,
cuando los patios de la tierra mía,
con sus pozos, jazmines, rododendros,
son relicarios llenos de poesía,
con mecedoras, nardos y silencio,
damas de noche, luna y armonía.
Se están muriendo los patios...
La piqueta va segando
capiteles y cornisas,
columnas, magnolios, fuentes,
su luz, su sombra cautiva.
¿Es que no somos capaces
de devolverles la vida?



DEJA QUE EN EL JARDÍN MUERAN LAS ROSAS


                                           Abril de 1975

Voy hacia ti en la fría madrugada
con temor de que sientas mi latido.
Tengo temblores, como el ciervo herido
que abandona por siempre la manada.

Vuelo hacia ti sintiendo tu llamada,
los golpes en las hojas que da el viento,
el silbo cadencioso en su lamento
entrecruzando el bosque y la enramada.

Siempre estás acechando solapada,
eres algo sutil, vago, impreciso...
No necesitas dar ningún aviso,
porque siento en la noche tu mirada.

Hazme un favor, descansa agazapada,
pues aún tengo que hacer miles de cosas.
Deja que en el jardín mueran las rosas,
que cuaje en blancas perlas la cañada.

No quiero ver tu boca desdentada,
vete en silencio por el verde prado,
no vuelvas la cabeza hacia mi lado
y acude presto a donde seas llamada.

Quiero sentir la lluvia en los cristales
salpicando incesante los balcones,
mezclada con fervientes oraciones
o sonidos de notas magistrales.

Deja que juegue el sol en primavera,
que vibren en el campo las esquilas,
que acaricie la brisa las espigas
ondulando mimosa la pradera.

Mas, si es preciso que me abraces fuerte,
hazlo deprisa, llévame en tus brazos,
siega en golpe certero los mil lazos
que separan la vida de la muerte.



EL ÁRBOL DE MI VIDA

Se va apagando la vida...
Queda sólo un gran silencio
de congoja. El alma herida
mortal en su agotamiento.

Viene un rayo de esperanza
que alegra este sentimiento,
letargo de horas marchitas
asoladas por el viento.

En el árbol de mi vida
seis ramas fueron creciendo.
Paso a paso, día a día
las cuidé con fiel esmero.

Por mantenerlas pulidas
fui amoroso jardinero,
vigilando sin salario
hasta el menor movimiento.

Más tarde, con alegría,
retoños verdes nacieron
en algunas de estas ramas,
dando calor a mi cuerpo.

Espero que, de esa forma,
se dulcifique mi reto,
que la angustia y la agonía
sean barridas por el viento.

Así el árbol de la vida
será alegre, más entero,
soportando tempestades,
nevadas y malos vientos.

Que las ramas y retoños
se abracen al tronco viejo
con esplendor y alegría,
dando calor a mi cuerpo.




WEB DE RAFAEL PINILLA MELGUIZO












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